La oligarquía vacuna y el despido de Ginés

Con tantas víctimas y tan brumosas explicaciones sobre la posibilidad de avanzar con el plan de inmunización, la revelación de Verbitsky hizo volar todo

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Ginés González García, ex ministro de Salud (Franco Fafasuli)
Ginés González García, ex ministro de Salud (Franco Fafasuli)

Al revelarse con una intención ingenua, tipo anécdota simpática, o como una bomba de profundidad, lo que a estas alturas hay es un club de amigos del poder político, influencias de todo pelaje y un estallido ético con las vacunas.

Un estallido ético es en gran medida una novedad de proyección grave en un país, el nuestro, donde se permite como cuestión corriente acomodarse y enchufarse en algún lugar sin trabajar y sin mérito. Una novedad peligrosa. Un desastre.

Por eso, con cincuenta mil muertos -no digamos pavadas, se habla de la muerte- colarse antes de los viejos, de los enfermos crónicos, de los esenciales, filtrarse y vacunarse, saltar la fila, jugar a la taba de morir o vivir, descompone. Con tanta muerte y tanta pobreza. Si las grandes crisis exigen líderes lúcidos y limpios, estamos en el horno.

Con tantas víctimas y tan brumosas explicaciones sobre la posibilidad de vacunar, esa espoleta hizo volar todo. Los sinvergüenzas abundan en el mundo, pero entre nosotros es un oficio, una artesanía, una actitud aceptada y ahí está el olor imposible. Impregnada de política baja pero inmisericorde y en la posibilidad de violencia, el hecho de que existían y existen privilegios para amigos vacunados en la sombra acaba como argumento.

Ginés González García, Carla Vizzotti y Alberto Fernández
Ginés González García, Carla Vizzotti y Alberto Fernández

Las vacunas llegan a los ponchazos, sin confianza en la rusa y ya en pocas cosas -la confianza nunca se recupera-, se produce una rajadura doble: la sanitaria y la política. Pobres y con sinvergüenzas en acción y poderosos, son muchísimos los argentinos que en este momento no tienen destino.

No se trata de picardías y tonterías que pasan siempre: es que esas tonterías le quitan a los argentinos que realmente las necesitan la posibilidad de inmunizarse con las pocas vacunas que hay y vivir. Tampoco se trata de Ginés, un político y médico de gran experiencia y talante agradable. Se metió en el pantano, se encajó y el juego del tablero de lucha interior le cortó la cabeza. Una pieza. Lo demás es mayor: una batalla, siempre la misma, interna, turbia, donde millones de personas quedan cada vez más desnudos.

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