Leo Harlem: “El problema no lo veo con Vinicius, sino en los campos pequeños de fútbol donde los padres se pegan e insultan”

El cómico protagoniza ‘Como Dios manda’, una cinta en la que interpreta a un hombre cuadriculado y anclado en el pasado. “No puede ser que el fútbol sea una zona de exclusión de la legalidad”, relata

Compartir
Compartir articulo
Leo Harlem en la presentación de 'Como Dios manda'
Leo Harlem en la presentación de 'Como Dios manda'

“Debemos ser menos exclusivistas y herméticos”. Dos términos con los que Leo Harlem (León, 1962) no se siente cómodo. Cuando el humor vertebra su carrera, resulta complicado definirse como tímido o convertir esos adjetivos en una personalidad completa y robusta. Recibe a Infobae España en plena promoción de Como Dios manda, una comedia en la que muta al rol de invitado que arruina la cena de Nochebuena.

Andrés Cuadrado, el personaje al que interpreta, daría un contrato indefinido a los máximos exponentes de la cultura de la cancelación. Es paternalista, racista, homófobo y vive anclado en un pasado que muchos se empeñan en hacer regresar de las cenizas. Un hombre de principios inamovibles que, sin embargo, sí se presta al cambio. “Mientras estamos quietos el mundo avanza y hay que ir con el mundo”, afirma.

Aunque su interpretación está enmarcada en la ficción, la actualidad parece haber sido milimétricamente guionazada para dar cabida al personaje. Entre el debate de si España es o no racista y las elecciones tocando la puerta de cada vecino, Harlem afirma: “Hay que escuchar, procesar y luego emitir una opinión”.

Te puede interesar: El emotivo discurso de Carme Elías sobre su vida con alzhéimer: “Ahora voy marcha atrás, desaprendiendo”

¿Cómo ha sido lo de interpretar a un cuñado, literalmente hablando, en la gran pantalla?

Nos llegó el guion y nos gustó mucho. Es un personaje muy chulo, tiene un punto muy duro al principio, pero luego tiene buen corazón. Había momentos en el rodaje en los que nos quedábamos perplejos de estupor, porque dice muchas perlitas, pero luego cambia y eso es bonito. Andrés Cuadrado es un personajazo, es un Jack Nicholson en Mejor...imposible, un tío bruto, un cabeza de cemento. Él vive en un mundo paralelo con otros valores, pero cuando entra en contacto con la actualidad salta del siglo XIX al XXI, o incluso el XXII.

Te puede interesar: Alice Campello recuerda el parto en el que temió por su vida

¿Permite la sociedad actual a perfiles así vivir esa metamorfosis, pasar de tener una opinión a otra muy distinta de forma orgánica?

Creo que el gran problema de todo es que la gente se posiciona en un sitio cómodo y ve a los demás con una distancia irrecuperable. La cordialidad es lo que genera el cambio. Si te enfrentas a cabezazos es peor, rebotas y vuelves para atrás. Hay que intentar que la gente se ayude y que vivamos más tranquilos.

El cómico español Leo Harlem (leoharlem.net).
El cómico español Leo Harlem (leoharlem.net).

A nivel político, ¿es esa falta de entendimiento lo que hace que, no sólo todo esté polarizado, también que no se intenten entender las propuestas y posiciones del otro?

Realmente los políticos no se escuchan, es como un diálogo de sordos o de besugos. Hay que escuchar, procesar y luego emitir una opinión. Vivimos enfrentados. Basta que venga una idea de un lado concreto para que ya esté rebatida. En el aspecto humano, la gente necesita que haya cariño, nadie tiene la posesión de la verdad, ni un tío es más listo que otro. El mensaje es que debemos vivir más tranquilos, debemos ser menos exclusivistas, menos herméticos. Mientras estamos quietos el mundo avanza y hay que ir con el mundo.

Te puede interesar: Crítica | ‘El silencio’: el thriller de Netflix cuya premisa se agota demasiado pronto

¿Hay demasiados Andrés Cuadrado actualmente?

No se ha hecho un censo electoral serio sobre este tipo de personas, pero tiene que haber un remanente. No es una cuestión que se improvise, no es fruto de la casualidad, es una herencia de estilo de vida y de educación. Antes, la gente hacía la mili, tenía un trabajo, se casaba, tenía hijos y se jubilaba. Era la estructura vital básica, tener una casita aquí y otra en la playa, eso era el “como Dios manda”... Ahora el mundo va cambiando y los que son padres ya no educan a sus hijos así.

Obviando los cambios vitales que se han dado en la sociedad y centrándonos en la mentalidad, ¿qué lectura debemos hacer de las imágenes en las que se celebra el franquismo y al régimen? Como en la exhumación de Primo de Rivera.

Hay gente que añora esos momentos porque les ha venido bien, ya fuera porque su padre trabajaba en un ministerio o porque era militar. Hay que entender las situaciones de cada persona, no puede vivir el franquismo igual alguien que ha estado bien que el que ha estado mal. Las cosas se van dejando atrás, el mundo avanza y tendremos otros momentos... Dentro de 10 años habrá personas que digan que a ellos les fue muy bien con los socialistas y muy mal con el Partido Popular, y al revés. Siempre se añoran los lugares o las situaciones en las que has estado a gusto. La clave es la adaptación.

“En el tenis nadie llama negro a un tenista, pero en el fútbol lo dicen 20 y parece que es todo el estadio”

Tu personaje es muy cancelable. Racista, homófobo, machista... resuena con la reciente polémica de Vinicius. ¿Tiene España un problema con el racismo?

Lo de Vinicius es un tema delicado, porque influyen muchas cosas. Los campos de fútbol son zonas de concentración de endorfinas, de cromosomas y de gestión hormonal profunda. Los aficionados se vuelven inconscientes. No creo que la gente sea tan racista, pero siempre llama la atención el estridente y el bruto.

¿Es algo propio del fútbol, entonces?

El campo de fútbol exacerba esas sensaciones. El que es un desalmado se vuelve más bruto y vociferante en colectivos, porque se siente reafirmado por el otro, que es igual que él. Es intolerable todo, no sólo el racismo de Vinicius. Tú no puedes gritar en un campo de fútbol a una persona ‘muerete’ o decirle a un jugador que es un hijo de puta o que su mujer es una puta y que sus hijos no son suyos. Es deleznable. A un campo hay que ir a animar al equipo, no a ofender al rival. Los propios clubes son los primeros que tendrían que tomar cartas en el asunto.

¿Qué ha hecho mal la sociedad, entonces, para que esos insultos se permitan en un estadio, pero no en un entorno laboral en el que supondrían un despido?

Se han creado unos guetos donde haces prácticamente lo que te da la gana y no pasa nada. El fútbol es una zona de exclusión de la legalidad y eso no puede ser. El problema no lo veo con Vinicius, porque hay cámaras, hay policía y va a estar protegido. El problema es en los campos pequeños, donde ves a los padres pegándose e insultando. Vemos imágenes más lamentables que en Primera División. Nadie en el mundo del tenis llama negro a un tenista, pero en el fútbol lo dicen 20 y parece que es todo el estadio. Ese es el problema, arrastran a mucha gente. No es sólo una cuestión de educación, porque yo he visto a gente con tres carreras acabadas volverse como un energúmeno en el campo. Es un sitio de trastorno, de desconexión neuronal profunda. Son manicomios.

Seguir leyendo: