“Tenía sexo y después iba al partido”: las confesiones íntimas de Romario sobre las fiestas, el fútbol y la política

El ex futbolista brasileño de 56 años, senador en su país, ha revelado algunos de los aspectos más íntimos de su vida

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Romario escribió un artículo en el sitio The Players Tribune (Foto: EFE)
Romario escribió un artículo en el sitio The Players Tribune (Foto: EFE)

Uno de los futbolista brasileños más famosos de la historia es Romario, quien no solamente ha sido campeón del mundo con la Seleção sino que también ha brillado en el fútbol europeo y se dedicó activamente a la política cuando puso fin a su carrera profesional. Su vida encierra varios secretos y él mismo se ha encargado de revelarlos en un artículo publicado por el sitio The Players Tribune.

El ex delantero brasileño de 56 años, que vistió la camiseta del FC Barcelona y ha anotado más de 1.000 goles en una trayectoria deportiva que será recordada por siempre, comentó que le gustaba salir de fiesta y tenía la costumbre de tener sexo antes de los partidos.

“Tienes que hacer lo que te funciona. El sexo, para mí, siempre fue la hostia. A veces, el día del partido, me quedaba en casa, apartado del resto del equipo. Si me despertaba con ganas, tenía sexo con mi mujer y después iba para el partido. En el campo, estaba relajado... Ligero”, explicó.

Romario incluso contó que tenía acuerdos para salir de fiesta en algunos clubes: “Es verdad que hice acuerdos que me permitían salir de fiesta, pero nunca faltaba a los entrenamientos. Eso quiero dejarlo muy claro. Se dijo tanta mierda sobre eso: ‘Romário no duerme...’. ¡Sí que duerme! Es que se despierta más tarde. ‘Romário no entrena...’. ¡Sí que entrena! Pero no a las 9 de la mañana. Los directivos lo sabían. Si se lo explicaban a los entrenadores... Bueno, eso ya no era problema mío”.

Romario fue campeón del mundo con Brasil en 1994 (Foto: REUTERS)
Romario fue campeón del mundo con Brasil en 1994 (Foto: REUTERS)

Lo que le ha permitido llevar una vida socialmente activa sin perjudicar su rendimiento sobre el césped es que solamente salía a divertirse, no consumía alcohol ni tampoco drogas. “Jamás he salido de fiesta la noche anterior a un partido. Si había partido el domingo, salía el viernes. Vale, puede que haya pasado algunas veces, pero fue una de cada 10, como máximo. Y, mira, nunca he fumado. Gracias a Dios, nunca he tomado drogas. Nunca he bebido. Ni una sola gota. ¿Quién ha dicho que hay que emborracharse para pasárselo bien? Lo que siempre me ha gustado mucho, eso sí, es la noche”, explicó el ex atacante.

Si Romario tiene ese comportamiento, es en parte porque su padre siempre le insistió con que no bebiera. “Mi padre tenía cinco mandamientos. No hacer volar cometas. No beber vino. No tomar drogas. No dejar que nadie te joda. Y, al estrechar la mano de alguien, agarrarla firme y mirarle a los ojos. ¿Si los he seguido todos? Amén”, apuntó el astro carioca.

En su carta publicada en el sitio The Players Tribune, también se encargó de dejar en claro las razones por las que decidió meterse en política. “Me metí en política por personas como Ivy. Mi hija nació con Síndrome de Down. Ivy me hizo darme cuenta de que necesitaban ayuda y tenían pocos representantes en la política. Ahora soy conocido por defender a esas personas, especialmente las que son menos favorecidas. Tienen el mismo derecho que nosotros a formar parte de la sociedad”, escribió Romario, senador por Río de Janeiro del partido centrista brasileño Podemos.

Romario llegó a ser presidente interino del Senado de Brasil (Foto: EFE)
Romario llegó a ser presidente interino del Senado de Brasil (Foto: EFE)

De sus cuestiones futbolística, se destacan sus recuerdos de la clasificación el Mundial de Estados Unidos 1994, donde tuvo que ser llamado pese a que estaba enemistado con los técnicos porque Brasil lo necesitaba: “Los entrenadores sabían que, si perdían, prácticamente tendrían que abandonar el país. Tuvieron que llamarme de vuelta. Estaba allá para enseñarles a aquellos hijos de puta de la comisión técnica que ellos tenían que haberme llamado antes. Pregúntale a cualquiera que haya estado en el Maracaná aquel día y te dirá que fue quizás el partido más impresionante que ha jugado nunca un futbolista, especialmente con la camiseta de la selección de Brasil. Dos caños, dos vaselinas y dos goles.”

También le dedicó unos párrafos a sus 1.000 goles, que los consiguió cuando tenía 41 años y jugaba en Vasco da Gama. Según explicó Romario, la gesta se demoró más de lo pensado. “Invité a amigos de todo el mundo para ver mi milésimo gol. Hubo quien viniese de Holanda, de Australia, de Miami. Asistieron a un partido, pero no marqué. Entonces vieron otro, y otro... Tres partidos y el puto gol 1.000 no salía. Para un jugador como yo, eso era una eternidad. Todo el mundo se preparó para esa grande fiesta, pero al final ya estaban en plan: ‘Vaya, hermano, ¡marca ya el puto gol!’”, bromeó.

OTRAS FRASES DESTACADAS DE ROMARIO EN THE PLAYERS TRIBUNE

“Cuando fui al PSV, tenía 22 años y jamás había vivido fuera de Río. Yo, un auténtico carioca, acostumbrado a frecuentar la playa de Ramos, la isla del Gobernador, Copacabana, Barra da Tijuca... Jugaba al fútbol en la calle. De repente, estaba en un lugar oscuro y frío. Hombre, una vez llegó a -17 grados. ¿Cómo iba alguien a criticarme por no entrenar? Una vez, estuve tres días sin salir de mi puta casa. Los tíos se preocuparon. Llamaron a mi puerta y no contesté. ¡Si estaba hibernando, tronco!”.

“Siempre me he considerado el mejor. Con eso quiero decir el mejor rematador. Si es imposible rematar, paso el balón a otro. Si es casi imposible, intento rematar. Así es la lógica: si soy el mejor, soy el que tiene el deber de dejar sentenciado el partido, no un compañero, ¿entiendes? Porque era lo mejor para el equipo. Es como en el baloncesto, cuando tienes que hacer una canasta de tres puntos en los últimos segundos. ¿A quién entregas el balón? A Michael Jordan”.

“Cruyff se convirtió en uno de mis mayores amigos en el fútbol. Fue mi mejor entrenador, sin duda. Cuando me trasladé al Barcelona, yo quería el número 11, mi preferido. Pero Cruyff me dio el 10. Le dije: “Mister, es un gran honor llevar el 10, pero prefiero el 11″. Todo el mundo quiere el 10, ¿verdad? ¡Por primera vez fui humilde! Y Cruyff dijo “no”. Me quedé en plan: “Joder, hermano, ¡estoy renunciando al 10! ¿Por qué no?”. Y él me explicó: “Porque en mi equipo el mejor siempre juega con el 10″. El tío te suelta eso... ¿Qué vas a decirle? Tenía que quedarme con el 10 para siempre”.

“Dunga siempre tenía razón. Cuando yo jugaba con el Vasco y el equipo no iba bien, Tita y Roberto Dinamite decidieron que yo, el más joven, tenía que correr en su lugar. Esos tíos tenían mucha experiencia, eran leyendas en el club... Creían que podían hacer lo que les diera la gana.... Me parece que ellos todavía refunfuñaban cuando Dunga pidió la palabra: “Oye, si os referís a Romario, podéis exigirme a mí, que a partir de hoy corro en su lugar. Dejadlo que marque los goles, ¿vale?”. Fue exactamente lo que pasó. Dunga era un tío inteligente. A diferencia de otros...”

“¿Si me arrepiento de algo? Hombre, te lo voy a decir, ya he sido de todo: chulo, presumido, gilipollas, cabrón... La lista es larga. Pero tienes que juzgar cada acción según el momento en que pasó. Yo era un tipo distinto antes, y el mundo del fútbol era un lugar distinto. He venido de la nada. Tuve que luchar mucho para llegar a la cima, y acabé exteriorizando todas mis emociones. Todo lo que he hecho, de bueno o de malo, ha sido con el corazón”.

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