“Me iba a morir, así que investigue mi enfermedad y encontré la cura”: la historia del doctor David Fajgenbaum

Los tratamientos convencionales fallaron, pero una sustancia destinada a trasplantes permitió a un paciente revertir un diagnóstico letal

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Le dijeron que moriría, pero
Le dijeron que moriría, pero encontró su propia cura y ahora salva a otros. Imagen: LinkedIn/ David Fajgenbaum)

David Fajgenbaum tenía 25 años cuando estudiaba medicina en la Universidad de Pensilvania. “Recuerdo que tomé mi examen final, me quedé atascado en una respuesta y pensé: ‘¿A quién le importa? Estoy a punto de morir’”, relató en una entrevista a CNN.

Poco después, su cuerpo colapsó y fue diagnosticado con enfermedad de Castleman, un padecimiento tan raro que no tenía tratamiento aprobado.

“Tomó once semanas hacer un diagnóstico: una enfermedad rara llamada Castleman. Pero no había cura. Un sacerdote me leyó mis últimos ritos. Me despedí de mi familia y me preparé para morir”, escribió en su libro Chasing My Cure.

Una lucha contrarreloj

Una quimioterapia de emergencia logró estabilizarlo, pero las recaídas se sucedieron una tras otra. “Durante el año siguiente recaí tres veces. Cada una casi me mata. La última fue la peor. Pasé un mes en la UCI y se necesitaron siete quimioterapias diferentes para traerme de regreso”, explicó.

“Para entonces, había alcanzado la dosis máxima de quimioterapia que un humano puede tolerar. Los médicos me dijeron que no tenía y que la próxima recaída ciertamente me mataría”, añadió.

Frente a la inminencia de la muerte, tomó una decisión radical: investigar por su cuenta: “Solo tenía una esperanza. Una pequeña esperanza, pero una esperanza. Tuve que curar la enfermedad yo mismo”.

“Se necesitan mil millones de dólares y diez años para crear un nuevo medicamento; yo no tenía ni el dinero ni el tiempo. Mi única oportunidad era descubrir un medicamento existente que funcionara”, señaló.

El hallazgo en su propia sangre

Fajgenbaum dedicó meses a revisar artículos científicos, elaboró hojas de cálculo con enfermedades similares y escribió más de 2.000 correos a especialistas de todo el mundo. Pero fue el estudio de su propia sangre lo que cambió el rumbo.

“Comencé a estudiar muestras de mi propia sangre, pero se me acabó el tiempo. Otra recaída me devolvió a la UCI; desde mi cama de hospital le pedí al médico que me cortara uno de los ganglios linfáticos. Lo llevé al laboratorio y descubrí una proteína en particular llamada mTOR que estaba haciendo que mi sistema inmunológico se acelera. Y fue entonces cuando lo supe. Sabía por mi investigación que un medicamento llamado Sirolimus inhibe mTOR”.

La píldora de 20 dólares

Convencer a su médico no fue fácil. “Mi médico dudaba en recetarlo; no había investigación que respaldara mi teoría. Pero se arriesgó y en cuestión de días mis síntomas comenzaron a desaparecer. Todavía tomo la píldora todos los días, once años después”, confesó.

El fármaco, usado principalmente en pacientes trasplantados, costaba apenas 20 dólares al mes. “¿Cómo no encontraron una droga de 20 dólares al mes que pudieran tomar oralmente que ha salvado su vida ahora por más de un décimo?”, cuestionó el propio Fajgenbaum.

Casi 92.000 médicos españoles reciben ‘detalles’ de las farmacéuticas: uno solo se llevó 146.397 euros.

De paciente a pionero

Superada la enfermedad, su misión se amplió: encontrar tratamientos ocultos en medicamentos ya existentes. “Nunca he podido pasar por una farmacia sin pensar: ¿cuántas curas escondidas estarán ahí? Si la usamos para esta enfermedad o para aquella, podríamos salvar miles de vidas”.

Ese enfoque lo llevó a fundar Every Cure, un centro de investigación dedicado a la reutilización de fármacos. Hasta hoy, su equipo ha identificado 14 medicamentos capaces de tratar enfermedades raras. “A través de mi trabajo he podido salvar miles de vidas, al reutilizar catorce medicamentos diferentes”, afirmó.

Una vida que parecía imposible

Más de una década de aquel diagnóstico, David está vivo, sano y ha formado una familia. “Pude casarme con mi esposa y tener dos hermosos hijos”, compartió.

“Dios no bajó del cielo con una cura, pero puso en mi corazón el valor de seguir luchando. Eso fue suficiente”, sentenció.