Antony de Ávila, conocido como “el Pitufo”, exdelantero de la selección de Colombia y figura destacada del América de Cali, enfrentará al menos hasta el año 2033 su condena por tráfico internacional de drogas en condiciones que varias referencias han calificado como inhumanas.
Desde su captura en la ciudad de Nápoles el 21 de septiembre de 2021, el exfutbolista permanece detenido en la prisión de Poggioreale, un penal que está entre los más polémicos de Italia debido a las múltiples denuncias de tortura y malos tratos.
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El arresto de De Ávila ocurrió mientras estaba de vacaciones en Italia.
Según la justicia italiana, el jugador habría colaborado con el clan Buonerba, operante en el tráfico de narcóticos en Nápoles y Génova, motivo por el cual ya había sido condenado en ausencia en 2004 a 12 años de prisión.
Su abogado, Fabrizio de Maio, explicó que en el sistema judicial italiano, quienes son condenados por este delito deben cumplir su pena íntegramente, sin opciones de reducción.
“Normalmente, si un hombre es condenado por este delito en Italia, debe cumplir toda la pena en prisión sin posibilidad de beneficios”, afirmó De Maio al diario Extra de Ecuador.
La prisión de Poggioreale, también conocida como “la cárcel de la Camorra”, no solo tiene una reputación temible, sino que enfrenta graves problemas de hacinamiento. Diseñada en 1914 para albergar a 1.680 internos, actualmente aloja a casi el doble, lo que ha llevado a condiciones deplorables.
Diversos informes de organizaciones por los derechos humanos apuntan a que este centro es escenario frecuente de torturas, lo que empeora por la ausencia de sistemas de videovigilancia.
El portal Liberties reportó que desde hace años la Fiscalía de Nápoles investiga numerosos abusos dentro de Poggioreale, como secuestro, lesiones, maltratos, coacción y abuso de poder.
Se menciona especialmente la llamada “Sala Cero”, un espacio de aislamiento supuestamente utilizado para torturar a los reclusos.
A raíz de estas condiciones, el penal ha registrado alarmantes tasas de suicidios de internos, quienes, según el medio, recurren a esta trágica decisión para escapar de los abusos.
De acuerdo con Las 2Orillas, familiares han manifestado preocupación por el estado físico y emocional de De Ávila, aunque su situación actual parece permanecer bajo un manto de incertidumbre.
El abogado Fabrizio de Maio señaló en declaraciones previas que, al no existir un convenio entre Colombia e Italia sobre extradición o traslado de presos, el exjugador continuará en Poggioreale.
Además de la controversia sobre las condiciones carcelarias, el caso del exfutbolista también suscitó opiniones divididas en el ámbito deportivo y social.
Allegados, como Tulio Gómez, dueño del América de Cali, han defendido a De Ávila asegurando que solo fue culpable de “andar mal acompañado”, y que rememoró un arresto anterior del jugador en Italia por estar junto a una persona con antecedentes penales. Aunque ese incidente terminó con su liberación en aquel entonces.
Hoy, la vida de quien fuera ídolo del fútbol colombiano parece estar marcada por el aislamiento y la precariedad.
Su familia ha realizado esfuerzos desesperados para financiar su defensa legal, llegando a vender propiedades, mientras piden sin éxito apoyo de las autoridades colombianas o los equipos donde De Ávila dejó su huella. La falta de información sobre su bienestar alimenta el desconsuelo.
Esta no es la primera vez que Poggioreale se encuentra bajo escrutinio. Durante 2015 y 2016, investigaciones destaparon múltiples abusos cometidos dentro del penal, lo que llevó a su identificación como uno de los centros penitenciarios más peligrosos de Europa.
Cada nueva denuncia de torturas solo confirma las críticas hacia un sistema penitenciario italiano al que varias organizaciones consideran colapsado.
Según Liberties, la falta de mecanismos adecuados de supervisión y el hacinamiento han perpetuado un entorno de impunidad en el penal”, una situación que contribuye al deterioro de los derechos básicos de los prisioneros.
La promesa deportiva que alguna vez representó De Ávila queda como un recuerdo distante en contraste con la complicada situación judicial y personal que enfrenta.
Mientras su caso continúa ofreciendo motivos de controversia, Poggioreale sigue siendo un oscuro símbolo de las carencias del sistema penitenciario italiano y un recordatorio de los desafíos de los condenados a penas bajo condiciones extremas.
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