El informe que puede poner en aprietos a Donald Trump

El fiscal especial Robert Mueller entregó las conclusiones de su investigación sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016. El Fiscal General decide si se hacen públicas. Todo está bajo un enorme hermetismo

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Robert Mueller y Donald Trump
Robert Mueller y Donald Trump

(Desde Chicago) Terminó la investigación, comienza la especulación. El fiscal especial Robert Mueller entregó al ministro de Justicia (Attorney General) William Barr el informe secreto largamente esperado sobre la interferencia de Rusia en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 y la posible obstrucción de la justicia por parte del presidente Donald Trump. Una investigación que tuvo en vilo al mundo durante dos años, ensombreció la Administración del multimillonario y eventualmente podría llegar a llevarlo a un juicio político.

Barr anunció que espera preparar un informe basado en las conclusiones de la investigación para entregar a las comisiones de Justicia de ambas cámaras del Congreso. Es posible que lo haga el lunes. Pero por ahora no se sabrá el contenido concreto de los datos que recopiló Mueller ni los nombres de los que recomienda llevar a juicio a pesar de que Trump aseguró esta semana que no tiene ningún problema de que el informe se haga público. La decisión está en manos de Barr. También es posible que algunos de los datos consignados en la investigación puedan ser considerados que "deben permanecer secretos por razones de Seguridad Nacional". De todos modos, es probable que en las próximas horas aparezca alguna primicia en los grandes medios y que las redes sociales se llenen de alguna información y muchas mentiras.

Mueller y su equipo trabajaron en absoluto secreto en una oficina de las afueras de Washington que estuvo custodiada por agentes de inteligencia. Sólo ingresaban allí un grupo selectos de abogados e investigadores que sin excepciones debían jurar que jamás abrirían la boca sobre el trabajo y dejar todos los días su teléfono celular en la puerta para que lo revisaran expertos informáticos. Los periodistas de la capital estadounidense se admiraban del hermetismo que logró el fiscal y el hecho de que no se haya filtrado ni siquiera algún dato sobre los funcionarios rusos implicados o las identidades de los hackers que trabajan para el Kremlin y que interfirieron en las comunicaciones durante la campaña para perjudicar a Hillary Clinton, la candidata demócrata que compitió con Trump. No hay que olvidar que 16 organismos de seguridad, entre ellos el FBI y la CIA, coincidieron en afirmar en un comunicado que Rusia estuvo detrás de las maniobras informáticas que podrían haber favorecido al candidato republicano.

William Barr (REUTERS/Kevin Lamarque/Archivo)
William Barr (REUTERS/Kevin Lamarque/Archivo)

El trabajo de Mueller ya presentó cargos contra 34 personas, incluidos seis antiguos asociados y asesores de Trump. Cinco de los más cercanos al presidente se declararon culpables: el ex presidente de campaña de Trump, Paul Manafort; el ex subjefe de campaña Rick Gates; el ex asesor de Seguridad Nacional Michael Flynn; el ex abogado personal Michael Cohen; y el ex asesor de campaña George Papadopoulos. Un sexto personaje, el viejo amigo de Trump, Roger Stone, fue acusado formalmente en enero de mentir al Congreso cuando tuvo que dar testimonio de las maniobras electorales, pero se declaró no culpable y espera el juicio. Veinticuatro de las personas acusadas por Mueller son rusas y, debido a que Estados Unidos no tiene un tratado de extradición con Moscú, es poco probable que vean el interior de la sala de un tribunal.

De todos modos, hasta ahora ninguno de los estadounidenses está acusado directamente de conspirar con Rusia para interferir en las elecciones. Van a juicio por varios delitos conspirativos, entre ellos mentir al FBI y al Congreso, pero aún no apareció la pistola humeante que conecte directamente al Kremlin con una maniobra para colocar a Trump en la Casa Blanca. Habrá que ver si Mueller la encontró y a quién alcanza el disparo.

La investigación del fiscal especial se inició el 17 de mayo de 2017, en el medio de una crisis para el FBI, el Departamento de Justicia y la Casa Blanca. Días antes, el presidente Trump había despedido al director del FBI, James B. Comey. La supuesta razón fue el manejo de Comey de la investigación de 2016 por el envío irregular de mails oficiales de la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton. Pero Trump confesó en una entrevista con NBC News poco después del despido que cuando echó a Comey "estaba pensando en la investigación de Rusia".

La noticia sacudió a Washington. Los jefes del FBI tienen mandato por 10 años para preservar su independencia política y servir bajo más de una administración. Se activaron las alarmas en el Departamento de Justicia y en el Congreso, donde los legisladores temían que el presidente estuviera decidido a poner fin a la investigación del "rusiagate". El entonces Fiscal General, Jeff Sessions, se declaró inhibido de participar de la investigación por su posible conexión, y todo quedó en manos de su segundo, Rod Rosenstein quien eligió a Mueller como fiscal especial a pesar de su independencia y la posibilidad de que se llegara a un informe comprometedor para el gobierno. Mueller es un veterano de la guerra de Vietnam, ex director del FBI, muy apreciado en los medios judiciales y de inteligencia y por los legisladores, tanto demócratas como republicanos.

Si bien desde mediados de 2016 se sabía públicamente que el FBI estaba investigando los intentos de Rusia para interferir en la campaña presidencial, la Justicia ocultó la información de que figuraban entre los posibles implicados varios de los asesores de la campaña republicana que habrían conspirando con los rusos. Apenas Trump se instaló en la Casa Blanca el caso explotó y comenzó a marcar la agenda de Washington. El primero que fue sometido a un interrogatorio por los agentes del FBI que llevaban a cabo la investigación fue el asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn. Le preguntaron sobre sus conversaciones durante la transición con Sergey Kislyak, el entonces embajador de Rusia en los Estados Unidos. Un mes más tarde, Flynn tuvo que renunciar por haber, supuestamente, "engañado a funcionarios superiores de la Administración sobre esas conversaciones". Ahí apareció el posible cargo de obstrucción de la justicia por parte del presidente. ¿Sabía Trump de todo esto y obligó a Flynn a echarse sobre sus hombros toda la culpa para salvar al resto de los funcionarios implicados, incluido él mismo? ¿Interfirió el Presidente en la investigación?

El siguiente en caer fue Paul Manafort por el manejo de las finanzas durante la campaña. Ese caso fue heredado por Mueller. Lo había iniciado casi dos años antes el Departamento de Justicia y el FBI, pero bajo Mueller ganó nueva vida. En octubre de 2017, Manafort y Gates, su mano derecha, fueron acusados de una serie de delitos financieros. El primero ya tiene una sentencia de siete años y medio de cárcel efectiva. Dos meses después, Flynn se declaró culpable de mentirle al FBI. Trump contraatacó con su arma favorita: los tweets. Dijo que todo era parte de "una caza de brujas", desprestigió a Mueller, culpó a la prensa de todo y salió en defensa del presidente ruso Vladimir Putin. Pero no pudo impedir que continuara la investigación y que se hiciera el informe que hoy se entregó al Departamento de Justicia de Washington. Un documento que podría despejar el camino para un proceso de "impeachment" para Trump. Una verdadera bomba en el comienzo de la campaña para las elecciones de 2020.

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