
En el pasado, no existían fertilizantes ni sustancias que tuvieran la función de potenciar el crecimiento de las cosechas. A pesar de esto, los labradores sabían buenos consejos naturales para cuidar los terrenos y conseguir que la recolección fuera generosa.
Entre los gestos más sorprendentes que hoy en día ya casi está en desuso es enterrar una cabeza de pescado al pie de las tomateras. Esta medida natural cuenta con una eficacia asombrosa para alimentar la planta a largo plazo.
No es un mito ni una leyenda urbana, es una técnica basada en un principio biológico que los pueblos indios de América ya utilizaban para el cuidado del maíz. Hoy en día muchos jardineros están llevando a cabo este truco y están obteniendo resultados muy sorprendentes.
Concentra alta cantidad de nutrientes
En la parte de la cabeza, el pescado contiene nutrientes concretos esenciales que favorecen al crecimiento de los tomates, entre ellos nitrógeno para el follaje, fósforo para el enraizamiento y la floración, calcio para la solidez de los tejidos y oligoelementos para la vitalidad general.
A diferencia de un fertilizante, la descomposición lenta del pescado en el suelo propaga estos elementos de forma progresiva. Como consecuencia, el resultado del proceso se convierte en una fertilización lenta, pero continua. Además, el hecho de enterrarla justo debajo del cepellón, la zona de tierra junto a las raíces, hace que la relación entre los nutrientes y la raíz sea más directa y duradera.

Pasos a seguir para realizar la técnica
No basta con esconder un resto de pescado al azar bajo tierra. Es necesario tener en cuenta algunas reglas para que esta técnica sea realmente eficaz. Entre los pasos a seguir, contamos con:
- Elegir una cabeza de pescado fresca o descongelada, se recomiendan pescados como la caballa, sardina, trucha, etc.
- Colocarla en el fondo del hoyo de plantación, a unos 20 ó 25 centímetros de profundidad.
- Cubrir el cepellón de la planta con 5 a 10 centímetros de tierra.
- Regar generosamente para que la tierra se asiente bien alrededor de la planta.
- Evitar romper la cabeza para que se descomponga más lentamente y no desprenda olor.
- Nunca dejarla a menos de 10 centímetros de la superficie, para evitar atraer animales.
Gracias a estos pasos, la planta agarra mejor y más rápido en la tierra, las hojas se elevan y las primeras flores no tardan en salir. Llevar a cabo este proceso no implica que no se eche fertilizante, es más se puede espaciar el aporte de fertilizantes más adelante, ya que la cabeza de pescado actúa suavemente durante varias semanas.
Resultados visibles en los cultivos
Los jardineros que han probado este método confirman que los tallos de las plantas son más gruesos, las hojas más verdes y la floración se produce antes. Los tomates suelen estar mejor formados y son menos propensos a la podredumbre apical, producida por la falta de calcio en la planta. Además, las plantas resisten mucho mejor a las amenazas del temporal.
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