¿Por qué nos gusta tanto el olor de los libros? El motivo por el que provocan calma y nostalgia

El perfume de los libros, desde nuevas ediciones hasta antiguas, suma un valor sensorial y emocional

Guardar
Aroma de los libros (Adobe
Aroma de los libros (Adobe Stock)

Regalar libros es un acto que se ha consolidado como una costumbre que trasciende generaciones y gustos, pero recibir uno encierra un ritual que comienza en el momento en que se rasga el envoltorio del papel de regalo y se percibe el olor inconfundible que emana cada una de sus páginas. Incluso quienes no se consideran lectores habituales reconocen el atractivo de ese olor, que se ha convertido en un elemento universalmente apreciado.

La fascinación por ese aroma de los libros es una cuestión que va más allá de un simple gusto o nostalgia. Según ha explicado Yohan Cervi, profesora de la Escuela Superior del Perfume de París, al diario Midi Libre, este olor resulta acogedor porque “no se percibe como hostil”, ya que “no es un olor animal, humano ni alimentario. No puede ser nocivo. Evoca calma, concentración, silencio”.

La variedad de los aromas

La docente ha detallado que los libros nuevos suelen desprender notas minerales, mientras que los ejemplares antiguos desarrollan matices más dulces, amaderados y melosos a medida que el tiempo transforma sus componentes. Este proceso de degradación lenta libera moléculas aromáticas que contribuyen a la complejidad olfativa de cada volumen.

Los ejemplares recién impresos desprenden una fragancia limpia y mineral, mientras que los más antiguos adquieren una densidad que recuerda al polvo, a la madera o incluso al té que ha reposado mucho tiempo. Esta evolución olfativa puede evocar sensaciones de hierba seca, serrín, papel reciclado o muebles viejos, y suele asociarse a espacios como desvanes, iglesias o bodegas. Es un olor discreto, oculto prácticamente, que permanece en la penumbra y que se percibe al entrar a una librería.

El aroma de los libros, entre la ciencia y la memoria

La singularidad de este aroma también ha despertado el interés de los científicos. En 2017, unos investigadores propusieron que el olor de los libros antiguos fuese reconocido como patrimonio mundial inmaterial de la UNESCO, en reconocimiento a la capacidad para evocar recuerdos y reforzar el vínculo con la historia. El estudio, publicado en la sección Heritage Science de la revista Nature, identificó las moléculas responsables de este olor: cido acético (vinagre), varios aldehídos superiores como el octanal (cítricos), heptanal (afrutado) y hexanal (hierba cortada), vanilina (vainilla), ácido benzoico (miel), así como compuestos furanoides (éter) y furfurales (serrín, heno, almendra). Estas sustancias son las que se emplean en la elaboración de fragancias de interior con aroma a libro o biblioteca, que ya comercializan diferentes marcas.

Aumenta el uso de libros de texto frente a dispositivos electrónicos en el curso escolar. (Europa Press)

Sin embargo, la posibilidad de preservar la “receta” del olor de los libros antiguos no garantiza que este perfume permanezca inalterable. Como ha señalado Yohan Cervi, “los libros tienen una memoria de los lugares. El papel es poroso. El olor de una biblioteca, de una casa, de una librería, de una bodega, de una habitación… permanece en su interior. Por eso dos libros idénticos pueden oler de forma diferente”. Esta capacidad de impregnarse del entorno convierte a cada ejemplar en un testigo olfativo de su propia historia, capaz de absorber y conservar las esencias de los espacios que ha habitado.

La dimensión sensorial de los libros físicos se revela así como un elemento insustituible, especialmente en fechas señaladas como la Navidad. Estos pequeños paquetes que se deslizan bajo el árbol no solo contienen historias escritas, sino también una memoria aromática que los convierte en regalos atemporales y característicos de la celebración. Los libros siguen siendo un símbolo indiscutible de la festividad, en parte porque resulta difícil imaginar la Navidad sin su presencia.

Más allá de su valor literario, el libro físico se ha consolidado como un objeto que apela a los sentidos y a la memoria colectiva. El simple gesto de abrir un volumen y dejarse envolver por su fragancia puede transportar a la infancia, a tardes de lectura en silencio o a la atmósfera de una librería antigua. Esta experiencia multisensorial, que combina el tacto, la vista y el olfato, refuerza el vínculo emocional con la lectura y explica por qué, a pesar del auge de los formatos digitales, el libro impreso mantiene su vigencia como regalo y como símbolo cultural.