Nuevos “Putin fóbicos”: las extremas derecha e izquierda europeas buscan ahora tomar distancia del presidente ruso

La invasión a Ucrania deja a sectores radicalizados de la política avergonzados de sus relaciones pasadas con el Kremlin

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La mayoría de los partidos soberanistas han atenuado sus elogios y críticas prorrusos después de la invasión de Moscú contra Ucrania. Matteo Salvini, de la Liga italiana, trata de disimular su relación con Vladimir Putin.
La mayoría de los partidos soberanistas han atenuado sus elogios y críticas prorrusos después de la invasión de Moscú contra Ucrania. Matteo Salvini, de la Liga italiana, trata de disimular su relación con Vladimir Putin.

Incómodos, avergonzados u ocultos. La invasión a Ucrania por parte del presidente ruso, Vladimir Putin, ha emergida como una crisis con múltiples derivaciones en Europa. Ante el estupor y repudio por su violenta guerra, las consecuencias se han expandido entre los movimientos de extrema derecha e izquierda del continente, que intentan desacoplar la lealtad ideológica hacia Putin de cierta solidaridad con el gobierno de Kiev.

Vladimir Putin encarnaba un modelo, y su líder se presentaba como el símbolo de otra Europa, al menos para muchos soberanistas y representantes de la extrema derecha. Mientras, el líder ruso también era apreciado, por la izquierda más radicalizada, por su antiamericanismo y acercamiento a recetas o métodos populistas.

Dado que las bombas están cayendo sobre Ucrania, muchos en la Unión Europea ahora lamentan su antigua cercanía con el dueño del Kremlin. Todos intentan distanciarse o acomodar sus discursos para, al menos, distanciarse de él.

Aplaudido por algunos, silbado por otros, en Francia, la “marca” Putin no pasaba desapercibida. Una de las figuras más incómodas, a la vez más conocida, Marine Le Pen, ha tratado de desmarcarse en los últimos días de su antigua admiración por el jerarca ruso.

Sus lazos con Moscú han sido muy estrechos, lo cual ha provocado que deba buscar un mensaje evasivo por estas horas. En 2014, la jefa del Frente Nacional, financieramente débil, recibió un préstamo de 9 millones de euros de un banco ruso. Aun deudora, hoy intentar despegarse de sus repetidas posiciones prorrusas, por ejemplo, sobre la ocupación de Crimea. Imágenes de su apretón de manos con Putin en el Kremlin además fueron parte de un folleto promocional que tuvo que eliminar de su campaña para abril próximo.

Cerca, el ex columnista de televisión, otro candidato de la ultraderecha, Eric Zemmour, del Partido ¡Reconquista!, figura entre los ardientes defensores de los intereses del Kremlin. Por estos días, ha virado su discurso. De admirar a Putin, ahora no es “amigo” del presidente, sino que solo tiene espacio para reconocerle ciertos méritos dirigidos a como desearía manejar Francia.

En Francia, la candidata de ultraderecha, Marine Le Pen, ha tratado de desmarcarse en los últimos días de su antigua admiración por el jerarca ruso.
En Francia, la candidata de ultraderecha, Marine Le Pen, ha tratado de desmarcarse en los últimos días de su antigua admiración por el jerarca ruso.

Desde la vereda opuesta francesa, Jean-Luc Mélenchon, quien según las encuestas es el candidato de izquierda más fuerte en las próximas elecciones presidenciales de abril, ha tenido que repetir y componer una condena a la invasión rusa, aunque matizando con la idea de responsabilizar a Estados Unidos por ser el “verdadero agresor”. El lider de izquierda encarna tambien la idea de cuestionar a la OTAN, posición agradable a los oídos de Putin.

En España también resuenan los efectos de la financiación del partido Vox, a pesar de que el partido ha condenado la “agresión rusa a Ucrania” y respaldado el envío de armas.

Sin embargo, antes de la invasión, varios funcionarios electos por el grupo que lidera Santiago Abascal no disimulaban su admiración por Putin. El partido ultranacionalista se ha beneficiado del apoyo de la asociación ultraconservadora HazteOir, parte de la organización CitizenGo, que cuenta en su comité con Alexeï Komov, estrecho colaborador del oligarca ruso Konstantin Malofeev, a la vez del círculo cercano del presidente ruso.

Pero para Unidas Podemos, uno de los brazos políticos que sostiene al presidente Pedro Sánchez en la Moncloa, los vínculos con Moscú provocaron una crisis política en el gobierno de la península. Podemos ha entendido que con el desenlace bélico en Ucrania había que separar espacios con Putin para sostener en el Ejecutivo.

El impacto negativo en la opinión pública mundial por la guerra, y si bien los morados saben que tanto Venezuela como Cuba, referentes de una alianza internacional, se alinean en posiciones con el Kremlin, esta asociación puede comprometer su espacio en el gobierno. Más allá de un oportuno alejamiento, Pablo Iglesia, su fundador, cuestiona la decisiones de Sánchez, ligadas a la OTAN, al tiempo que critica la “censura” del Rusa Today y la agencia Sputnik.

Incómodo, es el momento del ultraconservador italiano Matteo Salvini, quien se ha esforzado por correrse del lado de Putin. “Cuando alguien ataca, está claro que es necesario situarse del lado del atacado”, declaró, admirador declarado del presidente ruso y líder de La Liga, que apoya al gobierno de coalición de Mario Draghi.

El parlamento en Roma está lleno de ex “putinianos”, partidarios de Putin que ahora se esfuerzan por mantenerse en equilibrio bajo el paragua de Draghi. El ex primer ministro Silvio Berlusconi llegó incluso a decir de Putin: “Un regalo del Señor” y “mi hermano pequeño”.

Salvini ha incurrido, hace cinco años, en relacionar su Liga populista de derecha al partido de Putin con un acuerdo de asociación. Salvini, como “jefe putiniano” de Italia, apareció en el Parlamento Europeo con una camiseta con la imagen de Putin. Hay denuncias de financiación de su partido político desde Moscú, algo que niega.

A un lado del Rin, en Alemania, la Formación Alternativa para Alemania (AfD) busca no tambalearse frente a una tibia condena al Kremlin. Tras la ofensiva contra Ucrania, los líderes de su grupo parlamentario condenaron la agresión rusa. Si bien intentan ensayar una posición “más neutral”, no pueden ocultar las recientes visitas de sus dirigentes a Moscú.

Al respecto, la jefa del grupo parlamentario, Alice Weidel, denunció en el Bundestag “el fracaso histórico” de los países occidentales, que ha alimentado una perspectiva de adhesión de Ucrania a la OTAN, en lugar de insistir en una solución de “neutralidad” para este país. Según ella, esto negaba “un estatuto de gran potencia a Rusia”, lo que ha provocado la crisis.

La invasión ordenada por Moscú también ha hecho evolucionar en Austria al Partido de la Libertad (FPÖ), que mantiene desde hace tiempo un acuerdo de cooperación con el partido Rusia Unida de Putin. Herbert Kickl, su presidente, condenó la agresión rusa, pero aún se mantiene opuesto a las sanciones y defiende la neutralidad de Viena.

Mientras, en Grecia, a pesar de la condena a la guerra contra Ucrania, los líderes nacionalistas continúan defendiendo las posiciones rusas. Uno de ellos, Kyriakos Veropoulos, presidente del partido Solución Griega, que tiene diez escaños en el Parlamento, considera que la invasión está orquestada por Estados Unidos.

Casi insostenible, es en Hungría, la posición del primer ministro nacionalista, Viktor Orban. El gobernante navega entre su aparente cercanía con Putin y su condena a la ofensiva contra Ucrania. El partido ha bloqueado regularmente resoluciones críticas con Rusia por parte de la Unión Europea, y Orbán, se considerada un amigo cercano al jefe del Kremlin durante muchos años. Aunque acompaña las sanciones, se niega a entregar armas y solo ha permitido con ciertos reparos un despliegue de la OTAN en su territorio.

Casi insostenible, es en Hungría, la posición del primer ministro nacionalista, Viktor Orban. El gobernante navega entre su aparente cercanía con Putin y su condena a la ofensiva contra Ucrania.
Casi insostenible, es en Hungría, la posición del primer ministro nacionalista, Viktor Orban. El gobernante navega entre su aparente cercanía con Putin y su condena a la ofensiva contra Ucrania.

Finalmente, en Polonia, la coalición nacionalista Konfederacja, encabezada por Janusz Korwin-Mikke, tiene posiciones contradictorias. Tres diputados decidieron abandonar su facción principal el 8 de marzo tras los comentarios considerados “irresponsables” por Korwin-Mikke sobre Ucrania. Aunque condena la invasión, este último, históricamente prorruso y hostil a las sanciones europeas, retransmite la propaganda rusa sobre las autoproclamadas repúblicas de Lugansk y Donetsk, y su independencia por propia ambiciones.

En todos los casos, desde la extrema derecha a la izquierda radicalizada, sus dirigentes están intentando disimular su discurso sobre Rusia. Para Hajo Funke, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Libre de Berlín, estos sectores “están atrapados entre su ideología radical, que comparten con Putin” y el riesgo de perder “su influencia” en la opinión pública.