
El régimen de China anunció este martes la suspensión de relaciones oficiales con el presidente de República Checa, Petr Pavel, tras su reunión en julio con el líder espiritual tibetano, el Dalai Lama, en India. Beijing considera al monje budista un “separatista” y sostiene que cualquier encuentro con él constituye una afrenta directa a su soberanía.
“A pesar de las reiteradas protestas y la firme oposición de China, el presidente checo, Petr Pavel, viajó a India para reunirse con el Dalai Lama”, declaró el portavoz del Ministerio de Exteriores, Lin Jian, en una rueda de prensa. Según Beijing, la reunión “contraviene gravemente el compromiso político asumido por República Checa” y “atenta contra la soberanía e integridad territorial” del país.
El encuentro tuvo lugar en Leh, capital de Ladakh, en el norte de India, con motivo del 90º cumpleaños del líder espiritual. Pavel asistió acompañado de la embajadora checa en India, Eliska Zigova, en lo que, según el Gobierno checo, fue un viaje “privado”.

El Dalai Lama vive en India desde 1959, año en que huyó del Tíbet tras el fracaso de una insurrección contra el dominio chino.
China no reconoce al Gobierno tibetano en el exilio, con sede en Dharamsala, y acusa al Dalai Lama de promover la independencia. El líder espiritual, laureado con el Premio Nobel de la Paz en 1989, sostiene que no busca la secesión, sino una “autonomía genuina” que permita preservar el budismo tibetano y sus instituciones.
Por qué el Tíbet es estratégico para Beijing La insistencia de China en controlar el Tíbet responde tanto a razones históricas como geopolíticas y económicas. Beijing considera que el Tíbet ha sido parte integral de su territorio desde la dinastía Yuan en el siglo XIII, aunque en distintos periodos el control chino fue más nominal que efectivo. Tras la caída de la dinastía Qing en 1911, el Tíbet actuó de facto como un Estado independiente durante varias décadas, manteniendo su propio gobierno y relaciones exteriores limitadas, hasta la ocupación china de 1950.

Desde la perspectiva estratégica, el Tíbet es un baluarte geopolítico: su altiplano, conocido como “el techo del mundo”, sirve como zona tampón entre China e India, países que han mantenido disputas fronterizas abiertas, como la guerra sino-india de 1962 y los recientes enfrentamientos en la región de Ladakh. Además, el control del Tíbet otorga a China dominio sobre las cabeceras de algunos de los ríos más importantes de Asia —como el Brahmaputra, el Mekong y el Yangtsé—, vitales para el abastecimiento de agua de millones de personas en varios países.
En el plano económico, el Tíbet es rico en minerales como cobre, litio y oro, recursos estratégicos para la industria tecnológica y energética de China. También posee potencial hidroeléctrico y se ha convertido en un destino clave para el turismo interno, promovido por Beijing como parte de su política de integración nacional.
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