La dura historia de Antonio Grimau: “Lo que me ha salvado fue aferrarme a la vida con uñas y dientes”

A días del estreno de su próxima película el prestigioso actor recuerda cómo nació su vinculo con el peronismo, revela sus esperanzas sobre la llegada de la vacuna, y deja una pista sobre su presente y el amor: “¿Qué puede suceder cuando uno mira el pasado y dice ‘otra vez’?”

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Antonio Grimau charló en exclusiva con Teleshow antes del estreno de "Angélica"
Antonio Grimau charló en exclusiva con Teleshow antes del estreno de "Angélica"

“Tengo esperanzas en la ciencia”, dice Antonio Grimau sobre la posible llegada de una vacuna que termine con la pandemia de Covid-19. “La humanidad ha pasado muchas. Confío en que esta se pueda superar”, afirma el actor, que de poner el pecho y salir adelante en la vida puede dar cátedra.

Con solo 12 años Grimau perdió a sus padres y a dos de sus hermanos. Siendo un niño, tuvo que salir a trabajar de lo que surgiera. Primero por necesidad y luego en búsqueda de su profesión, el artista fue construyendo su carrera paso a paso. Su vocación es uno de los pilares que lo mantuvo a flote, incluso en los peores momentos.

“En algunos episodios de mi vida lo que me ha salvado es un ánimo vital. Aferrarse a la vida con uñas y dientes es fundamental”, se sincera Antonio, que en 2010 perdió a su hijo: Lucas tenía 36 años. “Algunas heridas no cicatrizan nunca, y otras van cicatrizando de a poquito”, reflexiona en esta entrevista con Teleshow.

El próximo 19 de noviembre Grimau estrena Angélica. El filme dirigido por Delfina Castagnino ganó el premio principal del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en 2019, y se proyectará por Cine.ar.

Trailer de "Angélica" la nueva película de Antonio Grimau

—¿Cómo te impactó anímicamente este año?

—Mal. Cuesta sobreponerse a tanta tragedia, tantos muertos, tantas víctimas. Entre el aislamiento, las noticias y el futuro tan incierto, es muy duro. Quiero ser esperanzado, tener fe en el resultado que pueda dar la vacuna, pero reconozco que esta época ha sido terriblemente dura. Además, con respecto a nosotros, los actores, la falta de trabajo...

—Con las cosas que te han tocado en la vida, cuando llega una situación tan inesperada como una pandemia, ¿cuál es la reacción? ¿Uno ya se siente más curtido o es más bien: “¿Esto también? ¡No te lo puedo creer!”?

—Exactamente, es eso: “¿Esto también tenía que pasarme?”. Dicen que es inútil preguntarse: “¿Por qué a mí?”. Por alguna razón debe ser, y hay que ponerle el pecho. No queda otra.

—¿Estás esperanzado con la llegada de la vacuna?

—Tengo esperanzas en la ciencia y creo que va a ser la solución. La humanidad ha pasado ya muchas torturas desde el punto de vista de virus, infecciones y demás, y se han ido superando. Confío en que esta, por dura que sea, se pueda superar. Además, me preocupa mucho el futuro de mis hijas, de mis nietas.

—¿Cómo fue el vínculo con ellas durante estos meses?

—Con mis nietas, necesariamente el vínculo es alejado porque están en Merlo, San Luis, de modo que ha sido por WhatsApp o videollamada. Con mis hijas, Antonia vive conmigo, y mi otra hija es la madre de esas cuatro nietas, así que también es lejana la relación, pero siempre muy afectuosa. Trato de estar muy presente a pesar de esa lejanía.

Angélica es un thriller de suspenso y tu personaje tiene un vínculo muy especial con la protagonista. ¿Cómo se lleva Antonio Grimau con el playboy?

—Supo abandonarlo a tiempo para no caer en el ridículo. Hubo una buena porción de mi carrera que tuvo que ver con el galán, y el galán, todos sabemos, tiene fecha de vencimiento. Hay que saberlo visualizar para no terminar siendo un galán excesivamente maduro. Es una etapa que veo con mucho cariño, me abrió muchas puertas.

—El personaje de Angélica mezcla la ficción que ve en la televisión con la realidad. ¿Te ha pasado quedarte pegado a un personaje, o que el público quede enganchado y te hagan reproches por la calle, por ejemplo?

—Hay personajes que por afecto o por el resultado que dieron en su momento están más cercanos a uno en el tiempo, pero nunca me pasó que fuera algo conflictivo. Sí me he comido algún que otro insulto cuando hacía de malo, sobre todo por parte de algunas mujeres. Una señora en la Plaza San Isidro fue caminando por lo menos dos cuadras a la par mía diciéndome cosas terribles cuando hacía Jano en Soy gitano. ¡Y eso que Jano era un malo tierno! Entre los gitanos directamente era un ídolo, y entre la gente joven me volvió a poner, de alguna manera, en la charla. Caía muy simpático el personaje.

—¿De qué depende que aceptes una propuesta? ¿Qué tiene que tener un proyecto para que te seduzca?

—Básicamente, que me conmueva de algún modo, que me entusiasme el personaje, la historia, la movilización que me puede producir quienes van a llevar adelante la dirección del proyecto o el texto mismo. La primera lectura, si bien hago por lo menos tres o cuatro lecturas antes de decidirme, la primera impresión que me provoca un guión o una obra de teatro es lo que me decide. En el caso de Delfina Castagnino, la directora, había hecho un primer filme -este es su segundo- que había caminado muy bien, con muchos elogios por parte de la crítica.

—Sos un hombre que ha sido más fuerte de lo que vos mismo creías capaz. ¿Cómo se aprende? ¿De dónde se saca esa fortaleza?

—En los afectos cercanos, en el amor que uno puede tener, en la suerte de haber encontrado una vocación, en el trabajo mismo y en aferrarse a la vida. En algunos episodios de mi vida lo que me ha salvado es un ánimo vital por la vida, por las ganas de vivir y rescato eso por encima de todo. El aferrarme a la vida con uñas y dientes es fundamental. El tener motivos y ganas de seguir estando en este mundo. Ese empuje es importantísimo. No bajar los brazos, no caer en la desesperación. Pensar que si alguien nos abandona no va a querer vernos mal, sino todo lo contrario. Después, algunas heridas no cicatrizan nunca, y otras van cicatrizando de a poquito.

—En ese recorrido has trabajado de todo. En algunos momentos por necesidad, y luego en la búsqueda de la vocación. ¿En qué decís: “Si yo hubiera tenido que trabajar de esto estaba sonado”?

—Como bailarín soy un perfecto paquete de yerba. ¡Que encima ahora está carísima! No, no es mi fuerte. Por supuesto que uno ensaya, un coreógrafo te puede marcar, como pasaba en Hello Dolly, pero…

—¡Estabas impecable en Hello Dolly!

—Una hermosa relación con Lucía (Galán), con todo el elenco. Gente maravillosa. Lucía es una mujer sensacional, una profesional increíble. Antes de la función siempre proponía reuniones del elenco diciéndonos cosas divinas, y cada noche un integrante distinto decía qué le provocaba estar en Hello Dolly. Muy linda esa previa de la función. Lucía enamora, es una mujer maravillosa. Joaquín (Galán), otra maravilla de persona. Es gente de muy buena madera.

—En alguna charla que tuvimos me contaste que a los 8 años nació tu amor por Evita cuando te regaló una primera pelota.

—Así fue, de la Fundación. Uno tenía que enviar una carta, y al poco tiempo, sin demasiadas expectativas, me llega en un sobre marrón una pelota, desde luego desinflada, Nº 5 de cuero, con aquel tiento que te rompía la cabeza cuando la cabeceabas. Una emoción enorme. A partir de ahí, después ya mayor, me interesé mucho por toda la tarea que desarrolló Eva, y me ganó el corazón en todo sentido. Tengo la suerte de vivir en la calle Austria, que converge adonde estaba la residencia presidencial. He ido muchísimas veces a recorrer el lugar donde, lamentablemente, fue destruida la mansión que tenían como vivienda. Esas cosas increíblemente brutales de cierta gente que no respeta la historia. Fue una mujer de una fortaleza increíble que dejó todo en aras del pueblo. Soy pueblo y me sigo sintiendo pueblo, y no quiero olvidarme ni renegar de mis orígenes. Mi viejo laburante, mi vieja ama de casa. Siempre tuve el corazón muy cercano al de Eva.

Antonio Grimau y Leonor Manso (Carlos Furman)
Antonio Grimau y Leonor Manso (Carlos Furman)

—Ese nene de 8 años, además de estar recibiendo una pelota, estaba siendo escuchado y por una figura como la de Eva. Imagino que también se abre la posibilidad de soñar, de sentir que uno iba a conseguirlo.

—Indudablemente. Recibir esa pelota fue muchas cosas juntas, no solamente recibir un regalo de la Fundación sino una respuesta de alguien... Poco menos que era una santa, de acuerdo a lo que escuchaba en esa época, y esa santa me contestó y me dio su amor a través de esa pelota.

—¿Cómo es hoy tu vínculo con el peronismo?

—Hay muchas cosas que rescato del peronismo, otras que cuestiono, pero estoy muy cercano a la ideología peronista.

—¿Cómo te has sentido liderado por Alberto Fernández en este año?

—No me gustaría estar en sus zapatos porque cuando se disponía a un gobierno que nos sacara del pozo y poner toda la energía en eso, que de todos modos se está haciendo… Hay que esperar porque esta pandemia nos afectó a todos de una manera tremenda, y afectó los planes del Gobierno. Confío mucho en Alberto Fernández y creo que va a ser importante su paso por el Gobierno.

—Ojalá pronto estemos más amigados los argentinos.

—Es fundamental. En 1950 Argentina llegó a la final de básquet con Estados Unidos y como era apoyado por Perón, la gente que no estaba de acuerdo con él rogaba que Argentina perdiera ese Mundial. Esas cosas que uno dice: “No lo puedo creer”. Argentina llega a la final con Estados Unidos en básquet, la fuerza más grande en ese deporte, y la ideología hacía que alguna gente deseara la derrota. No obstante, fuimos campeones. Pero, ¿cómo se puede llegar a extremos tan absurdos? Confundir tanto todo, sea de cualquier lado que fuere. Esas son las cosas que hay que corregir de manera urgente: tenemos que ayudarnos los unos a los otros. No hay otra salida. Ni individual ni de ninguna otra índole. Unirnos. Parece un mensaje utópico, pero es la única manera.

—¿Cómo está el corazón de Antonio Grimau? ¿Está noviando?

—Está en una situación extraña. Con el tiempo te vas a enterar.

—Tengo tres alternativas: te separaste, te vas a casar, vas a ser papá.

—Hay una cuarta.

—Dame una pista.

—¿Qué puede suceder cuando uno mira el pasado y dice “otra vez”?

—¡No me digas!

—Te la dejo picando. No hay más que eso, una posibilidad, nada más...

—Si hoy tuvieras una charla con ese nene que a los 8 años recibía su primera pelota, ¿qué le dirías?

—En principio le diría: “Tan mal no te fue, le pusiste garra y dio resultado". Y también: “Seguí esperanzado, para tu espíritu es lo mejor que te puede pasar. Seguí aferrado al amor, a los afectos, y a lo que te hace tanto bien y te ha salvado, que es tu vocación”.

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