¿Por qué queremos que los villanos de las series triunfen?

Una mirada sobre cómo se construyen el arquetipo del antihéroe en grandes series como “Los Soprano”, “Mad Men”, “The Wire” y “Succession”

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Los personajes de Tony Soprano (Los Soprano), Omar Little (The Wire), Kendall Roy (Succession) y Don Draper (Mad Men)
Los personajes de Tony Soprano (Los Soprano), Omar Little (The Wire), Kendall Roy (Succession) y Don Draper (Mad Men)

Durante siglos, la literatura nos ha llevado a empatizar con lo que, en la vida diaria, denominaríamos como “villanos”, personajes que se manejan con sus propios códigos éticos y morales, muchas veces, a contramano de los establecidos por la sociedad. Desde el Lazarillo de Tormes a Don Corleone pasando por Jay Gatsby de Scott F. Fitzgerald o Anton Chigurth de Cormac McCarthy, por poner algunos de los miles de ejemplos que existen, siempre nos fascinaron, de alguna manera, y, para decirlo a grosso modo, los canallas.

Por eso, millones de espectadores nos fascinamos hasta el día de hoy con gente ficcional como Tony Soprano, Omar Little, Kendall Roy o Don Draper. La dicotomía eterna entre héroe y villano se fue difuminando cada vez más hasta el punto de no saber exactamente quién era que cosa. Esa difusión moral logró identificarnos con personajes que, posiblemente, en nuestras vidas diarias, no serían aceptados como hombres queridos en la sociedad.

Sin embargo, es probablemente esa fantasía con romper los limites y las normas establecidas las que nos lleva a identificarnos, a desear que les vaya bien, a justificar sus infidelidades y sus actos reprobables, o a disfrutar cuando aplastan impecablemente a sus enemigos. Probablemente muy pocos digamos que el machismo, la corrupción, la compulsión a mentir y la violencia sean características deseables de un ser humano de bien, pero todas forman parte de nuestros héroes en la ficción.

Los Sopranos
Los Sopranos

En lo que se ha conocido como la edad dorada de las series, inaugurada por The Sopranos de HBO (1999), esta idea del antihéroe fue explotada hasta la saciedad. El guion brillante sumado a la ya legendaria actuación de James Gandolfini como Tony Soprano, el jefe de la mafia que intenta equilibrar su vida como cabeza de una organización criminal y su familia, han hecho que los Soprano sea considerada por muchos como la mejor serie de la historia, con pocos contendientes, que trataremos más adelante en este artículo.

La serie le dio una vuelta de tuerca al estereotipo del mafioso italoamericano, con referencias meta cinematográficas a películas clásicas como El Padrino o Goodfellas, diferenciándose de estas, a su vez, por el tratamiento que se le da a su protagonista.

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El jefe de la mafia, en este caso, es un hombre atribulado que asiste a sesiones de terapia debido a sus ataques de pánico. La primera escena que vemos de la serie es muy ilustrativa en este sentido: Tony se sienta en el diván de su terapeuta, reticente a admitir que tuvo ataques de pánico. Se nos muestra a un jefe poderoso, de bata en su lujoso patio, con un habano entre los labios, impotente ante la partida de una bandada de patos que hasta entonces habían estado en su jardín. Le agarra la primera crisis de pánico de muchas. Los patos aparecen en apenas el primer episodio de los Soprano, pero jugarán un papel fundamental en el resto de la serie.

Goodfellas
Goodfellas

El miedo a perder, a que se le escape el poder, a que ataquen a su familia, o a que lo maten. Un temor bastante latente en cualquiera con una posición de poder como la de un hombre como Tony Soprano. Compartido, en distinta medida, con otros personajes.

Don Draper, de Mad Men, vive con el miedo permanente de ser expuesto ante su familia y sus amigos como lo que en realidad es, un farsante. Situada desde los comienzos hasta el final de la década de 1960, Mad Men retrata la vida de los publicistas de la agencia Sterling Cooper en Nueva York, centrándose en la vida personal y profesional de Don Draper (interpretado por Jon Hamm), un talentoso ejecutivo de publicidad con un pasado complejo.

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En el camino, la serie explora de manera meticulosa la cultura y la sociedad de la época, los cambios en la moda, en el arte, en la música, en los nuevos vínculos, la revolución sexual y las nuevas drogas. Pero lo más importante es la una psicología compleja y profundamente afectada por traumas y conflictos internos de Draper. Se trata de un hombre carismático y exitoso en el mundo de la publicidad, pero con secretos oscuros sobre su pasado, uno completamente inventado, con una identidad tomada de otro soldado fallecido durante la Guerra de Corea, cambiando su nombre original de Dick Whitman. Esta identidad falsa y la constante preocupación de que su verdadera identidad sea descubierta generan una carga emocional y un sentimiento de falta de autenticidad en su vida, que producen una constante insatisfacción, algo que él mismo sabe crear artificialmente tan bien en sus campañas publicitarias.

Mad Men
Mad Men

“El amor es algo que inventó la gente como yo para vender medias”, dice en un episodio, con la mueca cínica que lo caracteriza. Creció en un ambiente de pobreza y abuso emocional, lo que dejó cicatrices profundas en su psique. Esto se manifiesta en su comportamiento autodestructivo, sus problemas con el compromiso y la intimidad, así como en su tendencia a buscar la satisfacción en relaciones extramatrimoniales y en el consumo excesivo de alcohol.

A lo largo de la serie, Don muestra signos de depresión, ansiedad y baja autoestima. Lucha con sentimientos de vacío y falta de propósito, a pesar de su éxito profesional. A menudo, busca evadir sus emociones y enfrentar sus problemas a través del trabajo y la evasión en el alcohol y los encuentros sexuales extramatrimoniales, de hecho, desde el momento uno aprendemos que engaña sin escrúpulos a su esposa. En el camino, ignora a sus hijos, le miente a su jefe, desprecia a sus compañeros de profesión y sobreexplota a sus empleados. A medida que avanza la serie, al igual que Tony Soprano, Don Draper se somete a terapia y comienza a explorar y confrontar sus problemas. Estos intentos de sanar y comprender su pasado son parte fundamental de su evolución como personaje.

Si Los Soprano bebe directamente del imaginario de la mafia italoamericana tan bien retratado en el cine o en libros como Honrarás a tu padre de Gay Talese, Mad men toma inspiración de escritores estadounidenses como Scott F. Fitzgerald, Richard Yates, John Cheever o Frank O’Hara -de este último, aparece un joven leyendo Meditaciones en una emergencia en la barra de un bar, a lo que Don le pregunta si es un libro interesante-, pero la máxima referencia, claro, es Cheever.

John Cheever.
John Cheever.

Incluso, los Draper viven en Ossining, el pueblo donde los Cheever vivieron gran parte de sus vidas. Además, su casa se encuentra en la Bullet Park Road, referencia directa a la novela Bullet Park, publicada por Cheever a mediados de los años sesenta. El mundo de los cocktails y los bares llenos de humo de cigarrillo, de los hombres maniquíes que hacen sus propias reglas y viven al margen de lo establecido sin enfrentarse directamente al sistema, sino usufructuando sus beneficios en el camino.

Hay una escena donde Draper se encuentra consumiendo acido con unos hippies, hay una redada policial y los hippies tienen miedo de salir por el pasillo del edificio, Don se ríe y les dice que a él, vestido de traje impoluto, afeitado al cero y con peinado impecable, jamás lo pararán, y sale tranquilo, tenía razón: “Odio decírtelo pero no hay una gran mentira, no hay un sistema, el universo es indiferente”.

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Aunque Tony Soprano y Don Draper son antihéroes admirados por los espectadores, en las calles de Baltimore, donde transcurre The Wire, no pasa nada similar. No hay glamour ni glorificación posible en personajes que alcanzan la cima del mundo de la calle y el crimen de poca monta solo para ser asesinados antes de los 30 años y reemplazados por versiones más jóvenes y en muchos casos menos sofisticadas de ellos mismos. A diferencia de las otras, The Wire no es una serie construida alrededor de un protagonista principal, se trata de una obra coral, donde el gran protagonista es la ciudad de Baltimore, el submundo de sus calles y el (no) funcionamiento de un sistema diseñado para fracasar en sus supuestos postulados, pero para tener éxito en lo que realmente busca: que el pobre siga siendo pobre, que la delincuencia no se solucione, y que el poder continue siempre en manos de los mismos.

The Wire
The Wire

“It’s all in the game” -está todo en el juego- dice uno de sus personajes más queridos, Omar Little, cuando tiene que testificar ante un juez. Cada uno de los personajes que rondan por Baltimore son un mundo en sí mismo, con una construcción única, y aunque al principio parezcan estar separados por distancias reales y simbólicas, se entrelazan de alguna manera. Es como un juego de ajedrez donde los peones mueren y los reyes dan órdenes, pero también son derrotados, Omar dice: “If you come at the King, you best not miss” -si vienes por el Rey, mejor no falles-.

Succession, por su parte, se centra más bien en una familia tan disfuncional como adinerada, los Roy, propietarios de un conglomerado de medios y entretenimiento. La trama gira en torno a la lucha por el control de la empresa familiar y los complejos vínculos de poder, traición y ambición que existen entre los miembros de la familia. Kendall Roy, el personaje principal, es el hijo mayor de Logan Roy, el patriarca de la familia y fundador de la empresa. Kendall es retratado como un ejecutivo ambicioso y astuto que busca la aprobación y el reconocimiento de su padre.

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A lo largo de la serie, se muestra la relación complicada entre él y su familia, así como sus propias luchas internas y desafíos profesionales mientras intenta asegurar su posición en la compañía y ganarse el respeto de su padre, que no puede verlo como un sucesor digno. Tanto Kendall Roy como Don Draper son ambiciosos y motivados por el éxito profesional. Ambos buscan reconocimiento y poder en sus respectivas industrias mientras mantienen relaciones complicadas con sus padres y enfrentan conflictos familiares que influyen en sus decisiones y acciones. Kendall es más vulnerable y muestra una mayor fragilidad emocional que Draper.

Succession
Succession

Bonus Track: Si alguien les dice que hay una serie animada sobre un caballo antropomórfico que busca la felicidad sin encontrarla probablemente no la verían. Pero el éxito de Bojack Horseman, emitida entre 2014 y 2020 fue muy grande. BoJack entra claramente en la tradición de antihéroes alcohólicos y perdedores de la ciudad de Los Angeles como el Henry Chinaski de Charles Bukowski o el Hank Moody de Californication, interpretado magistralmente por David Duchovny -material para otro artículo, seguramente-, pero con varios puntos en común con Don Draper.

A lo largo de la serie, seguimos la vida de BoJack mientras lidia con su depresión, adicciones y problemas de relaciones personales. La serie aborda temas como la fama, la soledad, la autoaceptación y la búsqueda del significado en la vida. Es un personaje complejo y profundamente defectuoso. Aunque tiene momentos de empatía y redención, a menudo muestra comportamientos autodestructivos y tóxicos. A medida que la serie avanza, se exploran sus luchas internas y sus intentos de encontrar la felicidad y la paz interior.

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Tanto BoJack como Don están en una búsqueda constante de significado y propósito en sus vidas. Ambos personajes cuestionan su existencia y buscan desesperadamente encontrar la felicidad y la satisfacción en su trabajo y relaciones personales, sin encontrarla prácticamente nunca.

Bojack Horseman
Bojack Horseman

No importa realmente si es una serie sobre la mafia o el crimen organizado, sobre una agencia de publicidad, sobre una familia de multimillonarios que se disputan un imperio, o un caballo que habla. Probablemente no sea la amoralidad de los protagonistas lo que nos gusta cómo humanos, sino lo que subyace en cada uno de ellos. La necesidad de ser feliz y de ser amado, de resolver sus insatisfacciones y acallar sus dolores internos.

La verdadera tragedia es que esto suele tener que ver mucho más con las percepciones que uno tiene de uno mismo que con los logros profesionales -o criminales- que se puedan alcanzar. Quizás, por eso nos gustan los antihéroes, no porque se comporten muchas veces de forma infame, sino porque son un poco un espejo de todos nosotros y de lo difícil que puede volverse la vida cuando te sentís roto.

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