
Uno de los grandes problemas de muchas enfermedades ocurre cuando la persona afectada es asintomática y sigue su vida normal sin saber que puede contagiar a otros.
Así como aprendimos forzosamente con la pandemia de COVID sobre la importancia de identificar a los casos que no presentan síntomas, esto también aplica al dengue, enfermedad que es una epidemia en la Argentina y gran parte de Sudamérica, y ha crecido ahora casi un 700% respecto a la temporada pasada en el país.
La infección por dengue puede ser asintomática, o cursar con síntomas que van desde una fiebre moderada a una fiebre alta incapacitante, con dolor de cabeza intenso, dolor detrás de los ojos, dolor muscular y en las articulaciones, y sarpullidos.
Analizando el primer dato, investigadores de la Universidad de Emory, en Atlanta, Estados Unidos, revelaron cómo aumenta el riesgo de un contagio masivo si se dan tres condiciones: un evento masivo, mosquitos Aedes aegypti y personas enfermas con dengue que sean asintomáticas.
“La cantidad de infecciones ‘ocultas’ vinculadas a un lugar, o los casos de personas infectadas que no muestran síntomas, es el indicador clave del riesgo de dengue”, fue una de las conclusiones de los expertos que encontraron que el 8% de los espacios de actividad humana en el estudio representaron más de la mitad de las infecciones durante un brote de dengue. Y estos espacios “súper esparcidores” se asociaron con un predominio de casos asintomáticos, o el 74% de todas las infecciones.
“Nuestros hallazgos muestran que cualquier intervención de salud pública que se centre sólo en responder a los casos sintomáticos de dengue no logrará controlar un brote. Los casos sintomáticos representan solo la punta del iceberg”, afirmó Gonzalo Vázquez-Prokopec, primer autor del estudio y profesor asociado de ciencias ambientales de Emory.

La fiebre del dengue es causada por un virus transmitido por la picadura de un mosquito Aedes aegypti hembra. Cuando el insecto se alimenta de sangre de un humano infectado con dengue, el virus comienza a replicarse dentro del mosquito. Luego, el virus puede propagarse a otra persona que el mosquito pique días después.
Esta especie de mosquito se alimenta exclusivamente de sangre humana, tiene un rango de vuelo limitado de unos 100 metros y prospera en áreas urbanas en expansión de los trópicos y subtrópicos. Su hábitat preferido es el interior de las casas, donde descansa en la parte posterior de los muebles y en la base de las paredes. Incluso la pequeña cantidad de agua contenida en la tapa de una botella al revés puede servir como vivero para sus larvas.
Alrededor de 500.000 casos de dengue ocurren anualmente en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La enfermedad es causada por cuatro serotipos distintos pero estrechamente relacionados del virus del dengue.
Las personas infectadas pueden tener cierta inmunidad que les impide experimentar efectos notorios, mientras que otras pueden estar gravemente debilitadas durante una semana o más por síntomas como dolores y molestias extremas, vómitos y erupciones cutáneas. La fiebre hemorrágica del dengue, la forma más grave de la enfermedad, provoca unas 25.000 muertes al año en todo el mundo.

Estudio masivo en Perú
Iquitos, una ciudad de casi 500.000 habitantes al borde de la selva amazónica en Perú, es un foco de dengue. Durante más de una década, Vázquez-Prokopec y sus colegas han mapeado patrones de movilidad humana y propagación del dengue en Iquitos.
“Para las enfermedades que se transmiten directamente de una persona a otra, como el COVID-19, lo que importa es con quién estabas cerca. Pero en el caso del dengue, lo más importante es a qué lugar fuiste. Al ser una enfermedad transmitida por vectores, la heterogeneidad del contagio se infiere de la distribución del número de vectores por huésped, lo que podría generar un sesgo importante en situaciones en las que la abundancia del vector y el riesgo de transmisión en el hogar no se correlacionan, como es el caso del virus del dengue”, señaló el experto a cargo del estudio publicado en la revista científica PNAS Nexus.
En el estudio realizado en dos barrios diferentes de la ciudad peruana, que involucró a 4.600 personas, los investigadores querían determinar el verdadero papel de los casos asintomáticos. Las personas sin síntomas pueden continuar con sus rutinas diarias, sin saberlo, infectando a cualquier mosquito que los pique, lo que luego puede propagar el virus a más personas. Las personas estudiadas fueron encuestadas tres veces por semana sobre su movilidad. Estos datos se utilizaron para mapear “espacios de actividad”, como residencias, iglesias y escuelas.

Los participantes del estudio también fueron vigilados regularmente para determinar si experimentaron algún síntoma de dengue. Los análisis de sangre confirmaron un total de 257 casos sintomáticos de dengue durante el período de estudio de seis años. Eso condujo a investigaciones de otros participantes cuyos espacios de actividad se superponían con los casos sintomáticos. Los análisis de sangre confirmaron que más de 2000 de estos contactos basados en la ubicación tenían infecciones de dengue y más de la mitad de ellos informaron que no tenían ningún síntoma perceptible.
Los resultados identificaron el papel de los “súper propagadores” asintomáticos en un brote de dengue. Una pequeña cantidad de los espacios de actividad, o el 8%, se vincularon con más de la mitad de las infecciones y la mayoría de los casos asociados con esos lugares fueron asintomáticos.
El estudio completo y único en su tipo desglosó las infecciones por virus por serotipo y midió la cantidad de mosquitos en los espacios de actividad. “Encontramos que el número de mosquitos en un lugar por sí solo no predice el riesgo de infección”, precisó Vázquez-Prokopec. Pero la predicción del riesgo para un lugar requiere una cascada de circunstancias: una gran cantidad de casos asintomáticos que frecuentan el lugar combinado con altos niveles de mosquitos y un gran número de personas que no son inmunes al serotipo particular del virus del dengue que está circulando.
“Esa es la naturaleza complicada de este virus. Hemos subestimado el papel de los casos asintomáticos en la propagación del dengue. La lección es que debemos centrarnos en la prevención de los brotes de dengue”, sostuvo Vázquez-Prokopec. “Las intervenciones para el dengue durante décadas han sido reactivas. Sin embargo, simplemente reaccionar cerrando una red alrededor de los casos informados de la enfermedad no logrará contener un brote porque faltan los súper propagadores”, agregó.
En general, alrededor del 50 al 70 % de los casos de dengue son asintomáticos, lo que hace que la detección por parte de los funcionarios de salud pública sea poco práctica, y el estudio actual revela que los casos asintomáticos están vinculados a un tercio de la transmisión.
El estudio fue financiado por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE. UU., la Fundación Bill y Melinda Gates, la Universidad de Notre Dame, la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa, el Programa de Investigación de Enfermedades Infecciosas Militares y el programa de investigación de Sistemas de Infecciones Emergentes Globales de la Rama de Vigilancia de la Salud de las Fuerzas Armadas.
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