Los 299.171 kilómetros de caminos que llevan a Roma, en un mapa

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Un atlas digital de las carreteras y veredas de la antigua ciudad italiana revela una red viaria más extensa de lo que se pensaba.

El apóstol Pablo viajó por todo el Imperio romano para difundir la fe cristiana. Un segmento clave de su segundo viaje misionero, que comenzó en el año 49 d. C. en Jerusalén, consistió en una extensa travesía por tierra a través de la actual Turquía hasta Alejandría de Tróade, una ciudad al sur de la antigua Troya.

Esta ruta, si se completaba totalmente por tierra, cubría unos 2012 kilómetros y habría llevado unas 524 horas a pie, o un poco menos, unas 466 horas, si se viajaba en burro.

Lo sabemos porque un estudio publicado el mes pasado en la revista Scientific Data, de Nature, actualizó significativamente el tamaño estimado del sistema viario del Imperio romano, y aumentó su longitud total a 299.171 kilómetros, de unos 188.555 kilómetros. Roma probablemente tuvo el mayor número de carreteras en torno al año 150 d. C., cuando el imperio estaba en su momento más próspero y extenso. Pero la base de datos contabiliza todas las carreteras que se supone que existieron durante la vida de Roma, desde aproximadamente el 312 a. C. hasta el 400 d. C.

"El conjunto de datos no refleja un año concreto, ni siquiera un siglo, porque, lamentablemente, no podemos decir con seguridad cómo cambió el sistema de calzadas para la totalidad del imperio en todo el periodo romano", escribió en un correo electrónico Tom Brughmans, un arqueólogo de la Universidad de Aarhus en Dinamarca, quien colaboró en el trabajo. "Sin duda tenemos información cronológica de algunas calzadas, pero se trata de una minoría".

Las estimaciones anteriores se centraban en las principales vías que partían de Roma y atravesaban Italia y el imperio, como la Vía Apia hacia el sur, la Vía Flaminia hacia el norte y grandes arterias como la Vía Egnatia, que cruzaba los Balcanes, y la Vía Domitia, que atravesaba el sur de la Galia. El "Atlas Barrington del Mundo Griego y Romano", publicado hace 25 años, fue el recurso más completo.

La cifra revisada de kilómetros del documento incorpora las principales carreteras, rutas estratégicas y caminos locales a menudo omitidos en análisis anteriores. El atlas digital que lo acompaña, Itiner-e, ofrece una sofisticada herramienta para los estudiosos al aprovechar los registros históricos junto con los datos topográficos y de satélite para modelar con precisión los tiempos de viaje.

Itiner-e replantea el modo en que los historiadores ven la red de transporte del imperio, dijo Brughmans. Propuso que, aunque la expansión romana se vio claramente favorecida por un sistema avanzado de transporte de tropas y mercancías, las definiciones anteriores de "calzada romana" eran demasiado limitadas y se centraban únicamente en las grandes vías construidas.

[El mapa muestra una representación de un diario de viaje del año 333-334 d. C., el "Itinerarium Burdigalense", que sigue el progreso de un peregrino hacia Jerusalén y de regreso a través de la extensa red de calzadas romanas.]

Brughmans y sus colegas definieron las calzadas romanas de forma más amplia para incluir cualquier camino transitable y utilizaron una técnica cartográfica práctica, que seguía el terreno, en lugar de imponer líneas rectas poco realistas. El cambio aumentó sustancialmente las redes cartografiadas en el norte de África, Grecia y la península ibérica.

Dado que muchas calzadas romanas han desaparecido o han sido pavimentadas con carreteras modernas, era difícil determinar su posición exacta; los investigadores utilizaron el análisis aéreo del terreno en busca de señales débiles en la vida vegetal o cambios sutiles de altura, para encontrar estas vías perdidas.

Según Brughmans, determinar gran parte de la red viaria romana es un "juego de unir los puntos". Se desconoce el curso preciso de la mayoría de las calzadas, y menos del 3 por ciento de sus ubicaciones están confirmadas. Por lo general, los caminos se deducen a partir de pruebas escasas, como miliarios dispersos, lo que deja la ruta exacta entre los lugares conocidos A y B como un misterio.

Las carreteras en zonas desérticas son en gran medida hipotéticas. En lugar de construir caminos de una sola superficie a través de la arena, los romanos construyeron un sistema de vías paralelas para marcar amplios corredores de viaje. Estas rutas, que dependían en gran medida de infraestructuras de apoyo como fortalezas y estaciones de paso, están representadas en el nuevo atlas en línea por una recta ilustrativa, lo que hace que el concepto de una "carretera" en estas zonas sea en gran medida una convención cartográfica moderna, no una interpretación literal.

Uno de los caminos romanos más largos documentados se detalla en el "Itinerarium Burdigalense", un diario de viaje de 333-334 d. C., una época en la que el imperio luchaba con problemas internos y presiones externas, y la red integrada general empezó a resentirse a medida que las regiones quedaban menos conectadas. Este diario de un peregrino anónimo de Burdeos, Francia, registró su viaje de unos 5070 kilómetros a Jerusalén y de vuelta, proporcionando un mapa textual de las paradas y distancias de la ruta. (En Itiner-e, el mismo viaje resulta en aproximadamente 5800 kilómetros).

La legalización del cristianismo a cargo del emperador Constantino en el año 313 d. C. desencadenó un cambio crucial en Tierra Santa, que condujo a una amplia construcción de iglesias y santuarios. La ruta de peregrinación, que atravesaba el norte de Italia, el valle del Danubio, la nueva capital Constantinopla, Asia Menor y Siria, permitía a los viajeros presenciar de primera mano estos proyectos de construcción históricos. En última instancia, esta vía vital fomentó el flujo de peregrinos y objetos, lo que contribuyó a difundir las tradiciones cristianas por toda la región.

Tras dejar su ciudad natal, el peregrino viajó hacia Oriente, y describe Tarso, en Cilicia (actual Turquía), como la ciudad de origen del apóstol Pablo. Por el camino de la costa (Vía María) hasta Cesárea Palestina, el peregrino fue guiado hasta el lugar donde Elías desafió a los profetas de Baal y realizó un sacrificio. Al llegar allí, el peregrino divisó el baño del centurión Cornelio y contó la historia local de una fuente cercana que podía inducir el embarazo en las mujeres que se bañaban en ella.

El camino desde Burdeos llevó al peregrino a los lugares bíblicos de Sarepta, donde una viuda proveyó a Elías, según consta en 1 Reyes 17:1-16; y Siquem (la moderna Naplusa), al pie del monte Guerizín, lugar de entierro de José (Josué 24:32). Al llegar a Jerusalén, el viajero del siglo IV observó lo que creía que era tanto la sangre notablemente conservada del profeta Zacarías (2 Crónicas 24:20-22) como las huellas permanentes dejadas por las botas de los que lo habían apedreado.

La cartografía de las antiguas rutas de transporte proporciona a los investigadores un caso de estudio de 2000 años de antigüedad sobre el impacto social de las pandemias a lo largo de los siglos, dijo Brughmans. Esta estrategia ayuda a comprender sucesos como la peste antonina del 165 d. C., que se calcula mató a una cuarta parte de la población del Imperio romano, al relacionar su propagación con el sistema viario romano.

Daisy Dunn, clasicista y autora de La venganza de Pandora: una historia del mundo antiguo a través de las mujeres, compartió su entusiasmo por el proyecto, y lo calificó de "deleite de nerds". Señaló que, a pesar de la reputación de los romanos como maestros constructores de carreteras, sus antiguas rutas no suelen estar señalizadas y es fácil pasarlas por alto hoy en día.

"Los entusiastas de la arquitectura siempre nos recuerdan que debemos mirar hacia arriba y apreciar los edificios que se elevan sobre nosotros", dijo Dunn. "Quizá ahora, mapa digital en mano, nos sintamos tentados a volver a mirar hacia abajo".