El Ejecutivo francés no logra sofocar las protestas que desde el martes a la noche tienen lugar en todo el país y que se tornan, cada día, más violentas.
Lo que inicialmente surgió como una concentración de jóvenes y familias que se unieron en el reclamo por medidas anti raciales al interior de la policía, rápidamente devino en un foco de disturbios y choques con las fuerzas de seguridad.
Así, los incendios a vehículos, ataques a edificios estatales, lanzamiento de piedras y hasta saqueos se han vuelto las postales comunes de estos episodios, que se repiten día y noche en ciudades de todo el país. Entre las tiendas alcanzadas por los manifestantes estuvieron un local de Nike y uno de Apple, en Estrasburgo, mientras que muchos supermercados también denunciaron intrusiones.
También, se ha detectado un fuerte accionar de criminales que, entre otros, desataron un importante incendio en un depósito de autobuses, la víspera.
La violencia, que en un principio estaba concentrada en la capital francesa, llegó hasta Pau, una tranquila ciudad en el suroeste del país, donde los manifestantes lanzaron un cóctel molotov contra una comisaría, y a Lyon, donde el objetivo fue un tren que también fue prendido fuego y obligó a la evacuación de los pasajeros.
Hasta el momento, cifras oficiales dan cuenta de que los graves desórdenes ya dejaron al menos 250 agentes heridos, 875 arrestados, 492 edificios estatales atacados y 2.000 vehículos incendiados.
Como respuesta a estos altercados, las autoridades han dispuesto un refuerzo importante de la seguridad en la vía pública y han vallado las principales sedes gubernamentales para prevenir que estos sean alcanzados por los actos vandálicos de los protestantes, como ocurrió en días pasados.
Inclusive, desde este jueves por la noche ya se ve la presencia de carros del Ejército circulando por las calles junto con oficiales equipados con porras, escudos, cascos y hasta escopetas.
Por otro lado, el ministro del Interior, Gérald Darmanin, extendió a todo el país la restricción de circulación de autobuses y tranvías -que va desde las 21:00 horas hasta la mañana siguiente- mientras en otras ciudades como Clamart y Neuilly-sur-Marne rige, también, el toque de queda.
“Las próximas horas serán cruciales. Francia se enfrenta a disturbios de una violencia inusitada y la respuesta del Estado será extremadamente firme”, aseguró
Asimismo, se prohibió la venta de morteros para el lanzamiento de fuegos artificiales, bidones de gasolina, ácidos y otros productos inflamables y químicos, con el fin de desabastecer a los manifestantes.
Si bien la primera ministra Elisabeth Borne comentó que se están evaluando todas las posibilidades, se descartó -por lo menos de momento- la declaración de estado de emergencia, algo sobre lo que el Ejecutivo se mantiene prudente y prefiere, en su lugar, apelar a “salir juntos de esta espiral de violencia” y entrar en una “lógica de desescalada”.
La revuelta obligó, en tanto, a la cancelación de algunos conciertos en la ciudad y festejos tradicionales de la temporada.
Con estas medidas, el Palacio del Elíseo busca evitar a toda costa que se repitan los sucesos que tuvieron lugar en 2005 cuando otra ola de violencia estalló tras la muerte de dos adolescentes que huían de la policía, un episodio de naturaleza similar al ocurrido días atrás que acabó con el fallecimiento de Nahël, de 17 años, al ser alcanzado por un disparo en el tórax.
El oficial que portaba el arma homicida se encuentra en prisión preventiva a la espera del inicio del juicio que determinará su responsabilidad mientras que la familia del joven se reunirá este sábado para su sepultura.
(Con información de AFP, EFE y AP)
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