
La divulgación de una carta enviada por Andrés Felipe Marín, conocido como ‘Pipe Tuluá’, líder de la organización criminal La Inmaculada, a varios altos funcionarios del Gobierno nacional, ha generado un nuevo foco de atención sobre la crisis de seguridad que enfrenta el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec).
En el documento, Marín ofrece su influencia para frenar los ataques contra los funcionarios penitenciarios, en particular los dragoneantes, y manifiesta su disposición a contribuir a la consolidación de la paz territorial, según reveló Julio Sánchez Cristo, director de W Radio, a través de sus redes sociales.
La misiva, dirigida al ministro de Justicia, Eduardo Montealegre; al ministro del Interior, Armando Benedetti; al director de Inteligencia, Jorge Lemus, y al alto comisionado para la Paz Otty Patiño, reconoce la gravedad de los recientes episodios de violencia que han afectado a los trabajadores del Inpec.
‘Pipe Tuluá’ expresa en la carta su conocimiento sobre la preocupación nacional ante estos hechos, que han alterado la tranquilidad de los colombianos y representan, en sus palabras, “una amenaza directa a la seguridad nacional, la convivencia pacífica y el proceso de la paz que buscamos construir”, según consta en el texto difundido por Julio Sánchez Cristo en La W Radio.

El líder de La Inmaculada menciona que una “voluntad inquebrantable de contribuir a la superación de la crisis de seguridad y la consolidación de paz territorial”, reafirmando su intención de intervenir para detener la ola de ataques contra el personal penitenciario.
La carta, que ha sido compartida públicamente, pone de relieve la compleja relación entre las organizaciones criminales y el Estado en el contexto de los esfuerzos por alcanzar la paz y garantizar la seguridad en Colombia.
La publicación de este mensaje ha suscitado interrogantes sobre el alcance real de la influencia de ‘Pipe Tuluá’ y el papel que actores armados pueden desempeñar en la búsqueda de soluciones a la crisis penitenciaria.
La situación de los dragoneantes y demás funcionarios del Inpec se mantiene como un tema de alta sensibilidad, mientras las autoridades tendrán que evaluar las implicaciones de este ofrecimiento y su posible impacto en el proceso de paz y la seguridad nacional.
La carta reaviva debate sobre seguridad en las cárceles
La petición busca un reconocimiento oficial para su participación como interlocutor en el proceso de negociación con el Estado. ‘Pipe Tuluá’ propone que, bajo esta condición, gestionaría ante miembros de su organización para suspender de forma definitiva cualquier acción contra el Inpec y evitar nuevos hechos violentos. Argumenta que su actuación como mediador podría ser determinante para disminuir la conflictividad en el Valle del Cauca y otros territorios afectados por la actividad de bandas criminales.

En la carta, afirma que su compromiso con el diálogo responde a la meta de alcanzar un acuerdo de paz integral que preserve la seguridad tanto para los funcionarios penitenciarios como para la ciudadanía. Añade que este paso permitiría trabajar hacia “la no repetición de la violencia” y fortalecer una convivencia estable. Además, insta a los representantes del Ejecutivo a no dilatar la decisión sobre su nombramiento, sugiriendo que la resolución de la crisis requiere “beneficios inmediatos y tangibles” para frenar el conflicto entre las autoridades carcelarias y las estructuras ilegales.
Al mismo tiempo, la misiva surge en un contexto en el que las investigaciones de inteligencia atribuyen a ‘Pipe Tuluá’ la responsabilidad intelectual detrás de una serie de homicidios contra dragoneantes del Inpec. Fuentes oficiales han señalado que personas vinculadas a la organización delictiva habrían ofrecido sumas entre tres y cinco millones de pesos a quienes ejecuten asesinatos de empleados del sistema penitenciario, lo que mantiene el clima de amenaza constante sobre estos funcionarios.

El pronunciamiento de ‘Pipe Tuluá’ agrega presión al Estado, que debe analizar si su eventual participación como gestor de paz podría contribuir a una solución real, o si, por el contrario, representa un nuevo desafío para el diseño de una política penitenciaria segura y efectiva. Las reacciones dentro del Gobierno y otras instituciones todavía se encuentran en fase de evaluación, ante el temor de que aceptar la propuesta consolide la influencia de grupos armados en asuntos de seguridad pública.
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