
Con 26 años, Kate Crawford estaba agotada. Madre de tres hijos, todos menores de 3, sufría constantes dolores de cabeza y de estómago, e incluso una vez acudió a urgencias con un dolor de espalda punzante. Le dijeron que así era la maternidad.
Sin embargo, ella no se quedó tranquila y se hizo un autoexamen de mama. Le diagnosticaron cáncer en estadio 4 con 28 años y le dijeron que le quedaban dos años de vida.
En agosto, Crawford recibía su tratamiento contra el cáncer número 200. Ella comparte lo difícil que fue luchar contra esa enfermedad durante 13 años, mientras criaba sus hijos.
“No me fue fácil quedar embarazada. Mi primera hija, Shannon, falleció a los tres días de nacida”, comparte Kate en la revista People. “Shannon cambió mi vida. Juntas, nos enfrentamos a la muerte. Ella murió en mis brazos. Tengo miedo, pero no tengo miedo, y todo es por ella”.
La maternidad y la lucha
Después de la muerte de su hija, Kate pensó que si volvía a pasar, su vida se acabaría. Pero volvió a ocurrir. Kate sufrió un aborto espontáneo al principio del segundo trimestre.
Cinco meses después, Kate se enteró de que iba a tener sus hijas gemelas, Grace y Lily. Cuando regresaron a casa del hospital, Kate pensó: “Dios mío, finalmente soy mamá”.
Su hijo, Stephen Jr., nació prematuro aproximadamente ocho semanas y recibió siete terapias diferentes, cinco días a la semana. Le diagnosticaron con un tipo de parálisis cerebral.
“Cuando nació mi hijo, me hicieron un corte desde debajo del pecho hasta la pelvis. Tuve que operarme la vejiga y hacerme una histerectomía”, comparte Kate. Durante todos estos trámites médicos, ella se preocupaba por sus tres hijos menores de tres años.
Así, cuando empezó a sentirse mal, lo atribuyó a todo el conjunto de factores. La vida era un caos, pensaba Kate, y se suponía que tenía que estar cansada todo el tiempo. Sin embargo, el dolor fue empeorando y, además, la mujer sufría una tos persistente.
El diagnóstico
Cuando fue al ginecólogo, Kate le contó sobre su cansancio, el dolor de espalda y mencionó que sentía el pecho un poco raro. Así le hicieron una mamografía.
Kate recuerda la cara del médico y la preocupación que leyó en ella. Pero Kate pensaba que ya había pasado por mucho, que había luchado tanto para ser madre que el universo no le podía lanzar esto.
Se hizo la mamografía la próxima semana. Con tan solo 28 años, los médicos no pensaban que fuese nada serio, pero los resultados resultaron preocupantes y le pidieron programar una biopsia.
El día del 41 cumpleaños de su marido, Kate recibió una llamada de la enfermera, diciéndole que tenía cáncer de mama. Kate lloró pensando que esta no podía ser la vida real.
Cuando la cirujana le preguntó si le pasaba algo más, Kate dijo que estaba perfectamente. Pero su marido, que estaba con ella, agregó que le dolía la espalda, que estaba cansada todo el tiempo y que tenía una tos que no se le quitaba, además de malestar estomacal.
Kate insistía que estaba bien. “Creemos que las madres tienen que ser fuertes y no preocuparse por sí mismas para criar a los hijos.”
Esa noche, le dijeron que el cáncer ya estaba en etapa cuatro, cubriendo por completo el hígado, la pelvis, la columna vertebral y ambos senos.
“¿Voy a morir? ¿Voy a dejar a mis bebés?”, fue la primera pregunta que hizo Kate.
“Vamos a tratar de no permitir que eso suceda”.
La lista de deseos de mamá
En ese momento, Kate se prometió a sí misma que incluso si le dieran un 1% de posibilidades de sobrevivir, lo intentaría. En 2013, cuando tenía 28 años y tres pequeños en casa, Kate empezó la quimioterapia. Fue semanalmente durante un año y medio.
Kate creó lo que llamaba La lista de deseos de mamá: cosas extravagantes como grandes viajes, y cosas pequeñas como enseñar a sus pequeños a leer. Elaboraron la lista juntos y Kate añadía cosas como verlos ir al baile de graduación, verlos sacar una nota alta: todas las pequeñas cosas que los padres dan por sentado, pero que para Kate eran extraordinarias y quería celebrarlas. Así, enfocó sus esfuerzos en poder tachar estas cosas de su lista.
Ese primer año, todos sus amigos, familia y la comunidad en la que vivían unieron fuerzas para ayudar a Kate a cumplir la lista. Ella sentía que era una paradoja, ya que a pesar de que se estaba muriendo por dentro, pero estaba experimentando una serie de cosas bonitas con su familia.
Según el diagnóstico inicial, le quedaban entre 18 y 24 meses. Pero el tiempo fue aumentado y hoy, Kate lleva trece años luchando contra la enfermedad.
Cada año la madre tiene un momento para reflexionar y pensar: “Bueno, ¿y si este es el último año?”.
La enfermedad y la familia
Lo único que quiere en su vida es crear recuerdos con su familia y que no recuerden el pasado con tristeza, que los hijos supieran que su madre estuvo presente.
Kate quiere compartir su historia con la gente, porque no quiere que nadie se sienta solo en la lucha. Ella comparte cuál es la realidad de vivir con la enfermedad, una realidad que muchos no ven desde fuera, pero que ella siente por dentro y vive con el dolor todos los días.
En 2022, Stephen Jr. enfermó gravemente y le descubrieron un tumor cerebral. Él había visto su madre luchar contra la enfermedad y, Kate sabía, era igual de fuerte que ella. Ahora está estable.
Kate comparte que su marido es su mayor apoyo, como padre y esposo, y le está muy agradecida. “Es mi apoyo incondicional. No creo que pudiéramos lograr nada de esto sin él”.
Ahora, Stephen Jr. tiene 15 años y las gemelas 17. Kate recuerda haber llorado porque no creía que les iba a ver ir al kínder. Y ahora las niñas empiezan el último año.
“Mis hijos me dieron las ganas de vivir, y les estoy enseñando a vivir.”
Sin más listas de deseos
A medida que se hace mayor, Kate no necesariamente anota estas experiencias en su lista de deseos. No se niega a vivir la vida si la oportunidad se presenta, pero prefiere no planificar, porque no sabe dónde estaré el año que viene.
Kate ha llegado a la conclusión de que suceden cosas malas sin orden ni razón. Ahora se acuerda de todo y sabe que, pase lo que pase, todo va a salir bien.
Una nueva vida
La madre admite que esta no es la vida que había imaginado, pero que a veces, viendo a alguno de sus hijos, o mientras está en el jardín alimentando a sus patos, piensa “¡Qué vida tan maravillosa!”
Sus hijos le dieron las ganas de vivir y ahora ella les está enseñando a hacerlo.
“Esta vida es tan hermosa, y no puedo creer que me hayan dado la oportunidad de estar en este mundo y vivirla.”
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