La lucha de las comunidades machiguengas contra la expansión narco en sus tierras

Por Jack Lo Lau - Especial

Compartir
Compartir articulo
Las comunidades machiguengas de la región de Cusco luchan por sus tierras. No quieren que el narco se apropie de los territorios (Jack Lo Lau / Mongabay Latam)
Las comunidades machiguengas de la región de Cusco luchan por sus tierras. No quieren que el narco se apropie de los territorios (Jack Lo Lau / Mongabay Latam)

En los primeros días de abril, personal de la División Antidrogas de La Convención, en Cusco, encontró en una camioneta 75 kilos de cocaína en el Centro Poblado de Kiteni, Distrito de Echarati. La carga estaba camuflada en la tolva y venía desde el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), a tan solo unos kilómetros de ahí. Esta es una de las rutas usuales por donde sale la droga hacia Puno, para luego distribuirse en Europa y los Estados Unidos.

Se calcula que son aproximadamente unas veinte mil hectáreas de hoja de coca en el VRAEM. Sin embargo, esos cultivos, así como la inseguridad, van ganando espacio hacia campos cercanos. La Convención en Cusco es uno de ellos y cuando viajas por el lugar puedes distinguir su avance. Sin embargo, no todo es negativo en esta zona del sur de Perú. Un grupo de comunidades indígenas machiguengas se resiste a ver su bosque caer.

Inkaare significa lagunas en machiguenga. El nombre se debe a la gran cantidad de agua que hay en el lugar. La Comunidad Nativa está a unas doce horas de Cusco en auto. El camino está lleno de curvas que te mueven inevitablemente por todo el carro como un saco de papas. Para llegar hay que primero pasar por Quillabamba, hasta donde hay una carretera en buen estado. Luego siguen varias horas que se turnan entre una pista llena de huecos y trocha. Pero la vista es espectacular. Todo verde, cielos azules, aves cantando sin descanso. Cataratas y caídas de agua por todos lados te van diciendo que estás en un lugar especial.

La expansión de campos de hoja de coca es una preocupación para las comunidades nativas de Cusco que ven cómo las especies de animales y vegetales desaparecen (Jack Lo Lau / Mongabay Latam)
La expansión de campos de hoja de coca es una preocupación para las comunidades nativas de Cusco que ven cómo las especies de animales y vegetales desaparecen (Jack Lo Lau / Mongabay Latam)

Es por ello que, desde hace unos años, Inkaare junto a otras comunidades machiguengas decidieron hacer más explícito sus ganas de conservar. Junto al Gobierno Regional de Cusco y con el apoyo de COMARU y la ONG Conservación AmazónicaACCA, están buscando el reconocimiento de parte de su territorio como Área de Conservación Regional (ACR). Le pusieron ese nombre en honor a uno de los símbolos más representativos de la zona: Urusayhua. La montaña más importante y alta del distrito de Echarati, conocido como el Apu o el Celoso Guardián.

"La conservación nos da seguridad en todo sentido: alimentaria, salud, tranquilidad. Nuestra decisión por conservar solo confirma lo que venimos haciendo hace mucho y sin que nadie nos lo pida. En otros lados ya nos hay bosques, como en el VRAEM. Los árboles nos ayudan a respirar, a nosotros y a todos. Queremos educación, seguridad y salud", dijo el Presidente de la Comunidad Nativa de Inkaare, Edinson Pascual.

Las más reconocidas comunidades nativas proponen al gobierno crear un área protegida (Jack Lo Lau / Mongabay Latam)
Las más reconocidas comunidades nativas proponen al gobierno crear un área protegida (Jack Lo Lau / Mongabay Latam)

Son siete las comunidades machiguengas involucradas en esta propuesta: Aendoshiari, Compirushiato, Inkaare, Manitinkiari, Mazokiato, Tipeshiari y Tivoriari. La más lejana del Cusco es Tipeshiari, para la que hay que ir unas diez horas en auto y luego caminar ocho a paso ligero. Todas ellas están pidiendo el reconocimiento de 260,146.83 hectáreas, divididas en dos polígonos separados. Si se logra, sería la quinta más grande del Perú y la primera en Cusco y en todo el sur del país.

Involucrará a los distritos de Vilcabamba, Santa Ana, Kimbiri, Villa Kintiarina, Villa Virgen y Echarati en la provincia de La Convención. Y uno de sus principales objetivos es conservar las cabeceras de cuenca, que son las fuentes de agua para este rincón cusqueño. Esta propuesta de ACR va desde los 750 hasta los 4000 metros sobre el nivel del mar. Se ha registrado 981 especies de plantas, 647 especies de animales, 47 especies de escarabajos y 41 especies de mariposas. De las cuales, 56 especies de flora y fauna tienen un tipo de amenaza. Y cuatro especies de plantas (Ceroxylon weberbaueri, Podocarpus oleifolius, Celtis iguanaea, Budleja montana) y una especie de ave (Cinclodes aricomae) se encuentran en peligro crítico.

Tres de las especies más representativas de estos bosques, como el oso de anteojos (Tremarctos ornatus), el puma (Puma concolor) y el otorongo (Panthera onca) se encuentran en estado vulnerable ya que van perdiendo territorio por la deforestación causada por los campos de cultivo y la ganadería que realizan los colonos.

"Se está priorizando Urusayhua en toda la región porque tenemos impactos fuertes por el cambio climático. Tenemos mucha agua y es nuestra responsabilidad redistribuirla y protegerla en toda la región", declaró el Gerente de Recursos Naturales del Gobierno Regional de Cusco, Miguel Ángel Atausupa Quin, uno de los más preocupados por promover esta ACR. "Todavía tenemos que trabajar fuerte en conservación y promocionar nuestras áreas naturales protegidas. Es un reto mejorar nuestros accesos y darle viabilidad económica a la zona. Cusco es más selva que andino, y tenemos que resguardar toda la cultura que tenemos", afirmó Atausupa.

La conexión

En Inkaare, las casas no están juntas. Están separadas por caminatas de veinte o treinta minutos. Lo único que queda en el mismo lugar, es el colegio, el salón comunal y la cancha de fulbito que nunca falta en una comunidad. Entre las casas están las chacras. En esta comunidad nativa, como en las demás del Alto Urubamba, la gran parte de sus cultivos son solo para autoconsumo. Lo único que comercializan es el cacao, el café y el achiote. No tumban árboles para vender, solo para hacer sus casas y puentes. Aunque en otras épocas fueron timados por gente que venía de afuera y les ofrecían un sencillo por llevarse uno. "Los colonos llegaron a tumbarse todo. Nosotros solo usamos los árboles para hacer nuestras casas. Se aprovecharon de la necesidad y la ignorancia, y les ofrecían 15 o 20 soles por árbol tumbado. Y como no sabían el valor del dinero, los engañaban. Ahora ya no se dejan, pero es algo tarde", cuenta José Kaibi, vicepresidente de COMARU, organización que representa a las comunidades nativas de la cuenca del río Urubamba.

(Jack Lo Lau / Mongabay Latam)
(Jack Lo Lau / Mongabay Latam)

Unos kilómetros más cerca al VRAEM y a cuatro horas de distancia en camioneta, está la Comunidad Nativa de Aendoshiari, de unos ciento cincuenta habitantes, al igual que en Inkaare. Ahí sus pobladores recuerdan que antes de que llegue la carretera hace no más de diez años, la vida era totalmente diferente. "Nadie pasaba por aquí. Todo era muy tranquilo. No había los derrumbes que hay ahora. Caminábamos mucho. Para llegar a Kentoshiari (noventa minutos por la carretera) podía tomar dos días. Antes dormíamos con nuestras kushmas al lado del fuego. Ahora nos abrigamos con frazadas y pantalones", dijo el presidente de la comunidad Antonio Carpio, que también se da cuenta de cómo ha cambiado el bosque en este tiempo. "Ya no vemos animales como antes. Se deben de haber ido lejos. El clima también ha cambiado, ahora llueve en cualquier momento y dependiendo de la temporada hace más frío y calor que antes", sentenció Carpio, mientras caminábamos para conocer sus cultivos de café y una ligera garúa de diez minutos iba cayendo sobre nosotros.

¿Qué son las ACR?

Según el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas del Perú (Sernanp), "son espacios de territorio nacional reconocidos, establecidos y protegidos legalmente por el Estado. Estos tienen gran importancia para la conservación de la diversidad biológica y demás valores asociados de interés cultural, paisajístico y científico, así como por su contribución al desarrollo sostenible del país".

"La creación de las ACR ha tomado mayor impulso hace unos diez años. Los Gobiernos Regionales se han visto más comprometidos y han entendido a la conservación como algo importante en sus gestiones. Eso también es gracias a la sociedad civil que ha identificado lugares importantes para la generación de desarrollo y les han pedido a los GORE involucrarse en esto", declaró Jessica Olivera, responsable de la Unidad Operativa Funcional base física de la Dirección de Desarrollo Estratégico del Sernanp, una de las responsables de la creación de las Áreas de Conservación Regional. Desde el 2005 hasta la fecha, se han reconocido dieciocho Áreas de Conservación Regional en todo el país. La primera fue Cordillera Escalera en San Martín, en el norte de Perú. Y la región que tiene más es Loreto, en el corazón de los bosques amazónicos, con cuatro: Comunal Tamshiyacu Tahuayo, Alto Nanay-Pintuyacu-Chambira, Ampiyacu Apayacu y Maijuna Kichwa.

"Seguir generando ACR es la mejor manera para seguir conservando el conocimiento ancestral. Si perdemos el conocimiento, perdemos todo. Y Cusco deja de ser lo que es. Porque la gente no solo viene por Machu Picchu, sino viene por toda la cultura que tenemos y saberes ancestrales: en el campo, en la vestimenta, en la música", comentó Miguel Ángel Atausupa.

Cambios en la vida

La costumbre machiguenga era vivir solo de la caza y la recolección de frutos. Sin embargo, los animales se han alejado y también cada vez hay menos árboles frutales. Es por ello que ahora cultivan plátano, uncucha, mani, caña, café, cacao y yuca principalmente para su autoconsumo. Se estima que hay cerca de quince mil machiguengas, principalmente distribuidos en la cuenca del río Urubamba (Cusco) y un poco menos en el Manu (Madre de Dios). A pesar de los cambios, ellos se adaptan y saben que con un área de conservación van a poder tener la seguridad que tanto necesitan y exigen.

(Jack Lo Lau / Mongabay Latam)
(Jack Lo Lau / Mongabay Latam)
(Jack Lo Lau / Mongabay Latam)
(Jack Lo Lau / Mongabay Latam)

"Lo que llama más la atención de la zona de Urusayhua, es el estado de conservación. Muchos de estos bosques son casi vírgenes. Y eso es gracias a las poblaciones machiguengas. Si no fuera por ellos, estos bosques hubieran desaparecido. Han vivido miles de años aquí y tenemos que respetar su territorio y sus costumbres", afirma Jim Farfán, actual jefe del ACR Choquequirao, que trabajó por varios años en estos bosques de La Convención.

"Ahora que estamos sintiendo los impactos del cambio climático a nivel mundial, estas áreas van a permitir que los recursos no se terminen. Y a su vez, queremos rescatar los conocimientos ancestrales. Si bien el cambio climático se está acelerando, este se ha dado siempre. Y estas poblaciones han desarrollado conocimiento durante miles de años para hacerle frente a estos impactos. Tenemos mucho que aprender de ellos", puntualizó Caballero.

Si bien las comunidades machiguengas del Alto Urubamba quieren mantener sus costumbres, también buscan desarrollarse económicamente. Es por ello, que cada comunidad está buscando maneras con el apoyo de sus municipios. En Aendoshiari han implementado una "piscigranja" gracias al apoyo de la municipalidad de Echarati, que ya les entregó tres mil alevinos para empezar este emprendimiento. "Esta es nuestra tierra. Podemos cultivar, vivir tranquilos. En otros lados hace cada vez más calor. Queremos conservar el bosque para que no haya contaminación. Para que los ríos sigan hablando y no se sequen", declaró Carpio.

Recorrer este lugar de la selva de Cusco es un privilegio. Así como conocer comunidades milenarias que convivieron mucho tiempo con el bosque sin pasarlo por encima, sino conversando y buscando vivir siempre en paz. Es paradójico que ahora pidan al Estado conservar, cuando ellos nunca necesitaron un contrato para hacerlo. Los tiempos han cambiado y ellos se adaptan también. Sin necesidad de tumbarse todo en nombre del desarrollo económico.

 

* El artículo original se publicó en Mongabay Latam.