
Nota anterior:
● Retrocultura Activa | Policenauts: la otra joya olvidada de Hideo Kojima
La extraña ciudad de Wicked City: sexo, horror y neón en la frontera del anime
Hablar de Wicked City es como abrir una puerta a un Tokio que nunca dormía, un lugar donde cada neón parpadeante esconde un demonio y cada sombra puede devorar tu cordura. Estrenada en 1987, esta película dirigida por Yoshiaki Kawajiri fue, para muchos, la primera prueba de fuego que demostraba que la animación japonesa no era —ni de lejos— un terreno exclusivo para historias dulces o fantasías de robots. Aquí no hay mechas ni escolares entrañables: hay sexo, horror y una atmósfera cargada de sudor y fluidos oscuros.
Adaptación de una novela de Hideyuki Kikuchi —el mismo autor detrás de Vampire Hunter D—, Wicked City se convirtió en un referente del anime adulto, tan transgresor como elegante. Es una puerta giratoria entre el cine negro, la fantasía sobrenatural y el erotismo más perturbador. Una frontera por la que se filtra lo monstruoso hacia lo humano y viceversa, haciendo imposible saber de qué lado estamos realmente.

Si Ninja Scroll era una katana que cortaba mitos de samuráis, Wicked City es un callejón húmedo iluminado por neones, donde demonios y humanos negocian la supervivencia y la lujuria con la misma moneda. Y, como toda obra de Kawajiri, lo que parece un simple pacto de paz se convierte en un festival de cuerpos retorcidos, metamorfosis horrendas y escenas que aún hoy incomodan a quienes creen que la animación es solo para niños.
Bienvenidos una vez más a este rincón de Retrocultura Activa, donde celebramos esos mitos animados que tus padres jamás habrían aprobado… pero que igual encontraste. Cerrá la puerta, corré las cortinas mentales y preparate: hoy volvemos a ese Tokio infernal donde humanos y demonios se cruzan en la noche para recordarte que, a veces, lo verdaderamente prohibido no se esconde en los sueños, sino justo frente a tus ojos.

Entre noir y horror corporal
Wicked City no es una simple historia de buenos contra malos. Es un noir existencial empapado de sudor y fluidos, donde la frontera entre deseo y peligro se borra cada vez que Makie transforma su cuerpo en trampa o cuando un demonio surge de un ascensor, fundiéndose con paredes y víctimas. Kawajiri convierte cada escena erótica en una emboscada de pesadilla, donde el sexo y la muerte bailan pegados y los cuerpos no obedecen reglas humanas.
Para entender por qué esta película impactó tanto hay que volver a esos años ochenta, cuando la animación japonesa empezaba a mostrar su filo más adulto. Mientras en Occidente la mayoría veía al anime como “dibujos animados para chicos”, en Japón ya se gestaban obras que tomaban el erotismo y la violencia como materia prima. Kawajiri no inventó la fórmula, pero la llevó a una crudeza visual que pocos se atrevieron a replicar.
En Wicked City, el erotismo no es solo un recurso narrativo, sino que resulta ser una grieta en la carne, un recordatorio de que el cuerpo humano es débil, maleable e incluso corruptible. Makie encarna esa idea: protectora y a la vez predadora, aliada y enemiga de Taki, mitad amante y mitad avispa letal. El guion juega todo el tiempo con esa tensión. ¿Se puede confiar en alguien que en cualquier momento puede transformarse en tu peor pesadilla? ¿Se puede amar a un monstruo? Kawajiri responde dejando que lo tácito sea siempre incómoda.

Un festín de sombras, neón y mutaciones
Visualmente, la película es un banquete de sombras, luces de neón y pasillos que respiran. Cada transformación demoníaca es casi artesanal, con cuerpos que se abren, lenguas que serpentean como cables eléctricos, insectos que anidan donde no deberían. Esta imaginería conecta con lo que David Cronenberg exploraba en sus filmes de horror corporal, exponiendo a la carne como terreno de exploración y repulsión.
Pero Yoshiaki Kawajiri le suma algo típicamente japonés, como la fusión con el folklore y la mitología, filtrada a través de una ciudad moderna. No hay castillos góticos ni cementerios, sino oficinas, hoteles, autopistas. El mal se esconde en el ascensor de tu edificio o en un bar decadente, camuflado bajo un vestido ajustado y una sonrisa húmeda.

Cyberpunk sin implantes, pero con suciedad
Muchos relacionan Wicked City con el auge del cyberpunk japonés. Aunque no hay implantes mecánicos ni redes virtuales, la atmósfera es hermana de Akira, Bubblegum Crisis o Cyber City Oedo 808, esta última también dirigida por Kawajiri. Hay una ciudad indiferente que traga cuerpos y los escupe retorcidos. Hay detectives que no duermen, neón que ilumina charcos de sangre y un sexo siempre latente como energía sucia, imposible de apagar.
El guion de Kikuchi, adaptado por Kawajiri, funciona como un thriller de conspiraciones: agentes dobles, traiciones, facciones en guerra. Pero donde otra historia hubiera optado por explicar en detalle la política entre mundos, Wicked City elige sumergirnos en una atmósfera que dice más que cualquier parlamento. La tensión se construye entre jadeos, disparos y tentáculos que se deslizan por habitaciones de hotel.

El jazz sucio que acompaña el horror
El apartado musical potencia esa oscuridad. La banda sonora, con sintetizadores ásperos y saxos que gimen como gatos callejeros, convierte la ciudad en una trampa húmeda de asfalto y pecado. Es una película que pide ser vista a medianoche, cuando uno duda de qué se esconde tras la puerta del pasillo.
Hoy es fácil rastrear la influencia de Wicked City. No solo en la obra posterior de Yoshiaki Kawajiri —que repetiría cuerpos mutantes y erotismo incómodo en Demon City Shinjuku, Ninja Scroll y su segmento Program de The Animatrix— sino también en toda una generación de fanáticos del horror y la ciencia ficción. Su ADN se ve en videojuegos que exploran la coexistencia entre lo humano y lo monstruoso, como Parasite Eve, Silent Hill, Resident Evil… todos comparten esa herencia de la carne traicionera.

Un VHS clandestino que nunca muere
En Occidente, Wicked City fue una especie de VHS de culto. Muchos la vieron editada, recortada o con subtítulos hechos en fotocopias casi ilegibles. Pero eso no detuvo su expansión. Al contrario, había un rumor de que existía una versión “más explícita” que multiplicaba el poder de la leyenda. En convenciones de anime de los noventa, siempre había alguien vendiendo copias clandestinas, prometiendo escenas que tu imaginación rellenaba con más horror del que realmente mostraba.
Una parte fascinante de Wicked City es que nunca fue pensada para todos. No es una historia amable ni se preocupa por la corrección política. Hay escenas que hoy serían polémicas incluso dentro del fandom del anime adulto. Y sin embargo, ahí radica parte de su atractivo, al mostrar lo que “no se debe” mostrar, en jugar con la incomodidad como elemento narrativo, en recordarnos que la animación puede molestar, perturbar y dejar preguntas abiertas cuando se apagan los créditos.

El legado: Kawajiri y su frontera peligrosa
A nivel técnico, la película es un testamento de la era dorada del celuloide pintado a mano. Cada mutación, cada plano de la ciudad iluminada por tubos fluorescentes, cada gota de sudor dibujada con precisión, habla de un oficio que se hacía sin atajos digitales. Hoy, cuando la animación depende de retoques y filtros, Wicked City resalta como pieza casi artesanal.
En Japón, Wicked City forma parte de una trilogía espiritual con Demon City Shinjuku y Cyber City Oedo 808. No porque compartan personajes, sino porque exploran la misma pulsión, esa urbe como pesadilla viva, el héroe solitario que se hunde en un mundo de criaturas que lo superan, y una atmósfera que mezcla lo sobrenatural con el crimen organizado y la corrupción moral.

Casi cuatro décadas después, este exponente del anime adulto sigue ahí, esperando a ser descubierto por quien se atreva. No hay remake, ni live action ni versión suavizada que haya conseguido domesticarla. Es un pacto secreto que se renueva cada vez que alguien vuelve a darle play en la madrugada, buscando un tipo de placer incómodo, una pesadilla elegante que se mete bajo la piel.
Para quienes crecieron viendo esta película en copias pirateadas, Wicked City sigue siendo la prueba de que la animación puede mostrar lo que la carne real no se atreve a filmar. Y ahí, entre sombras y neón, Makie y Taki siguen custodiando esa frontera. Un umbral que se abre solo para quienes aceptan mirar la ciudad torcida detrás de la ciudad normal. Una ciudad que nunca duerme. Una ciudad que nunca se limpia.
Más Noticias
REVIEW | Avatar: Fuego y Cenizas - Cómo subirse a un juego en un parque de diversiones
Se estrena el tercer film de la saga de James Cameron en una aventura que ahora suma una nueva tribu al mando de los Na’Vi

Nacon retrasa el lanzamiento de Terminator: Survivors y elimina el modo cooperativo
Tras meses de pruebas y retroalimentación, Nacon optó por retrasar y reformular el título

Larian Studios anticipa que el nuevo Divinity seguirá la vía de Early Access impulsada por Baldur’s Gate 3
Larian Studios apuesta por la mejora iterativa y la participación activa de la comunidad para su próximo gran RPG

Cult of the Lamb sumará su próxima expansión Woolhaven, en enero
La expansión Woolhaven amplía la historia y los desafíos de Cult of the Lamb en todas las plataformas activas

Where Winds Meet supera los 15 millones de jugadores en un mes y planea una expansión gratuita
La propuesta jugable y el lanzamiento multiplataforma fueron claves en el crecimiento explosivo de Where Winds Meet


