Un hombre sin hogar murió dejando atrás una manada de gatos callejeros, pero sus vecinos vinieron al rescate

Por Allison Klein

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Durante casi una década, Antonio García vivió en un callejón de un barrio aburguesado de Chicago. Construyó un refugio con restos de madera y colchones y tenía como compañeros docenas de gatos callejeros, que consideraba sus familiares.

Se hizo amigo de algunas personas que vivían en esa comunidad llamada Fulton River District, algunas de las cuales pasaban para dejarle comida a él y a los gatos. A los propietarios de los restaurantes cercanos les gustaba que García mantuviera alejada a toda la gentuza y que los gatos ahuyentaran a las ratas.

García, de 65 años, murió de hipotermia en enero, después de unos días especialmente fríos. Algunos de los amigos de su vecindario limpiaron el callejón con lágrimas en los ojos, pero estaba el problema de los gatos, más de dos docenas, que estaban hambrientos y asustados después de que su protector hubiera desaparecido.

Y así es como cuatro mujeres terminaron cuidando una colonia de unos 30 gatos callejeros. Ahora, ellas, se detienen dos veces al día para alimentarlos y controlarlos. Una, incluso, construyó una especie de "condominio para gatos", construidos con partes viejas de esteras de yoga.

"Estos gatos eran su familia, era lo único que tenía. Era un gran devoto de los gatos", comentaba Cynthia Doepke, de 28 años, que era muy amiga de García y ahora ayuda a cuidar a los gatos. "Ellos eran todo para él. La idea de estar separado de ellos lo hizo llorar", agregó.

(Cynthia Doepke/The Washington Post)
(Cynthia Doepke/The Washington Post)

Leona Sepúlveda, de 40 años, una conocida de García que vive en ese mismo vecindario, también construyó "los condominios de gatos" a partir de pequeñas estructuras aisladas.

Sepúlveda Less, una antigua participante en The Bachelor, se hizo amiga de García hace un año y medio. Estaba paseando con su hija y vio que algunos gatos la miraban desde un callejón. Sepúlveda Less, una ama de casa que había trabajado en el rescate de animales durante años, siguió a los gatos y se encontró con García. Tenía una sala de estar al aire libre instalada en el callejón, además de un gran sofá y sillas.

"Extendió la mano y dijo: 'Hola, soy Antonio'", recuerda Less. "Le estreché la mano. Así comenzó nuestra amistad".

Ella le preguntó si todos esos gatos eran suyos, y él respondió que sí. Al poco rato se los estaba presentando. "Esta es Lorena, esta es Chicharito, Alfredo… y así sucesivamente", recuerda.

(Cortesía de Cynthia Doepke/The Washington Post)
(Cortesía de Cynthia Doepke/The Washington Post)

Ella se dio cuenta de que ese hombre amaba a los gatos. Pero él no tenía hogar y ella estaba preocupada por si los gatos estaban siendo alimentados lo suficientemente bien, por lo que regresó en otra ocasión. Y luego una y otra vez. Su amistad floreció. No hablaban de mucho más que de gatos, pero eso fue suficiente.

La mujer siempre le preguntaba si quería que le llevara una tienda de campaña o un saco de dormir, pero él siempre declinaba, diciendo que prefería que alimentara a los gatos. "Si mis gatos tienen comida, mi corazón está lleno", recuerda lo que él le respondió una vez.

Gracias al rescate de animales y la comunidad de mascotas en su vecindario, Sepúlveda se enteró de que García tenía otros amigos que ayudaban a los gatos. Después de un tiempo, algunos de ellos juntaron sus recursos, esterilizaron a los animales y los castraron.

( Jasmin Dulay/The Washington Post)
( Jasmin Dulay/The Washington Post)

Los gatos callejeros son un problema en Chicago, con cientos de miles vagando por las calles. Una vez que los gatos fueron esterilizados, los amigos pudieron designarlos como "colonia", lo que los protege de ser capturados por la ciudad y potencialmente sacrificados.

Doepke, quien ha trabajado en la comunidad de mascotas y rescate durante años, encabezó el esfuerzo de esterilizar y castrar a los gatos. Ella dijo que estaba "sin palabras" cuando se enteró de que había al menos 30 gatos en el callejón. "Una colonia de gatos normalmente no es más de ocho. Él tenía treinta gatos", recuerda.

En enero, las mujeres notaron que el callejón estaba cada vez más descuidado y pronto supieron que García había muerto. A pesar de que las temperaturas estaban bajo cero, él no pidió ni aceptó ayuda. "No quería ser una carga para los demás", comenta Doepke.

La mujer explica que algunas personas del vecindario acordaron de inmediato lo que se tenía que hacer allí.

Algunos de los gatos de Antonio García (Jasmin Dulay/The Washington Post)
Algunos de los gatos de Antonio García (Jasmin Dulay/The Washington Post)

"Teníamos que honrar su memoria", explica.

Los amigos se juntaron e hicieron un horario. Uno de ellos pasaría a las 8 am y a las 6pm para alimentarlos durante la semana, y Sepúlveda Less lo haría los fines de semana. Los demás ayudarían a obtener la comida y ofrecer otro tipo de apoyo.

Crearon una página de recaudación de fondos y el Chicago Tribune publicó un artículo sobre los gatos y los cuidadores. Se invirtieron casi USD 4,000, más que suficiente para alimentar a los gatos durante varios meses y lo suficiente como para comprar materiales para más refugios y una estación de alimentos.

Los amigos dicen que están comprometidos a cuidar a los gatos callejeros que hicieron compañía a García.

"Murió con las cosas que más amaba, sus gatos. Todos deberíamos ser muy afortunados de estar cerca de las personas y los animales que amamos", apostilla Sepúlveda Less.