
Bajo un cielo antiguamente adornado por pagodas doradas, Mandalay, la “ciudad de oro” de Myanmar, enfrenta actualmente la devastación tras un terremoto de magnitud 7,7 que irrumpe su tranquilidad. Esta urbe, que alguna vez fue la joya cultural y económica del Alto Myanmar, vive ahora momentos de desesperación y tragedia.
Según la BBC, el sismo ocurrido el viernes pasado causó la muerte de más de 2.700 personas, dejando a miles más heridas y cientos desaparecidas. Sin embargo, el dolor y la pérdida van más allá de los datos, los sobrevivientes describen un paisaje de destrucción y necesidad urgente de ayuda humanitaria.
El impacto del terremoto en Mandalay
El terremoto cambió radicalmente la vida de los habitantes de Mandalay, informó la BBC. Durante años, la ciudad fue conocida por su resplandor arquitectónico, representado en sus relucientes pagodas y tumbas, un legado que yace ahora sepultado bajo escombros. Los residentes enfrentaron innumerables noches de insomnio, aturdidos en medio de la escasez de comida y agua.
La emergencia alcanzó tal magnitud que los cadáveres, acumulados en cantidades nunca antes vistas, tuvieron que ser incinerados para evitar una crisis sanitaria mayor, reveló un habitante local al medio británico.
La situación crítica se agrava con la guerra civil que azota al país, argumenta la BBC, impidiendo el óptimo desarrollo de las labores de socorro. Esta situación desveló la inadecuada infraestructura del país, que no logra soportar las secuelas del desastre natural, así como la actitud del ejército, que históricamente intentó minimizar el impacto de tales catástrofes a nivel nacional.

Testimonios desgarradores de los residentes
Un joven del distrito de Mahaaungmyay, relató a la BBC la cruda realidad a la que se enfrentan. “He visto a mucha gente, incluyéndome a mí, agazapada y llorando a gritos en las calles”, confiesa, reflejando el estado emocional de un pueblo que comparte el lamento común de la desesperación e impotencia.
Además de los adultos, los niños también fueron profundamente afectados. Un pastor local, también entrevistado por la BBC, describió cómo su hijo de ocho años rompió a llorar repetidamente, profundamente traumatizado por la escena de destrucción que ahora predomina en su vecindario.
“Ayer vimos cómo sacaban cuerpos de los edificios derrumbados de nuestro barrio”, manifestó Ruate, otro residente afectado de la zona de Pyigyitagon.

La historia vibrante de Mandalay
Antes del terremoto que reestructuró su realidad, Mandalay era un símbolo del legado histórico de Myanmar. Según detalló la BBC, la ciudad fue fundada en 1857 por el rey Mindon, representando la última capital de la dinastía Konbaung antes de caer bajo el dominio británico en 1885.
A pesar de los invasivos cambios políticos y la devastación sufrida durante la Segunda Guerra Mundial, Mandalay permaneció como un epicentro cultural y comercial significativo en Myanmar.
La dificultad de la ayuda humanitaria y la respuesta internacional
El terremoto evidenció la debilidad de los mecanismos de respuesta a desastres en Myanmar. Si bien Rusia y China ofrecieron su ayuda y asistencia especializada, el acceso y distribución de esta asistencia es un desafío constante.
Bryony Lau, subdirectora de Human Rights Watch para Asia, exigió a la junta militar de Myanmar a permitir la entrada inmediata de trabajadores humanitarios en las zonas afectadas, argumentando que “la junta debe romper con sus atroces prácticas pasadas”.

Un llamado a la solidaridad internacional
El clamor de Mandalay no solo resuena en las ruinas de sus edificios colapsados, sino también en la comunidad internacional que observa e intenta aportar en medio de la inequívoca crisis.
Este desastre natural obligó al país a hacer frente a una desventurada combinación de empobrecimiento, conflicto y desplazamiento masivo.
Según reveló la BBC, más de 3.5 millones de personas se vieron obligadas a desplazarse, una figura alusiva de las profundas heridas socioeconómicas que el país enfrenta y la imperiosa necesidad de cooperación internacional para responder a una de las tragedias más severas en su historia reciente.
El medio británico concluye afirmando que, el futuro de Mandalay y de Myanmar, dentro del contexto actual, dependerá inevitablemente de la capacidad de superar las secuelas materiales del terremoto y al mismo tiempo las barreras políticas y sociales que siguen agravando esta crisis humanitaria.
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