El primer empleo techie, una herramienta para que mujeres de barrios vulnerables combatan la violencia de género

Según una investigación del centro de estudios chileno Espacio Público, el modelo de Arbusta, una compañía con impacto económico y social que opera en la Argentina, Colombia y Uruguay cambia la vida de las jóvenes: les da la oportunidad de comenzar su recorrido laboral en el sector tecnológico y enfrentar así la discriminación

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Antes de llegar a Arbusta, Marisabel Gaspar, que había entrado a la empresa sin ningún tipo de conocimiento en tecnología, pensaba que iba a estar ahí por poco tiempo. Lo suficiente como para ganar algo de experiencia y pasar luego a algún otro lugar donde pudiera desempeñarse en algo vinculado al derecho, lo que estudiaba.

Antes de llegar a Arbusta, ella pensaba que en esa industria nunca iba a progresar por ser mujer. Antes de llegar, estaba harta de que en las entrevistas laborales de los estudios jurídicos a los que se presentaba insistentemente (“para ser secretaria o cadete, para aprender”) le pidieran experiencia, le preguntaran dónde vivía o qué nivel de estudios tenían sus padres.

“Cuando era más chica vivía en un barrio con mi mamá y mis hermanos y sabía que el domicilio era importante para las empresas. Me preguntaban si mis padres eran profesionales. Yo les decía que no y entonces querían saber cómo me iba en la facultad y dónde había trabajado. Todos los trabajos que había tenido eran informales. Esas cosas me hacían notar que no encajaba… Una de las cosas que más exigían era que hubiera trabajado en algún lugar o hecho algo relacionado a la abogacía. Pero yo estaba buscando mi primer empleo en un estudio jurídico”, dice.

Hoy tiene 28 años y hace cuatro forma parte de la compañía que le brindó una oportunidad, la capacitó y la estimuló: “Después de dos años de haber entrado, empecé a orientarme hacia el marketing digital y me gustó un montón; me puse a estudiar la carrera, pospuse Derecho (aunque pienso terminarla) porque me enamoré de esa área y quiero crecer en eso”, cuenta, decidida.

Arbusta, dice, la ayudó a creer en sí misma, a creer que podía alcanzar todo lo que se propusiera. Incluso desde cero.

El modelo de Arbusta

“Arbusta es una empresa de tecnología que acompaña a sus clientes en sus procesos de transformación digital a través de los servicios que brindamos, que tienen que ver con control de calidad para aplicaciones web o mobile, recolección, gestión y resguardo de datos, entrenamiento de modelos de inteligencia artificial y mejoras de la experiencia de usuario”, define Martina Deluchi, gerenta de Capital Humano.

La principal característica de esta compañía, que se inició en 2013, es “conectar dos realidades: por un lado, la problemática social que se ve en Latinoamérica, con millones de jóvenes que no pueden acceder al mercado laboral formal. Y, por otro, lo que sucede en la industria de la tecnología, donde hay una fuerte demanda de talento y una supuesta escasez”, explica.

“En ese sentido —continúa—, Arbusta conecta ambas realidades cambiando la mirada: entiende que el talento es universal pero que las oportunidades, no. Por eso, apuesta a la contratación de jóvenes con alto potencial, que no tienen experiencia laboral, estudios ni conocimientos en tecnología y les brinda esa primera oportunidad de empleo en una industria que está en alza, con amplias posibilidades de proyección y desarrollo profesional”.

La motivación que depara el contar con un puesto de trabajo formal impacta de manera positiva en las colaboradoras porque las hace sentir valoradas y escuchadas. (Imagen: gentileza Arbusta)
La motivación que depara el contar con un puesto de trabajo formal impacta de manera positiva en las colaboradoras porque las hace sentir valoradas y escuchadas. (Imagen: gentileza Arbusta)

Arbusta incorpora trabajadores y trabajadoras provenientes de barrios vulnerables y hogares de bajos ingresos. En la mayor parte de los casos, obtener un puesto en la compañía representa el primer empleo o la primera oportunidad de empleo formal. Además, como las mujeres suelen ser minoría en la industria tecnológica, la empresa decidió que el 60 % de su equipo estaría integrado por ellas, con prioridad en quienes son madres o jefas de hogar. Es por eso que, de las más de 300 personas que se desempeñan en sus cuatro sedes (Buenos Aires, Medellín, Montevideo y Rosario), 180 son mujeres.

La empresa subvierte el orden tradicional en el que un colaborador o colaboradora obtiene capacitación o formación en relación con la experiencia laboral. El ingreso a la compañía implica el aprendizaje in situ, a través del modelo “aprender trabajando”. Además, pone el foco en que los y las jóvenes desarrollen otras habilidades como autoconfianza, seguridad o saber afrontar desafíos. De este modo, apuesta por desarrollar sus talentos mientras rompen con estigmas y barreras de clase y género que suelen conducir a que personas de barrios marginales tengan menos oportunidades de educación y empleo.

“En 2020, Espacio Público nos contactó para tomar a Arbusta como caso de estudio. En esa investigación se planteaba la hipótesis de que una oportunidad de empleo formal podría reducir significativamente casos de violencia y discriminación contra las mujeres. Llevaron adelante el seguimiento durante dos años, en los que contactaron a mujeres que trabajan o han trabajado en Arbusta para que participen de focus group, encuestas, entrevistas individuales y otras técnicas”, cuenta Deluchi.

El estudio fue desarrollado por Espacio Público, un centro de investigación independiente chileno, con el apoyo de Flacso Costa Rica y del International Development Research Centre (IDRC). Se tituló El primer empleo como forma de reducción de la violencia y discriminación. El caso de Arbusta.

“El punto de partida fue identificar intervenciones efectivas en abordar las dificultades que enfrentan las mujeres jóvenes de la región para acceder a empleos de calidad, que les permitan un nivel pleno de inclusión económica y social”, dice Espacio Público en el estudio. “La falta de oportunidades laborales, las bajas tasas de egreso escolar, la mala calidad de los aprendizajes y la alta incidencia de conductas de riesgo, como la violencia y la sexualidad desprotegida, son algunos de los fenómenos que atentan contra la plena integración de las mujeres jóvenes en sus sociedades”, señalan.

Arbusta conecta la problemática social de falta de acceso al mercado laboral formal de los y las jóvenes con la supuesta escasez de talentos en la industria de la tecnología. (Imagen: gentileza Arbusta)
Arbusta conecta la problemática social de falta de acceso al mercado laboral formal de los y las jóvenes con la supuesta escasez de talentos en la industria de la tecnología. (Imagen: gentileza Arbusta)

La violencia aparece como un factor dominante en las vidas de las colaboradoras o excolaboradoras de Arbusta que participaron de la investigación. Y se ve en situaciones de discriminación laboral, estigmatización por el lugar de origen o residencia, en el machismo del interior de las familias, en vínculos o relaciones violentas y en episodios de inseguridad. “La violencia es una realidad cotidiana que determina en gran medida las trayectorias biográficas de las juventudes regionales”, dice el estudio.

Y continúa: “La teoría del cambio en que se apoya esta investigación plantea que los efectos de una intervención como esta van más allá de la inserción laboral: este sería el punto de partida para un cambio en las circunstancias vitales de sus participantes. Emergen oportunidades donde antes no las había, las mujeres se empoderan subjetiva y económicamente, surge la posibilidad de un futuro. Al ampliar sus oportunidades laborales, se desarticularía el círculo vicioso de la exclusión social que anuda violencia estructural, directa y simbólica, para dejar fuera a las mujeres de la posibilidad de construir un proyecto vital propio, autónomo y libre”.

Hallazgos y resultados

“Las conclusión principal fue ratificar la hipótesis: esta primera oportunidad de un empleo formal y de calidad reduce significativamente situaciones de violencia y discriminación en las mujeres”, dice Deluchi. “Por otro lado, un hallazgo bastante importante es que Arbusta se configura como un hito principal en la historia de vida de estas jóvenes, al permitir un cambio sustancial en sus vidas con el que pueden romper con los tres tipos de violencia sobre los que se apoyó la investigación: física, simbólica y estructural”.

La violencia estructural, explica, “se relaciona con las posibilidades que tiene una persona por el contexto en el que nace: la búsqueda de trabajo, los estudios, el lugar donde vive, los barrios, el acceso a ciertos servicios y derechos básicos”. En lo relativo a la violencia física, relevaron situaciones en las que era ejercida por personas de la familia o del contexto en el que viven o frecuentan. Finalmente, la violencia simbólica es la que atenta directamente contra la autoestima de las jóvenes: hace tambalear su seguridad y autoconfianza, justamente lo que Arbusta trabaja para fortalecer.

“La oportunidad que me dio Arbusta fue muy grande porque me permitió conocer un mundo que no conocía, una forma de trabajo que no sabía que existía. Creo que eso, sumado al contacto con personas que me mostraron un camino por dónde ir, fue haciendo que sea más segura de mí misma”, destacó una colaboradora en la investigación.

La empresa se enfoca en el sistema “aprender trabajando”, por lo que invierte el proceso habitual: la capacitación se da luego del ingreso a la compañía. (Imagen: gentileza Arbusta)
La empresa se enfoca en el sistema “aprender trabajando”, por lo que invierte el proceso habitual: la capacitación se da luego del ingreso a la compañía. (Imagen: gentileza Arbusta)

Deluchi dice que el estudio les permitió confirmar que efectivamente cumplían los objetivos con los que nació Arbusta. Y los resultados los ayudaron a enfocarse en determinadas acciones internas como “brindar talleres de salud sexual, hablar sobre consentimiento, elaborar nuevos protocolos de acompañamiento en situaciones de violencia doméstica o acoso y acompañar en situaciones de violencia laboral”.

En el estudio, “muchas mujeres han confirmado que Arbusta cambió totalmente la autopercepción que tenían, y cómo hoy logran tener otra agenda en sus vidas: han logrado ordenarse y proyectarse a nivel profesional y trabajar en su desarrollo personal”, señala Deluchi.

Sobre este punto, el estudio asegura que “las colaboradoras experimentan el inicio de su tiempo en Arbusta con mucha timidez y baja autoestima, con la sensación de que probablemente se habían equivocado al seleccionarlas. Enfrentadas a dificultades sistemáticas para insertarse laboral y educacionalmente en la sociedad, terminan por creer que no son capaces”. Frente a esto, el sistema “aprender trabajando” de Arbusta y de poner el foco en la motivación y las ganas de las personas, impacta en ellas de manera positiva, haciéndolas sentir valoradas y escuchadas”.

“En Arbusta tenemos esa posibilidad de contención: ‘Bueno, te está pasando esto, resuélvelo y después vemos cómo recuperar las horas, hablaremos con tu líder o con quien sea, pero primero estás tú, tu salud mental y después el resto’. Eso es lo que hace la diferencia”, sostiene en el informe una de las colaboradoras. “Para mí la clave es eso, que una persona venga y confíe en ti cuando tú no crees que puedes llegar a nada. Me parece que fue eso lo que me impulsó y me hizo ver que yo también valía”, dice otra. “[Arbusta] me ayudó a ser una persona más centrada, más inteligente, a tener más control sobre mi vida y a ser más independiente. Creo que eso fue fundamental para saber qué quiero, ver lo que he logrado y para verme a mí misma desde una forma más bonita y apreciar esa historia”, señala una de las involucradas.

Durante la investigación, algunas de las colaboradoras afirmaron que pasar por Arbusta les significó un cambio rotundo en sus vidas. “Uno de los primeros que perciben es que empiezan a tener nuevas expectativas, tales como trabajar a tiempo completo o liderar equipos. Van entendiendo qué les gusta y dónde se proyectan, fortalecen sus deseos de seguir estudiando y sus ganas de superarse día a día. Para muchas de ellas, la oportunidad que ofrece la empresa es un mecanismo de transformación social que abre perspectivas y mejora las oportunidades de las jóvenes”, indica el estudio.

Algo así le sucedió a Karen Fernández, que trabajó en Arbusta entre 2017 y 2020. Fernández es argentina, tiene 30 años y una hija de 12. Y antes de entrar a Arbusta intentaba mantenerse y sostener su hogar con trabajos en el rubro gastronómico. “Trabajé tres años en Mcdonald´s y después en otros lugares, de manera informal, con horarios rotativos. En un momento una de las empresas en las que trabajaba se declaró en quiebra, sin ninguna posibilidad de compensar a los empleados. Quise buscar un nuevo trabajo en el sector porque ya tenía muchos años de experiencia y me costó un montón, sobre todo porque me preguntaban con quién dejaba a mi nena, si estaba con mi pareja y otras cosas relacionadas con la disponibilidad”, cuenta.

Seguía en la búsqueda cuando vio que en la Casa Central de la Cultura Popular - Villa 21-24, Enjambre, una organización fundada por las mismas personas que Arbusta, ofrecía un curso de testing y análisis de datos. “Cuando leí eso pensé que me iban a enseñar Office y que me iba a servir para algún puesto administrativo. Entonces me inscribí, completé el curso y al finalizar me ofrecieron ayuda con la inserción laboral. Tiempo después, Arbusta me tomó una entrevista y me incorporó como colaboradora”.

Fernández es parte de una de las primeras camadas de Arbusta. Cuenta que cuando ingresó eran solo 35 trabajadores. “Entramos para un gran proyecto de Mercado Libre y para mí todo era un sueño. Pude conseguir mi primera experiencia laboral en IT y desde el primer día todo fue aprender. Tenía mucha gente que me apoyaba y la experiencia de hablar con referentes que nos enseñaban sus herramientas y cómo desenvolvernos en las tareas diarias. Ese proyecto creció un montón y fueron tomando a muchas más personas”, recuerda.

En su paso por Arbusta, Fernández participó en proyectos para clientes como Disney y Fox Sport. Hoy, es líder de equipo para el Área de Tecnología y testing de una start-up que realiza softwares para pymes y recibe a diario ofertas de trabajo. “El área de tecnología es muy demandada y cuando uno tiene la experiencia y las otras habilidades, surgen estas oportunidades de seguir creciendo”, se ilusiona.

Trabajar en Arbusta marcó para ella un punto de inflexión en todos los sentidos. Antes luchaba para sostener su día a día; ahora, dice, puede ponerse metas y objetivos a largo plazo.

El contar con un puesto de trabajo formal les permite a estas jóvenes fijarse objetivos de largo plazo, como estudiar una carrera o mantener a su familia de modo más estable y organizado. (Imagen: gentileza Arbusta)
El contar con un puesto de trabajo formal les permite a estas jóvenes fijarse objetivos de largo plazo, como estudiar una carrera o mantener a su familia de modo más estable y organizado. (Imagen: gentileza Arbusta)

Con su experiencia, Fernández, al igual que Gaspar, aprendió que las mujeres también pueden trabajar en tecnología y decidió compartir ese descubrimiento: “Mi familia no sabía —y yo tampoco— que podíamos acceder a este rubro. A partir de mi ingreso, incentivé a las demás. Ahora mi hermana está trabajando en una empresa de tecnología como analista de calidad de software, mi prima también. Ambas tienen bebés chiquitos y pueden trabajar de forma remota desde sus casas y mantener la economía familiar. Y lo voy extendiendo a mis primas, que son más chicas, y a mi hija, que también quiere inscribirse en una escuela técnica y está interesada en la tecnología. Lo mismo hago con amigos y conocidos: a todo el que puedo le recomiendo que se meta en tecnología para crecer y mejorar su calidad de vida”.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.