Al nombrar la palabra natación, una de las primeros figuras que se vienen a la cabeza es Georgina Bardach. La cordobesa está entre los tres argentinos que cuentan dentro de su palmarés una medalla olímpica. Tras el oro de Alberto Zorrilla en los 400 libre en Ámsterdam 1928 y la plata de Jeanette Campbell en los 100 libres de Berlín 1936, la bandera nacional volvió a flamear sobre un podio en esta disciplina tras 68 años: consiguió la de bronce en los 400 medley (combinados) en Atenas 2004.
Pero llegar a la gloria deportiva no es fácil, el proceso puede ser duro y desgastante. En el ciclo de entrevistas olímpicas con Infobae, la deportista contó la otra cara de la gloria. De iniciar en la natación de casualidad y sin gustarle el agua, a los sacrificios para lograr una presea, el temor al retiro y cómo es la vida tras dejar de ser anónimo.
— ¿Cómo nació tu vínculo con la natación?
— De casualidad. No me gusta el agua. La verdad es que no soy muy fanática, no me gusta meterme en el río o mar y todo eso. En realidad, vivíamos cerca del club, a una cuadra. En ese momento éramos 3 hermanos, Vicky todavía no había nacido. Fue por una cuestión de seguridad. Pasábamos todo el verano ahí. Algún deporte íbamos a hacer, mi papá siempre quiso que hagamos algún deporte. Hacía hockey y tenis en ese momento, y nadar no me gustaba para nada. Creo que me mandaron desde los 4 años y recién aprendí a los 7. Era llorar todas las clases porque me costaba mucho meterme al agua. Eso se mantuvo después. Yo en realidad quería competir. Sinceramente quería competir. Si hubiese sido por mí hubiese elegido el tenis, pero el primer torneo que tuve fue de natación y dije ‘bueno, sigo acá’. Porque al tenis me faltaba un montón para competir, así que seguí nadando.
— Entonces, fue más de casualidad que por una decisión o preferencia
— Sí, podría haberme dedicado a otro deporte. Algún deporte iba a hacer, eso seguro; y a competir también. Seguro iba a ser un deporte individual, porque el hockey no me cerraba mucho. Creo que fue de casualidad, y la prueba que nadé tampoco fue por una elección. No era buena cuando era chica en una prueba en particular, era pareja en todos los estilos y terminé nadando 400 combinados. Después me encantó la prueba.
— A los 12 años hacías doble turno. ¿Cómo se organizaba con el colegio?
— A los 9 comencé con un sobre-entrenamiento. Luego me cambié de club, y a los 12 empecé con doble turnos a las 4 de la mañana. Nunca me costó. Sí me acuerdo que el día anterior al que iba a hacer doble turno por primera vez no podía dormir de la emoción que tenía. Siempre lo vi como algo que tenía que hacer. Iba a nadar a las 4.15 de la mañana y a las 7 me iba al colegio. Tipo 14 me pasaban a buscar y almorzaba. Y tipo 3, 3 y pico ya estaba en el gimnasio.
— Dijiste que si hacías un deporte, iba a ser individual. ¿Por qué?
— Porque creo que no estoy hecha para hacer deporte en equipo. Es algo que me costó mucho después, cuando me tuve que insertar en la vida laboral. Tuve que entender que no todo pasa por mí, o por mi entrenador, que éramos las dos personas que estábamos ahí. Entender que había muchas más personas involucradas me costó mucho. Creo que no hubiese podido. Aparte lo vi en mi hermano, que hizo hockey de chico también, y no sé si hubiese podido. Yo era muy exigente, no sé si me hubiese sentido cómoda.
— Al ser algo individual, ¿cómo se maneja lo mental?
— La verdad que sólo los últimos años no la pasé tan bien. Sentía la presión. Como que lo hacía porque le tenía miedo al retiro. Era bastante inconsciente, era mucho más el deseo de competir que otra cosa, es como que no pensaba en eso.
— Tu nombre y apellido quedó grabado dentro del deporte olímpico en Argentina. ¿Qué se siente cuando ves los anillos o algo relacionado a los Juegos Olímpicos?
— Es raro lo que me pasa. Cuando estaba en actividad me enfocaba en el torneo, pero fui valorando mucho más todo ese sacrificio estando afuera. Cuando estás ahí es como que es parte de todo y entrás en el ritmo y una cosa te lleva a la otra. Ahora me doy cuenta lo que significa eso.
— ¿Qué significa para un atleta ser olímpico?
— Creo que es el sueño de todos. Particularmente no fue el mío cuando empecé a nadar. Pero creo que una vez que ya empezás a entender un poco más es lo que todo deportista amateur desea. Yo tuve la suerte de participar en varios. Cuando fui a mi primer juego era muy chica y la verdad no entendía lo que significa todo eso. Me acuerdo de haber estado mirando las finales de 400 combinados y decir ‘quiero estar ahí, quiero estar en la final, quiero estar en el podio’. Tuve la suerte de tener un entrenador que me dijo ‘yo no quiero ir más a participar, quiero ir a competir’. Me considero una afortunada.
— ¿Cómo fue participar en tus primeros Juegos Olímpicos con 17 años?
— Fue raro. Si bien había ido a otros torneos con villas, como Panamericanos, Juegos ODESUR o Juegos de la Juventud, en ese me sentí como en mi primer torneo. Ir descubriendo un montón de cosas. Creo que me sirvió para prepararme para Atenas. Primero, por eso, por el deseo de competir. Y segundo, por un montón de cosas que te pueden sacar de tu foco, de tu eje, en cuestión de segundos. El haber ido antes a Sídney me sirvió para luego llegar a Atenas mucho más concentrada.
— ¿Qué te llamó la atención de esos primeros Juegos?
— Yo no entendía nada. Es algo que nunca me imaginé. En ese momento no había tantas redes sociales e Internet, era llegar a un lugar y ‘aaah’. Era compartir con deportistas, cruzarlos en el comedor. Me crucé con deportistas y les pedí fotos. Ahora que lo pienso fueron todos tenistas, ja. Patrick Rafter en Sídney. También me saqué con las hermanas Williams. En Beijing con Roger Federer y Rafa Nadal.
— Tu entrenador, Héctor Bochi Sosa, te dijo que quería competir. En la previa a Atenas fueron a entrenar a La Quiaca. ¿Por qué eligieron ese destino?
— Fuimos a La Quiaca porque tampoco había tanto apoyo y era mucho más cerca y accesible. Era mucho más alto que los otros centros de entrenamiento que había en esa época. Estaba el de Sierra Nevada, que había 2300 metros de altura, y creo que Cachi, con 2100. Salió esta oportunidad, que tenía 3400, y al Bochi le encantó. Fue llegar al extremo de todo. Si podés levantar eso, podés levantar cualquier cosa, me dijo. Fue una cuestión más psicológica que física. Física fue muy dura, pero psicológica fue peor.
— ¿Qué recuerdos te quedaron de Atenas?
— La verdad que fue raro. Supuestamente al principio íbamos a ir los que tienen marca A, que éramos 3. A último momento decidieron mandar también a los chicos que tenían marca B. Eso estuvo bueno, porque fueron más amigas mías, entonces yo estaba chocha. Fue muy tranquilo, estaba muy segura de lo que podía llegar a hacer. Estaba muy confiada de que había entrenado muy bien. Psicológicamente estaba muy bien también. Y con la tranquilidad de no ser el foco, estaban todos pendientes de lo que podía pasar con José (Meolans) y creo que eso me ayudó un montón a mí.
— Algunos catalogaron como sorpresiva tu actuación, pero por lo que contás vos te preparaste para eso...
— Mediáticamente era muy conocido José. Pero para los que conocían de natación no creo que haya sido tanta sorpresa. Yo estaba con un buen tiempo a nivel mundial, ya había hecho final en el Mundial de pileta larga, tenía el Panamericano anterior. Lo de la final no, pero por ahí alguno se podía sorprender con la medalla porque bajé muchos segundos en un par de meses. Sí era algo que estaba entrenando con mi entrenador, incluso era un tiempo que me había propuesto hacer. Lo tenía anotado y le terminé errando por unas centésimas. Entre nosotros dos, en el círculo cercano, sabíamos que podíamos hacerlo.
— En un momento de la carrera ibas sexta. ¿Pensaste que se te escapaba la posibilidad?
— No, yo estaba chocha. Porque las veces que había competido con la ucraniana (Yana Klochkova), que es la que luego ganó, siempre, en todos los otros torneos, tenía una ventaja mucho más grande. En realidad no me fijé cómo venían los otros, miré que estaba mucho más cerca de lo habitual de la ucraniana. Sabía que nadando pecho iba a poder recuperar y que podía hacer la diferencia. Y la fui a buscar a ella en realidad. Lo otro, bueno, pasó. Yo quería competir contra ella.
— ¿Qué se siente cuando levantas la cabeza y ves que saliste tercera?
— No sé, fue raro. Lo había soñado mucho. Lo había pensado mucho. Sabía que era posible, pero igual fue como ‘¿realmente está pasando?’. Llegué esa noche a la Villa, estaba acostada y pensaba si pasó o si lo había soñado. Fue como raro.
— ¿Al principio no caías de lo que habías logrado?
— O sea, sí. No sé. Fue todo muy rápido. Cuando terminé de nadar... Mi papá tiene un silbido muy particular, y él estaba ahí. Yo no lo escuchaba, entonces pensé ‘este se murió de un paro cardíaco’, porque es de emocionarse mucho. Sinceramente lo primero que pensé fue ‘no puedo escuchar el silbido’.
— ¿Y qué recuerdos tenés de esos Juegos Olímpicos?
— Todo, no sé. La verdad es que si ahora lo pienso, lo primero que se me vino a la cabeza fue como una paz, tranquilidad. Me da esa sensación. Todos los Juegos estuve muy tranquila, salvo un ratito antes de competir, que ahí sí me puse nerviosa, pero el Bochi supo tranquilizarme un poco. Pero la verdad, ahora, pensándolo, me da eso. Pienso y recuerdo y es una tranquilidad. Yo no soy muy apegada a la medalla, pero sí a esto. De tantos nadadores tuve la suerte de ser... Bueno, la suerte no, porque me rompí el or… (no termina la palabra) nadando como nadie. Si hay alguien que lo merecía, fui yo. Ahora lo puedo decir, después de mucho tiempo pude aceptar eso. Pero eso es lo que más me gusta, poder haber dicho eso.
— Hay una foto famosa en la que estás con las otras ganadoras (la ucraniana Yana Klochkova -oro- y la estadounidense Kaitlin Sendino -plata-), pero no estás con la corona. ¿Qué pasó?
— Cuando dimos la vuelta olímpica había una parte que pasás muy cerca de la tribuna, donde estaban los nadadores también. Y estaba Joanna Maranhão, que era la que quedó quinta en la final. Es muy amiga mía y mi gran rival durante mis años de competencia. Dársela fue lo que me salió, fue una manera de agradecerle. Yo no hubiese llegado ahí sin su presión. Acá en Argentina no tenía competencia y en Brasil, salvo ella, tampoco. No estábamos en una época del país en la que se podía viajar mucho y tener una rival tan fuerte tan cerca fue parte del proceso, fue parte de ese logro también. Fue una forma de agradecerle a ella.
— ¿Esa rivalidad deportiva te alimentó para ir por más?
— Sí, obvio. A ninguna de las dos les gustaba perder. Éramos muy competitivas. Lo que tenía de bueno Johanna es que era muy versátil, no siempre corría la misma prueba. Eso me ayudó mucho. Si ella corría siempre igual yo me hubiese acostumbrado a correr siempre igual. Sin dudas, sí.
— Después de Atenas quedaste en el centro de la escena al ganar una medalla. ¿Por qué te costó tanto el proceso a Beijing?
— Porque ya no tenía más ganas. Porque se hizo muy difícil el post. Se me hizo muy difícil volver a competir y ver que la dirigencia seguía siendo la misma. Eso fue como ‘uff’. Pensé que después de tener una medalla olímpica iba a poder ir a un torneo y tener la ropa, el viaje ordenado... Y nada. Aparte tuve un par de problemas personales que no vale la pena hablarlos, pero creo que eso por ahí fue la desmotivación más grande. Fue un desgaste muy grande físico y mental el llegar a Atenas y después volver y tener que hacer todo... Pensé que algunas cosas iban a ser más fáciles.
— Declaraste que fue un suplicio ese camino a Beijing
— Son cosas que se dicen. Por ahí los periodistas lo toman muy literal. Pero sí, en ese momento lo sentía así. No estaba muy bien personalmente. Como esperaba el resultado de Atenas, también esperaba el de Beijing. Para mí era mucho más fácil decir ‘estoy lesionada’. Tuve un par de lesiones complicadas antes de ir . Creo que lo más fácil hubiese sido eso. Pero me pareció lo mejor y lo más correcto decir ‘bueno, lo enfrento. Me hago cargo de todo el proceso y me lo saco de encima’.
— ¿La presión que se puso sobre vos influyó en lo que pasó?
— No tanto. Sí que desconcentra un poco y te saca. Yo tenía un ritmo de vida muy tranquilo en Córdoba. Antes de los Juegos todos se empiezan a acordar de los otros deportistas, que no todo es fútbol. Y eso te va sacando un poco de eje. Pero no. Así como me lo tomé en Atenas el foco estaba puesto en otro lado, sabía lo que podía hacer. Acá también.
— Ahora, a la distancia, ¿cómo catalogas tu actuación en los Juegos Olímpicos de Beijing?
— Igual. Malísimo (finalizó en el puesto 36, de 37 nadadoras). Pero creo que, ahora a la distancia y no teniendo tanto miedo al retiro, creo que me tendría que haber retirado mucho antes, ¿no?. Hubo un momento en el que dejé de sentir ganas de competir. Creo que los últimos 5 años de mi carrera, del 2007 en adelante, fueron de más. Y bueno, con el diario del lunes es más fácil.
— Hablas sobre retirarte, pero eras muy joven en ese momento
— Pero creo que había gastado todo lo que tenía. Fue un proceso muy duro el de Atenas. En ese momento no lo sentía así porque era parte de lo que tenía que hacer. Pero ahora, viéndolo a distancia, fue terrible. Como que no me quedó más nada. Y fue un logro demasiado grande y totalmente impensado para lo que era la natación argentina. No me quedaba nada más. No sé cómo explicarlo. Cuando empezás a entrenar decís quiero esto. Pero después no hay nada.
— ¿Ya no tenías ninguna meta por delante?
— No. Pero bueno, pasó así y ya está.
— ¿Qué cambió en tu vida después de ganar la medalla?
— Todo, y nada. Mi esencia sigue siendo la misma, pero todo alrededor cambió. Más que nada el anonimato, que era algo que me gustaba mucho. Ahora creo que estoy en un lugar que me permitió eso, que estoy gracias a ese resultado. No puedo ser tan mala con eso.
— ¿Y cómo es tu relación con la natación?
— Me encanta. Siempre me gustó verla. Me gusta mucho ver torneos de natación, me encanta. No nado hace un montón, pero si estoy pendiente y veo todos los torneos. Me encanta.
— Mencionaste lo del temor al retiro. ¿Cómo afrontaste tu vida después de dejar la natación?
— Muy bien. Antes había intentado dejar de nadar y me costó un poco, fueron 3 meses sin nadar y después volví. Pero en ese momento fue muy fácil. Ya no tenía más ganas, no podía meterme de nuevo a la pileta. Se me hizo muy fácil. Empecé a trabajar ahí nomás, eso me ayudó mucho. Si bien tuve que entender qué era trabajar con otras personas, me acostumbre muy fácil a la vida de retirado. Me encantó, y pude hacer un montón de cosas que no podía hacer cuando nadaba. Eso está bueno. En un momento me costaba mucho el ‘ah, vos sos la nadadora’. Y no, no soy más nadadora. Pero ahora ya está. Se que todo el mundo me va a preguntar eso, pero bien. Estoy mucho mejor de lo que esperaba.
— Si te tuvieses que describir, ¿cómo te describirías?
— Soy curiosa. Soy licenciada en comunicación ahora, tengo una agencia de comunicación en Córdoba. Trabajo en la agencia de deportes de Córdoba desde que dejé de nadar. Y hace 2 años que estoy con un desafío muy grande, y que hacía mucho que no me sentía con tanta energía, como es la parte de género y deporte. Soy eso, ja.
— ¿Cómo ves a tu hermana, Virginia Bardach?
— Es difícil, porque siento a mi hermana como lo mejor. Creo que lo que hizo en Lima, en los Panamericanos, era algo que yo siempre creí que podía hacer. Es muy talentosa. Creo que ella no confía tanto en ella como yo. No sé, no quiero decir mucho más porque no quiero que suene una traición. Cualquier cosa que diga puede generarle presión, y no está bueno.
— Ella estuvo en Río 2016. ¿La ves con chances de clasificar a Tokio?
— Fue un año complicado. Pasaron muchas cosas. Será lo que tenga que ser. No quiero meter presión, pero obviamente me encantaría.
— ¿Le transmitís tu experiencia o preferís no tocar ese tema?
— Le hablo cuando me pregunta. No me gusta meterme, la verdad. Respeto mucho sus decisiones y sus elecciones. Además ella vive en Buenos Aires y yo en Córdoba, entonces no estoy en la diaria, en el día a día. No me parece bueno opinar a lo lejos y decirle ‘che, fijate esto’ cuando no sé lo que pasa y que podría generar cualquier inseguridad que no está bueno. Si me pide algún consejo, obvio. Pero trato de no opinar así porque sí porque sé que puede generar cosas que no están buenas.
— ¿Qué te parece la irrupción de Delfina Pignatiello?
— Me parece muy talentosa. Tiene todas las chances de lograr lo que quiera, pero no te voy a decir si tiene posibilidad de medalla o no porque sería lo mismo que Vicky. A deportistas como ella, como la Lucha Aymar o la Peque Pareto hay que disfrutarlas. No podemos opinar
— ¿Cómo ves a la natación argentina en la actualidad?
— Creo que está en un buen momento. Son muchos nadadores que tienen buenos resultados y que están compitiendo en torneos y ligas. Las chicas que están en Brasil, Santi Grassi en Estados Unidos. Pueden competir mano a mano a nivel mundial. Está muy bueno. Aparte tienen una filosofía que lo toman más como un deporte en equipo, que eso está buenísimo. Creo que está en un buen momento, sin dudas. Y ojalá que sea el disparador para que haya muchos más nadadores.
Edición de video: Mariano Llanes/Fotos: Thomas Khazki/ Video: Matías Arbotto
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