
Es común ver en películas de Hollywood a los personajes portando un solo apellido o a personas de Estados Unidos, Inglaterra o Francia con un nombre de pila y un segundo nombre. Sabemos de una gran cantidad de personajes históricos con un solo apellido siguiendo su nombre. Sin embargo, ¿Por qué en México utilizamos dos y desde cuándo nos identificamos de esta manera?
En muchos países del mundo se ha discutido cuál debe ser el sistema de registro, e incluso, en varios de ellos no existe legislación sobre si debe ser uno o dos apellidos, o el orden de estos. Y es que actualmente el registro de personas se ha visto más flexible en varios lugares del mundo, al permitir que sea el apellido de la madre el que se coloque, o el primero en escribirse, sea el caso.
Para México, desde hace muchos años se ha hecho uso de dos apellidos: primero el paterno y luego el materno, sin embargo en la legislación de varios estados de la República ya no se especifica el orden, además de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inconstitucional establecer el paterno como primordial, por lo que el apellido de la madre puede ir primero. Pero, regresando a los dos apellidos ¿desde cuándo se hace de esta forma?

Oficialmente, esta práctica quedó asentada con la declaración de la primera Ley de Registro del Estado Civil en México, promulgada el 27 de enero de 1857, por el entonces presidente -en su calidad de sustituto- Ignacio Comonfort, durante la Guerra de Reforma.
La intención de esta ley, siendo parte de las Leyes de Reforma, era la creación de un Estado laico, separándolo de la iglesia. Con esto se le otorgaban atribuciones al aparato de gobierno mexicano que anteriormente realizaban las autoridades eclesiásticas.
En dicha Ley Orgánica se establecía que los mexicanos debían inscribir todos los actos civiles, como el nacimiento, el matrimonio, la adopción, el sacerdocio, la profesión al voto religioso y la muerte, ante las juntas establecidas. En sus primeros años, la población se mostró reacia a pesar de las multas establecidas, al tiempo que el clero no quiso ceder sus privilegios ni sus archivos.

Incluso, en 1860, en un intento de poner el ejemplo a la población, Benito Juárez acudió al registro civil del municipio de Veracruz para registrar a su hija Jerónima Francisca Juárez Maza.
Fue hasta el 25 de septiembre de 1873 que las Leyes de Reforma fueron elevadas a rango constitucional durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, volviendo el registro civil como un acto de suma obligatoriedad.
Desde luego, esta práctica, así como la gran mayoría de los apellidos que utilizamos, viene de la influencia española desde su arribo al continente.
La tradición de nombrar con dos apellidos en España se remonta al siglo XVI, cuando el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros ideó un sistema que pusiera orden el registro de personas. Se afirma que anteriormente, la gente se nombraban con un nombre de pila y un genitivo referente a su lugar de nacimiento o a su familia, sin embargo, no había orden o alguna forma de identificar correctamente a las personas.
El Cardenal, siendo una persona influyente, determinó que todos los individuos sin excepción debían tomar el apellido de su progenitor, costumbre que poco a poco fue permeando en las clases altas de Castilla. Empero, para conservar el linaje y el apellido tanto de la familia materna, como la paterna, fue que se optó por incluir ambos.
Con el paso del tiempo, el hábito llegó a todos los sectores de la población, extendiendo un sistema generalizado para asignar el nombre. En España se regularizó e institucionalizó la práctica hasta al siglo XIX, con el Registro Civil de 1871.
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