
Los viernes era el día que Meli prefería para cortar el pelo de aquellos estudiantes que lo tenían más largo de lo permitido según el reglamento de la escuela. Por la mañana, mientras estábamos todos los grados formados en el patio de la primaria, ella pasaba fila por fila sacando a aquellos que deberían acompañarla a su oficina.
Una vez que había hecho una fila con todos, mientras la escuela entera veía, les hacía caminar hacia las escaleras, subir al segundo piso, atravesar todo el pasillo hasta llegar a su oficina, donde uno a uno pasaban a ser trasquilados a manera de castigo, no dejándoles otra opción que raparse durante el fin de semana para llegar pelones el próximo lunes.
Era un momento de muchísima tensión, a mis 8 años imaginaba que así debían vivirse los minutos antes de que mataran a alguien en la guillotina. Era un acto de humillación pública a aquellos niños que se resistían a adaptarse a la norma, era una forma de invalidar su identidad, de imponerles la forma “digna” de ser hombre.
Este es solo uno de los tantos ejemplos de la imposición de la “hetero-cis norma” en las escuelas. Desde los uniformes, los reglamentos y hasta algunas actividades “educativas” en el salón, la escuela ha sido por muchísimo tiempo uno de los espacios de la sociedad donde se refuerzan con más insistencia los estereotipos de género, detonando un montón de problemas que hoy nos desbordan, como la violencia de género.

Esta educación, binaria y heteronormada, afecta a todas las estudiantes, no solo a las que se identifican como LGBT, por ejemplo, es común que a las mujeres que juegan fútbol se les juzgue de lesbianas o a los hombres que juegan voleibol se les señale como gay, sin que el deporte que practican tenga absolutamente nada que ver con su orientación sexual.
Crecer rodeado de estas presiones, donde son celebradas aquellas personas que se adaptan a la norma y son sancionadas todas aquellas que no, hace que las y los jóvenes crezcan limitando su potencial, sin embargo, para aquellas personas que no se identifican con el género que les fue asignado al nacer, es decir las infancias y adolescencias trans, estas presiones pueden traer consecuencias muy problemáticas para su salud mental.
Durante los últimos dos años, el confinamiento permitió que las juventudes se liberarán de todas estas presiones que el espacio escolar les imponía, dando así a algunas infancias y adolescencias trans espacio suficiente para reconocer su identidad y expresarla con libertad.
Al regresar a la presencialidad, son cientos de escuelas las que no saben cómo acompañar a sus alumnes trans.

Nadie que trabaje con adolescentes puede negar que la forma en la que identifican y expresan su género hoy las juventudes cambió drásticamente en los últimos años. A pesar de eso poco están haciendo las instituciones educativas para generar espacios seguros para que todes puedan estudiar en igualdad de condiciones.
Afortunadamente, hoy hay una generación de personas trans que está encontrando apoyo al expresar su identidad y esto les permite desafiar la rigidez de un sistema escolar que no ha sido diseñado para potencializar nuestra diversidad.
Aunque celebremos la valentía de estas juventudes trans para plantarse frente a un mundo que no les respeta y luchar para transformarlo, debemos de reconocer que nadie debería tener que defender su derecho a estudiar.

Hoy se debate todo acerca de las vidas trans en las escuelas, que baños deberían usar, como deberían participar en las clases de educación física, si se les debe respetar su nombre social o no, es absurdo que las narrativas que grupos anti derechos han impulsado por considerarlas electoralmente rentables, nos alejen de toda humanidad, nadie debería cuestionar el derecho de las infancias a estudiar y ser felices.
No se trata de si estoy a favor o en contra de algo, se trata de reconocer que las infancias trans existen y viven expuestas a una violencia permanente que permitimos todos los días al cuestionar sus derechos antes de protegerlos.
Para que todas las infancias, no solo las trans, crezcan en entornos sanos de igualdad y libertad tenemos que enfocarnos en erradicar la violencia de la escuela y la forma más eficiente para hacerlo es asegurarnos que quienes habían estado más expuesta a ella, se sientan seguras, si esto pasa, la escuela será segura para todas.
Andrés Teviño es defensor de Derechos Humanos de las personas LGBT y Director de Diversidad Sexual en el gobierno de Jalisco*
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