
La contaminación del agua puede ser catastrófica. En los últimos años, se han destapado varios casos de empresas que vertían residuos en lagos, ríos, mares o pantanos de forma ilegal. El impacto puede ser enorme, pues no hay un método de propagación de cualquier sustancia tóxica mejor que el agua. Los sistemas de tuberías y canales la extienden por todos los núcleos urbanos.
En el norte de Italia se desató hace unos años un enorme desastre medioambiental relacionado con este problema. La empresa química Miteni fue acusada de verter contaminantes en fuentes de agua que abastecen a 350.000 personas. Vicenza, Verona y Padua fueron las regiones afectadas. La sustancia era el PFAS, unos componentes químicos sintéticos que dañan profundamente la calidad del agua.
“Envenené a mis hijos”
A la acusación oficial contra la empresa química, se ha sumado la acción civil de los habitantes de los pueblos afectados. Elisabetta Donadello, de 50 años, es una de las miles de madres que ha descubierto que “envenenó a sus hijos” por consumir agua contaminada desde pequeña. Ha decidido demandar a Miteni.
Sus dos hijos, de 8 y 10 años, han sido diagnosticados con altos niveles de PFAS en la sangre. No tienen ningún problema de salud, pero esta sustancia se ha relacionado con el daño hepático, el colesterol alto, las respuestas inmunes reducidas y varios tipos de cáncer. Su madre los sigue con atención y se asusta cada vez que sufren algún malestar.
Vive a 12 kilómetros de la fábrica de Miteni, ahora cerrada. Contaba con un pozo familiar que utilizaban para regar su jardín y huerto. Dejó de utilizar el pozo en 2015 y lo entregó a científicos de la Universidad de Padua para estudiar su contaminación. Durante años, consumieron verduras regadas con esta agua.
Se han echado a perder muchas plantas y cultivos. Las frutas y verduras no tienen ningún sabor que indique su mal estado. Esto hace todavía más difícil convencer de su peligrosidad a vecinos que han plantado y consumido esos productos durante toda su vida. Donadello confía en lograrlo mediante “datos irrebatibles, expuestos de forma clara y fidedigna”. Serán su base en la batalla en los juzgados que comenzará contra la empresa acusada.

Cierra la empresa pero sigue la contaminación
La planta de Miteni fue cerrada en 2018. Las investigaciones demostraron el enorme y terrible impacto del PFAS vertido por esta empresa. Sin embargo, las consecuencias no desaparecen tan fácil. Las personas que han consumido esta sustancia se encuentran contaminadas, mientras que gran parte de los terrenos han quedado en desuso.
Por ello, Elisabetta Donadello ha decidido iniciar esta disputa judicial contra la compañía química. Cuando observa los prados verdes y los terrenos se emociona, recordando lo importante que fueron en su vida y la desgracia que han terminado siendo.
Su vida, y la de miles de personas de esta zona de Italia, se ha visto totalmente alterada. Pierden una fuente de ingresos, una forma de obtener alimentos y añaden la preocupación por su salud. Las aguas contaminadas han demostrado ser uno de los problemas naturales más negativos.
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