Canelo Álvarez contra Billy Joe Saunders: en búsqueda de grandeza

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Especial para Infobae de The New York Times.

Más allá del enfrentamiento entre ambos boxeadores la noche del sábado, no está claro qué dirección tomará el deporte.

Cuatro días antes del enfrentamiento previsto entre Saúl Álvarez y Billy Joe Saunders en el Estadio AT&T en Arlington, Texas, los organizadores estaban embelesados con las proyecciones de taquilla para la pelea de peso supermediano la noche del sábado.

Eddie Hearn, el promotor y dirigente de Matchroom Boxing, dijo que anticipa que el combate entre el Álvarez —el mexicano de 30 años, 76 kilos, apodado el Canelo y poseedor de los títulos de la AMB y la CMB— y Saunders —el campeón invicto de la WBO de Inglaterra—, agotará las 70.000 entradas.

La cifra, aseguró Hearn, sería un récord para una pelea de box en interiores en Estados Unidos y superaría los 63.350 espectadores del Superdome en Nueva Orleans que acudieron a la pelea entre Muhammad Ali y Leon Spinks en 1978. La asistencia también sería la señal más reciente de la apertura a organizar eventos masivos en Estados Unidos, gracias a que se han relajado las restricciones por la pandemia, y esto ha permitido que grupos considerables de personas asistan al draft de la NFL y al Kentucky Derby así como la ampliación de la capacidad en los partidos de béisbol y baloncesto.

“Esto es boxeo. La noche del sábado el mundo estará mirando”, dijo Hearn. “Es muy alentador”.

Pero Saunders casi arruina el evento el miércoles cuando amenazó con retirarse a causa del tamaño del cuadrilátero. Los boxeadores habían acordado una medida bastante estándar de 6 por 6 metros. Sin embargo, Saunders exigió un cuadrilátero más grande, de 6,7 metros por lado y lanzó un ultimátum al bando de Álvarez. Saunders notificó a Hearn que tenía que ponerlo en un avión de regreso a Inglaterra si Álvarez no aceptaba y, durante algunas horas de tensión, los fanáticos del box temieron que la pelea se cancelara.

Álvarez accedió al ring más grande a pesar de que parecía favorecer a Saunders, un boxeador escurridizo que necesita espacio para actuar.

Solo el boxeo podría presentar un giro de último minuto como ese. Es como si la NFL permitiera que los equipos negociaran el tamaño del campo o los Medias Rojas se rehusaran a jugar contra los Yankees a menos de que estuvieran de acuerdo en reducir a seis entradas el juego. Este coqueteo con el autosabotaje, a unos días de la mayor pelea en lo que va del año, insinúa que la industria del boxeo está volviendo a sus hábitos prepandémicos.

El deporte avanzaba en su incertidumbre de largo plazo mientras que Álvarez se preparaba para enfrentar a Saunders en un choque de campeones mundiales con un récord combinado de 85-1-2.

“He participado en muchas peleas importantes. Esto para mí es un día más en la oficina”, dijo Álvarez en una conferencia previa a la pelea. “Siempre doy 100 por ciento. El boxeo es mi vida. Estoy aquí para ganar”.

Golden Boy Promotions, que representaba a Álvarez, firmó en 2018 un contrato por 365 millones de dólares con DAZN, el servicio de emisión en continuo que transmitirá la pelea del sábado. El acuerdo dependía del poder de convocatoria de Álvarez y le garantizaba 11 peleas. Después, en medio de una serie de demandas, disolvió su vínculo con Golden Boy pero tanto él como su público cautivo se quedaron con DAZN. Fuera de la división de pesos pesados, Álvarez es el peleador con mayor convocatoria en el boxeo competitivo.

Esta distinción es importante ahora que el deporte ha navegado una ola de peleas espectaculares y llamativas. Un combate de exhibición de noviembre entre Roy Jones Jr. y Mike Tyson (edad combinada: 105 años) generó negociaciones para más peleas de este tipo, entre ellas unas que enfrentaban a Jones con Joe Calzaghe y Thomas Hearns (de 63 años) y una posible revancha entre Tyson y Lennox Lewis.

Luego está Jake Paul, un personaje de YouTube tornada en boxeador, quien en la cartelera de Tyson-Jones transformó el nocaut que le propinó a Nate Robinson —un jugador de baloncesto retirado— en una pelea muy bien remunerada y transmitida en pago por evento contra Ben Askren, un luchador retirado de artes marciales mixtas. El jueves por la tarde, Paul recibió aún más atención cuando él y Floyd Mayweather Jr. intercambiaran insultos y empujones en un evento en el que promocionaban la pelea de exhibición de Mayweather el 6 de junio contra el hermano de Paul, Logan.

Esos eventos pueden no cautivar a los fanáticos avezados del boxeo que planean una noche de sábado alrededor de la pelea entre Álvarez y Saunders, pero atraen a un público más grande que convierte a las peleas por el título en eventos masivos. Hearn reconoce que los interesados en el boxeo tendrían que planificar algunas maniobras evasivas.

“Si la industria del boxeo no se aviva y organiza grandes peleas, seremos superados”, dijo.

Dejando a un lado la treta de Saunders previa a la pelea, el enfrentamiento del sábado es lo opuesto a algo novedoso. Saunders, de 31 años, es un zurdo difícil de golpear que ha ganado sus 30 peleas profesionales. Subió a la categoría de peso de las 168 libras en 2019, ha defendido su título dos veces y ha dicho que no se conformará simplemente con compartir el cuadrilátero con Álvarez.

“Creo que hace mucho mucho tiempo que no hemos tenido a nadie que venga a ganar”, dijo Saunders, refiriéndose a los oponentes recientes de Álvarez. “Hemos tenido mucha gente que aparece, llega, cobra su cheque y se va. Pero no hemos tenido el corazón y el alma ni la inteligencia que yo voy a aportar”.

Álvarez perdió la última vez que luchó contra un boxeador tan comprometido con el movimiento y la defensa como Saunders. Sucedió en 2013, cuando enfrentó a Mayweather. Desde entonces ha tenido 14 victorias y por un breve momento llegó a la división de peso semipesado, donde noqueó a Sergey Kovalev por un título mundial.

“Es un gran peleador”, dijo Álvarez de Saunders en una rueda de prensa el jueves. “Pero yo no soy el mismo peleador que hace seis o siete años”.

Álvarez sigue siendo un elemento clave en el plan de DAZN de extender su presencia en Estados Unidos. En otros países, el servicio de emisión en continuo tiene derechos para eventos como los partidos de la NFL, el fútbol de la Liga Premier y el rugby internacional. Pero en Estados Unidos se ha posicionado principalmente como una plataforma de boxeo, lo que la convierte en competidora del canal de cable premium Showtime y el servicio de emisión en continuo FITE TV.

DAZN tiene acuerdos con Álvarez y Gennady Golovkin, el campeón de peso medio, quien empató con Álvarez en 2017 y al año siguiente perdió en una pelea ajustada. Joe Markowski, el vicepresidente ejecutivo de la compañía, ha expresado claramente el deseo de DAZN de que se dé un tercer encuentro entre los dos. Pero es casi seguro que Golovkin tendría que subir de peso para alcanzar la división de Álvarez y acaba de cumplir 39 años, lo que deja dudas sobre cuánto tiempo más podrá competir a nivel de élite. Álvarez asegura que si derrota a Saunders preferiría pelear contra el peso supermediano Caleb Plant que volver a enfrentar a Golovkin.

“Lo que respetamos de Canelo es su búsqueda de grandeza”, dijo Markowski en referencia al anhelo de Álvarez de unificar el título de peso mediano. “Si derrota a Saunders, la última pieza de ese rompecabezas es Caleb Plant. Pero la pelea con Golovkin tiene un lugar especial en el corazón de los aficionados al boxeo”.

Plant, campeón de la Federación Internacional de Boxeo, fichó con Premier Boxing Champions de Al Haymon, que tiene acuerdos con Fox y Showtime. Lograr un contrato entre él y Álvarez implicaría más batallas para dividir las ganancias, lo que podría conducir a más del caos tradicional del boxeo. El mes pasado, se reportó que Anthony Joshua y Tyson Fury, campeones de peso pesado, tenían un contrato de 150 millones de dólares por una pelea en Arabia Saudita. Y luego, de pronto, ya no.

La pelea del sábado sucederá, pero no hay garantías del boxeo más allá del encuentro Álvarez- Saunders. Los aficionados del deporte reconocen la incertidumbre. Para ellos, es señal de que el boxeo ha vuelto a la normalidad.