
La reina Sofía ha vuelto a ocupar el foco institucional al participar este jueves, 30 de octubre, en un acto de profundo simbolismo en la Embajada de Tailandia en Madrid. La madre de Felipe VI ha acudido para firmar en el libro de condolencias por el fallecimiento de Su Majestad la reina Sirikit Kitiyakara, consorte del recordado monarca Bhumibol Adulyadej. Vestida de riguroso luto, doña Sofía ha rendido homenaje a una figura muy apreciada en Asia y en la comunidad internacional, conocida por su compromiso con la artesanía, el desarrollo rural y la protección del medioambiente.
A sus 85 años, la reina emérita mantiene intacto su papel dentro de la Corona. En cada aparición pública demuestra una presencia constante, discreta, pero fundamental. En esta ocasión, ha optado por un conjunto sobrio y elegante: una chaqueta de paño cruzada con su característico broche de libélula, pantalón satinado negro y perlas como accesorio principal. Con gesto sereno, ha saludado a quienes esperaban su llegada antes de rendir tributo a la difunta soberana tailandesa, fallecida el pasado 24 de octubre a los 93 años en Bangkok.
La reina Sirikit, madre del actual monarca, Maha Vajiralongkorn (Rama X), fue un referente de modernización y diplomacia cultural durante más de seis décadas. Su labor social y su cercanía con el pueblo tailandés le valieron el respeto de líderes internacionales, entre ellos la propia Sofía, que mantuvo trato con la familia real tailandesa desde los años setenta.

La reaparición pública de doña Sofía se produce en un contexto de especial atención mediática hacia la familia real. Apenas un día antes, los reyes Felipe y Letizia viajaban a Valencia para encabezar un homenaje a las víctimas de la DANA; no obstante, la noticia de la semana la protagoniza Juan Carlos I, quien publicará sus memorias el próximo 5 de noviembre en Francia y de las cuales ya conocemos algunas de sus claves más importantes.
En el libro, escrito en colaboración con la periodista francesa Laurence Debray, el rey emérito rompe su silencio y aborda sin tapujos episodios personales y políticos de su vida, incluidos los que afectan a su relación con Sofía. Y es que, según los extractos adelantados por la prensa francesa, Juan Carlos dedica pasajes enteros a su esposa, a quien describe como “la madre de mis hijos, una reina extraordinaria y un apoyo emocional fundamental e irremplazable.
En sus páginas, el monarca reconoce las diferencias que los distanciaron, pero también el respeto y afecto que continúan uniéndolos tras más de sesenta años de matrimonio. “No tiene igual en mi vida, y así seguirá siendo, aunque nuestros caminos se hayan separado desde mi partida de España. Es una mujer excepcional, íntegra, bondadosa, rigurosa, devota y benevolente. La personificación de la nobleza de espíritu. España no podría haber tenido una reina más entregada e irreprochable… Somos diferentes, pero compartimos el mismo sentido del deber”, escribe el antiguo jefe del Estado.
El libro incluye, además, una reflexión sobre un episodio reciente: la intención de Sofía de viajar a Abu Dabi para visitar a su marido, un gesto que, según relata, fue finalmente desaconsejado por Casa Real. Juan Carlos confiesa su gratitud ante ese intento y resalta la fidelidad de la reina incluso en los momentos más complejos.
Un monarca que busca su propia versión
Reconciliación promete ser una obra reveladora. A través de sus páginas, Juan Carlos I busca recuperar su voz después de años de retiro y controversia. “Tengo la sensación de que me están robando la historia de mi vida”, afirma en uno de los fragmentos difundidos. El exmonarca repasa los momentos de gloria de su reinado, como la Transición democrática, pero también los episodios más oscuros, desde el caso Nóos hasta su relación con Corinna Larsen, a la que califica como “un error que lamento profundamente”.
También se refiere con tono filosófico a su propia mortalidad, asegurando que le gustaría descansar en el Panteón de Reyes de El Escorial, aunque admite que no sabe si será posible: “Actualmente, me parece que nada está decidido ni organizado. La única certeza es el proceso tradicional de la puesta en el pudridero: una ceremonia lúgubre. Está lleno, pero hay espacio para construir otro. ¿Qué decidirá el Gobierno? Todo está en sus manos. Es una cuestión de presupuesto y de voluntad”.
En el libro, el padre de Felipe VI se presenta como un hombre reflexivo, dispuesto a asumir errores, pero también decidido a reivindicar su papel en la historia reciente de España. Explica que durante dos años tuvo todos los poderes del Estado; “el poder de indultar o de refrendar la pena de muerte. No tuve que hacerlo, ya que si hubiera dicho que no entonces, los generales me habrían derrocado”, recuerda, subrayando los dilemas que enfrentó durante los primeros años de su reinado.
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