
En 1959, Alfredo Ballí Treviño era un médico de 28 años que laboraba en su consultorio junto a un joven aprendiz de 20 años que pronto desaparecería.
El 8 de octubre de aquel año, el doctor recibiría una visita de su estudiante, Jesús Castillo Rangel, quien, se creía, sostenía una relación sentimental con Ballí Treviño. Ante este encuentro, el pueblo de Talleres, en Monterrey se enteraría por medio de los periódicos que los médicos habían discutido, terminando de una manera fatal.
Ballí Treviño sometió a su amante, le aplicó una inyección de pentotal sódico (un barbitúrico) con un bisturí, le cortó la garganta, lo desangró, lo descuartizó y colocó su cuerpo partido en una caja de cartón.

Acto seguido, el doctor dejó su consultorio llevándose este paquete consigo, lo transportó en la cajuela de su auto hacia un terreno baldío, en la zona conocida como Rancho La Noria, en el municipio de Guadalupe.
Allí, Treviño enterró la caja con los restos de su víctima, que fue hallada por agentes federales unos días después del incidente. Esto fue tomado como una prueba en contra de Treviño y procedieron a detenerlo.
Cuando le llamaron a declarar, Ballí Treviño no negó los cargos y, al contrario, admitió que actuó de manera minuciosa para desmembrar el joven de Jesús Castillo.

El testimonio fue confirmado por el entonces jefe del Escuadrón de Homicidios del Servicio Secreto, Eusebio Lara.
Para esto, la prensa ya identificaba a Alfredo Ballí Treviño como “El hombre lobo de Nuevo León”, “El médico asesino”, “El monstruo de la Talleres” y “El vampiro Ballí”.
Por su crimen, fue condenado a pena de muerte. Fue el último mexicano que recibió esta sentencia en México, en mayo de 1961, cuando un juez lo declaró culpable de los delitos de homicidio calificado, inhumación clandestina y usurpación de profesión, en perjuicio del médico Jesús Castillo Rangel, según la causa penal 263/59 de la Procuraduría de Justicia de Nuevo León.
Las autoridades también acusaban a Ballí Treviño de haber cometido más de un asesinato; vincularon su caso con una serie de jóvenes muertos y encontrados sobre algunas carreteras del estado. Sin embargo, ninguno de estos crímenes pudo comprobarse.

El médico fue recluido en la prisión de Topo Chico, en Nuevo León, donde en 1963 conoció a un reportero estadounidense de la revista Argosy. Se trataba del aclamado escritor Thomas Harris, autor de “El silencio de los inocentes”.
La novela del joven periodista se convertiría en el título más original de todos los tiempos en el campo del tema criminal y sería llevada a la pantalla grande con el famoso actor Anthony Hopkins como protagonista.

Para 2013, tras celebrar 25 años del lanzamiento de su exitosa novela, Harris relató en el prólogo de la edición de aniversario, y en distintas entrevistas con medios internacionales, que quien fue inspiración para el personaje del Dr. Lecter era un asesino mexicano a quien él llamaba “Dr. Salazar”.
Casualmente, el escritor conoció a Ballí Treviño cuando viajó a Monterrey para entrevistar a otro asesino, autor de tres crímenes, quien también se encontraba en la cárcel de Topo Chico.
Este otro personaje era Dykes Askew Simmons, un hombre con labio leporino y pequeñas cicatrices en la cabeza, que había estado internado en una institución mental en Estados Unidos y al salir viajó a Monterrey, donde asesinó a tres jóvenes hermanos: Hilda, Martha y Manuel Pérez Villagómez.

Dykes estaba condenado a muerte y, poco antes de recibir a Harris en la prisión, había intentado escapar. Los guardias dispararon para evitar su fuga y lo hirieron de gravedad.
Ballí Treviño, quien se desempeñaba como doctor de la prisión, había salvado la vida de Simmons y Harris quiso conocerlo sin saber de quién se trataba.
Thomas Harris relató que lo recordaba como un “un hombre pequeño y ágil, de cabello rojo oscuro”. Al encontrarse con él en la prisión “se quedó muy quieto”, comentó el periodista. “Había cierta elegancia” –dijo Harris– en aquel médico que, al parecer, provenía de una familia de buena posición económica.

Sostuvieron una conversación peculiar que, más tarde, sería recreada en la película “The Silence of the Lambs”, donde la agente Clarice Starling (Jodie Foster) sostendría un diálogo con el Dr. Lecter (Anthony Hopkins). Este intercambio de palabras fue algo muy interesante para Harris que, sin saber aún quién era Ballí Treviño, lo invitó a visitarlo en Texas.
Al salir de su visita con Dykes Askew, Harris preguntó a Miguel Guadiana Barra, director de la prisión, cuánto tiempo llevaba en el cargo Ballí Treviño. Sorprendido, Guadiana Barra le dijo al periodista que Alfredo Ballí Treviño jamás saldría de la cárcel, no era un servidor, sino un reo y estaba loco.
Esta memoria fue atesorada por Thomas Harris y revelada con motivo del aniversario de su obra. De la misma manera, el primer esbozo que se tuvo del “Dr. Salazar” (quien fuese en realidad Alfredo Ballí Treviño) fue en la primera entrega de la saga de Hannibal, “Dragón Rojo”.
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