Todos los Maradona que conocí en Diego

El periodista que lo vio debutar, llegar a la gloria y pelear en el laberinto de sus excesos cuenta las distintas facetas del mayor ídolo deportivo de la Argentina. Sus errores y el gran amor de su vida

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Video. Los errores, su gran amor y las distintas facetas del ídolo, contadas por su biógrafo.

Los principales errores de Diego en su vida fueron haberse consagrado tan chico y haber tenido todo a disposición tan joven porque eso le permitió creer que la vida era: “Que se haga lo que yo digo”.

Si a los 16 años, se pone un club a tu disposición; y a los 18, una selecciónnacional; y a los 20, un club como Boca Juniors; y a los 21, el Barcelona; y a los 23, el Napoli es muy difícil no cometer errores.

No cometen errores los jugadores que integran esos planteles, pero cometen errores los astros de esos planteles, los jugadores insignias de esos planteles.

Después de haber debutado frente a Talleres de Córdoba en octubre de 1976, en la cancha de Argentinos Juniors, Diego siempre dispuso todo.

La mejor época, la más normal como jugador de Selección, fue en el 86. La que estuvo más integrado a sus compañeros y más cerca del cuerpo técnico. Antes y después, fue el Rey, hizo lo que quiso. Y era difícil que personas con enorme mando o personalidad pudieran convencerlo.

Diego vivía solo, tenía su suite, su preparador físico, sus amigos. Era el último en subir al omnibus, en bajar a desayunar, siempre se lo había que esperar, pero ésa es otra historia…

Los errores de Diego fueron, fundamentalmente, no haber tenido un poco más de tiempo para ser adolescente y un cachito más para poder ser un joven normal.

Él se iba a casar con Claudia sin la anuencia de los padres y para ello fue a la Iglesia de Nuestra Señora de Buenos Aires, en la Avenida Gaona esquina Espinosa. Fueron a hablar con el cura y le dijeron que se iban a casar porque se amaban, pero que los padres no estaban de acuerdo entonces ellos quería ir con el derecho consumado. El día tal nos casamos, vamos al Registro Civil y nos casamos ahí y después nos casamos en la Iglesia, que tenemos todo arreglado en la Iglesia Nuestra Señora de Buenos Aires.

Entonces le dicen al cura que no había que decírselo a nadie. Le dice Diego al cura, 16 años, 17. “Pero mire Padre que nuestros padres no lo saben, o sea que usted tiene que mantener el secreto”. Y el cura le asegura que sí, que nadie se va a enterar.

A los dos o tres días, la mamá de Diego lo llama y le dice: “¿Vos te vas a casar?”. Y lo sorprende. Y no se casó por la indiscreción del cura. Se iba a casar con quien luego se casó unos años después. Con la única mujer a la que amó: Claudia Villafañe.

Y uno de los grandes errores de Diego fue no haber hecho esfuerzos para recomponer el matrimonio de una mujer tolerante hasta el hartazgo, que incluso antes de dar a luz tuvo conocimiento del nacimiento de Diego Maradona Sinagra, en Nápoles

Una mujer que le perdonó todo, que lo comprendió absolutamente en todo. Porque hoy es más fácil entender estas causas… del hijo biológico, del hijo del amor, del amor clandestino, del amor en pareja, de la ruptura, del divorcio, de la separación, de la vida en pareja, de la pareja en viviendas… hoy es más fácil, es mejor la vida. La gente entiende más. Pero en aquella época era muy difícil entender esto y Claudia lo entendió. Fue una anticipada. Claudia lo entendió porque ya tenía dos hijas y debían crecer al conjuro de un apellido abrumador para ir al colegio, para mostrarse frente a los compañeros, para tener una vida social.

Claudia sobrellevó el matrimonio con un esfuerzo extraordinario. Fue la mujer de su vida. Y el error de Diego fue no haber aportado una parte del esfuerzo de Claudia Villafañe para permitir que ese amor no se apagara, no se rompiera, perdurara. Pero si el sentimiento indicaba que no era así, haber tenido la ruptura lógica y no el emparche, la agonía, la decrepitud y la muerte.

Maradona son muchos hombres en una misma anatomía. Son muchas mentalidades en una sola cabeza. La única unidad individualista de Diego Maradona ha sido su cuerpo tal como fue en cada una de las etapas de su vida. Después, todo fueron modificaciones, y todo fue temperamento, y todo fue sanguinidad.

Para jugar al fútbol como jugaba Maradona había que tener la impronta de la vida. Y la impronta de la vida era no saber qué iba a pasar al instante siguiente de estar transitando la vida. Igual que no saber ningún defensor qué cosa haría Diego un segundo después de haber controlado el balón. Eran muchos. Había un Diego padre de sus padres, padre de sus hijos. Había un Diego hijo, profundamente amante de su madre, el gran amor de su vida. Había un Diego paterfamilia, el gran jefe, el que podía resolver cualquier problema. Pero también era el sustento, para el trabajo de todos. Y era el líder de todos los vestuarios, y era el capitán de todos los equipos, y era el mejor de todos los planteles. Y era único. Y ser único implica también tener responsabilidades, porque sabe que los demás serán mejores jugando con él, pero que solamente su arte, su magia y su prodigio bajo el imperio de la inspiración harán campeón al equipo. A ese equipo que capitanea, a ese equipo que lidera, a ese equipo que representa.

Y después está el Diego proveedor. El Diego proveedor es el Diego que no tiene ningún inconveniente en compartir su influencia y sus posibilidades económicas con cualquier miembro de la familia que lo necesite. Ahora bien, ¿el carácter es el mismo? No, el carácter no es el mismo. Hay un Diego matutino, hay un Diego vespertino, hay un Diego nocturnal… Me resisto a poner el verbo en pasado, pero es subconsciente. No me doy cuenta que Diego es pasado.

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