
A casi tres décadas de tomar las riendas de su imperio familiar, María Asunción Aramburuzabala, la mujer más rica de México, se encuentra en plena transición para dejar un legado sólido y bien estructurado a sus hijos. A diferencia del caos que vivió tras la muerte de su padre en 1995, hoy lidera una sucesión ordenada y profesional desde su firma de inversiones, Tresalia Capital.
En ese entonces, Aramburuzabala tenía poco más de 30 años, dos hijos pequeños y un entorno empresarial que no perdonaba debilidades. Su padre, Pablo Aramburuzabala, falleció sin dejar clara la ruta de sucesión, y en cuestión de semanas empezaron a llegar personas “autodesignadas” que aseguraban tener control sobre los negocios familiares, particularmente en Grupo Modelo, la cervecera que cofundó su abuelo en 1925.
“El mundo se nos derrumbó”, confesó en entrevista años después. Amigos, enemigos y conocidos reclamaban el mando. Pero ella supo tomar el timón. En 1996 fundó Tresalia, acrónimo de Tres Aliadas (su madre, su hermana y ella), y al poco tiempo fue nombrada vicepresidenta de Grupo Modelo. Encabezó negociaciones clave como la venta final a Anheuser-Busch InBev en 2013 por más de 20 mil millones de dólares. Su familia obtuvo al menos 3 mil millones de esa operación.
Hoy, con casi 62 años —la misma edad que tenía su padre al morir— Aramburuzabala no quiere repetir la historia. Por eso, ha incorporado a ejecutivos de talla global para profesionalizar su family office y preparar el camino para sus herederos. Desde hace tres años, Rodolfo Pérez, ex Goldman Sachs, dirige Tresalia como CEO. A él se sumaron Antonio González Anaya, ex Credit Suisse, y Bruce Zimmerman, ex director de inversiones del fondo de Ray Dalio.

Esta estructura busca dar solidez a la firma y permitir que sus hijos, Pablo y Santiago Zapata Aramburuzabala, tengan tiempo para encontrar su lugar dentro del negocio familiar sin las presiones que enfrentó su madre. Ambos ya participan en proyectos estratégicos. En febrero, los dos se incorporaron al consejo de la filial española de Barry’s Bootcamp, empresa de fitness vinculada a Tresalia. Pablo, el mayor, también figura como director general y encabeza la división de capital privado.
“Parte de mi misión es que la transición sea superganadora”, declaró Aramburuzabala en un pódcast de 2021. Y lo está logrando. Mientras deja los reflectores empresariales, se dedica más a sus pasiones: los viajes, la fotografía de animales y el buceo en aguas profundas, afición que ha compartido con sus hijos.
Además de dejar una fortuna estimada en 8,200 millones de dólares, según Bloomberg, Aramburuzabala está construyendo un legado de organización, visión y continuidad, algo poco común entre los multimillonarios latinoamericanos. Una encuesta reciente de UBS reveló que casi la mitad de las family offices en la región no tienen un plan de sucesión. Pero en su caso, ese plan ya está en marcha y apunta a una transición ejemplar.
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