
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) informó que un equipo de sus expertos volvió a territorio iraní, en el primer movimiento de supervisión desde los ataques de junio de Estados Unidos e Israel contra instalaciones atómicas del régimen de Teherán. El director del organismo, Rafael Grossi, dijo que “ahora mismo el primer equipo de inspectores del OIEA ha regresado a Irán, y estamos a punto de reiniciar nuestras actividades”.
El retorno de los inspectores no es producto de un gesto de apertura del régimen iraní, sino de una necesidad técnica. Según Amwaj Media, que cita a “una fuente iraní de alto nivel”, el reinicio de contactos entre el OIEA y Teherán “responde a la necesidad de garantizar el suministro de combustible para la planta de Bushehr”.
Desde los ataques de junio contra sitios como Fordow y Natanz, el OIEA perdió acceso directo a instalaciones críticas, debilitando la capacidad internacional de verificar qué ocurre con el uranio enriquecido en territorio iraní. Grossi admitió a Fox News que “no es una situación fácil… para algunos en Irán, la presencia de inspectores internacionales es perjudicial para su seguridad nacional”.

En Washington, Grossi se reunió con el enviado especial estadounidense para Medio Oriente, Steve Witkoff, para analizar los pasos inmediatos. Las conversaciones directas entre Estados Unidos e Irán permanecen suspendidas desde los ataques, y la posición de Teherán se ha endurecido. En julio, el Parlamento iraní incluso aprobó una ley que limita aún más la cooperación con el OIEA, subordinando cualquier inspección a la aprobación del Consejo de Seguridad Nacional.
La vuelta parcial de inspectores, por lo tanto, no despeja las dudas sobre el alcance del programa iraní. En junio, Grossi ya había advertido que, pese a los daños sufridos en instalaciones clave, Irán podría reanudar su producción de uranio enriquecido en cuestión de meses. El conocimiento técnico acumulado y la red de científicos formados en décadas de desarrollo nuclear clandestino no se borra con ataques puntuales. Por eso, la pregunta que ronda no es si Irán podrá avanzar, sino cuánto tardará en recuperar el ritmo previo a los bombardeos.
La presión europea aumenta. Reino Unido, Francia y Alemania, el llamado E3, han lanzado un ultimátum: si no hay un regreso completo a la cooperación con el OIEA antes de fin de mes, avanzarán con la reimposición automática de sanciones de Naciones Unidas, el mecanismo conocido como “snapback”. Rusia y China, aliados estratégicos de Teherán, promueven en paralelo una prórroga de seis meses para evitar ese desenlace, pero condicionada a gestos concretos de transparencia. Sin embargo, los europeos parecen determinados a no prolongar indefinidamente un juego de dilaciones que ya se extiende demasiado.

El trasfondo es claro: el régimen iraní utiliza el programa nuclear como escudo y como amenaza. Mientras alega soberanía frente a los inspectores, aprovecha cada resquicio para mantener vivo un proyecto que, según las potencias occidentales, tiene vocación militar. Israel lo considera un peligro existencial. Washington, bajo presión política interna y de sus aliados regionales, mantiene abierta la posibilidad de negociaciones, pero con una línea de fondo que parece inamovible: impedir a toda costa que Irán adquiera la capacidad de fabricar un arma nuclear.
La comunidad internacional se enfrenta a un dilema complejo: cómo mantener abiertas vías diplomáticas sin legitimar las tácticas dilatorias del régimen, cómo ejercer presión sin empujar a Irán hacia la clandestinidad absoluta. El regreso de los inspectores, en este marco, es apenas un gesto mínimo. No garantiza transparencia, no disipa sospechas y no modifica la estrategia de fondo del régimen, que sigue utilizando la amenaza nuclear como palanca de supervivencia.
Grossi intentó poner un tono de moderada esperanza al decir que reconstruir el diálogo “es complicado, pero no imposible”. Por ahora, el regreso parcial de los inspectores abre apenas una rendija en un proceso marcado por la desconfianza. Falta ver si este gesto se convierte en un punto de partida hacia una cooperación más amplia o si queda reducido a un episodio técnico sin mayor impacto. La comunidad internacional seguirá observando con cautela, consciente de que la estabilidad nuclear en Irán sigue siendo una incógnita más que una certeza.
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