
Hace varios siglos se edificó un templo en la periferia de la antigua Ciudad de México. Sobre un viejo islote del lago de Texcoco se construyó la ermita de Santa María de la Natividad Aztacalco, donde se llevaba a presuntos criminales a pedir perdón para luego ser ahorcados en un ahuehuete frente a la iglesia.
A lo largo de 500 años de historia, en la Ciudad de México se han construido cientos de templos religiosos. Tan solo en el Centro Histórico de la capital mexicana se encuentra 40 edificaciones de diversas órdenes religiosas, las cuales datan de hace varios siglos, correspondientes a distintas épocas.
La Romita, como se le conoce actualmente se construyó en lo que ahora es el Perímetro “B” del Centro Histórico. Se erigió por órdenes de fray Pedro de Gante en 1530; es decir, a menos de una década de la caída de Tenochtitlan.

Su edificación se dio sobre lo que un día fue un islote, el cual se encontraba rodeado por diversos canales de agua; fue nombrado Aztacalco por los mexicas, cuyo significado es “lugar o casa de las garzas”. No obstante, tras la invasión de los españoles, el barrio continúo siendo habitado principalmente por la población indígena.
Fue durante el virreinato que en un árbol frente al templo eran ahorcados criminales (o presuntos criminales), mayoritariamente indígenas, a quienes llamaban “huhuenches”. Ahí eran llevados para pedir perdón ante la iglesia por sus cometidos, para luego ser ejecutados con una soga al cuello frente a la muchedumbre.
Pese a que no se tiene la fecha de cuándo cesaron las ejecuciones públicas, éstas continuaron escenificándose durante los martes de Carnaval hasta entrado el siglo XX. A dichos eventos acudían personas de toda la ciudad, mientras que el barrio continuaba siendo marginal; un lugar en la periferia.

El edificio en sí sufrió diversas modificaciones. La construcción actual ya no es la obra de 1530 que se levantó para marcar el perímetro de la metrópoli; las paredes, la torre, el campanario y los interiores datan del siglo XVII; es decir, al menos 200 años después de la ermita original.
Alguna vez fue capilla, parroquia, mientras que en la actualidad es una iglesia. Cambió su dedicación a San Francisco Javier en el año de 1929, cuando los feligreses apostaron por la remodelación del recinto, así como de la plaza de la Romita.
Por su parte, la zona comenzó a cambiar con el arribo de un nuevo siglo. En 1902 empezaron a desarrollarse los alrededores, llegando a convertirse en la exclusiva colonia Roma de la actualidad. Tomó su nombre gracias a los ahuehuetes de la región que recordaban una postal de la capital italiana; de ahí que se le conoció como La Romita. Alrededor de la iglesia se erigió la colonia popular.

No obstante, por muchos años el barrio de la Romita resistió al arribo de las clases altas, por lo que durante la primera mitad del siglo XX fue considerada como una zona peligrosa, cuyos habitantes se encontraban sumergidos en la pobreza. En 1950 el cineasta español Luis Buñuel grabó varias secuencias en dicha localidad para su filme Los Olvidados.
La Romita se diferenció por años de la Roma, por sus habitantes, sus calles, sus construcciones. Hoy es día se trata de un barrio con poca incidencia delictiva, foco de la gentrificación que sufre la Ciudad de México.
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