En una nueva puesta en escena cuidadosamente orquestada, el dictador norcoreano Kim Jong-un protagonizó este domingo un acto fúnebre transmitido por la televisión estatal, en el que aparece cubriendo con la bandera nacional una fila de ataúdes. En el centro del acto, una pantalla gigante proyectó imágenes de seis féretros alineados en perfecta formación, cada uno envuelto por Kim con el pabellón rojo, azul y blanco del país. Seis ataúdes, seis despedidas silenciosas.
Acompañado por su hija Kim Ju Ae y por altos funcionarios rusos —entre ellos la ministra de Cultura Olga Lyubimova—, el líder convirtió lo que aparentaba ser un homenaje solemne en un espectáculo coreografiado, con música patriótica, símbolos militares y mujeres llorando en cámara lenta. La muerte, una vez más, al servicio de la propaganda.
El concierto, con participación de artistas norcoreanos y rusos, fue organizado para conmemorar el primer aniversario del tratado de asociación estratégica firmado entre Pyongyang y Moscú.

En la platea, varias mujeres lloraban. El rostro de Kim, junto al de su hija, permanecía serio y conmovido mientras observaban los homenajes. La ministra Lyubimova, sentada a su lado, aplaudía. No hubo discursos ni proclamas. Solo imágenes y música, en un lenguaje visual más elocuente que cualquier declaración.
Los detalles del acto no fueron acompañados por explicaciones oficiales sobre las identidades de los soldados o el lugar donde murieron. Pero las secuencias proyectadas —donde se mezclaban combates, símbolos rusos y norcoreanos, y los funerales presididos por Kim— parecen inscribirse en el contexto de una cooperación militar cada vez más estrecha entre Corea del Norte y Rusia.

La puesta en escena se produjo apenas semanas después de que Rusia agradeciera públicamente la participación activa de soldados norcoreanos en la región de Kursk, donde —según Moscú— contribuyeron a repeler una ofensiva ucraniana. Fue el propio presidente Vladimir Putin quien, en un comunicado difundido a fines de abril, celebró la “derrota completa” de las tropas ucranianas en la zona y destacó el papel de las “unidades del Ejército Popular de Corea” en esa operación.
La televisión estatal rusa había mostrado días antes, por primera vez, imágenes de soldados norcoreanos entrenando en suelo ruso, portando armamento y uniformes del Ejército de Moscú. Según servicios de inteligencia occidentales, unos 11.000 efectivos norcoreanos habrían sido desplegados desde agosto de 2024, con unos 3.000 refuerzos tras las primeras bajas. Corea del Norte, por su parte, confirmó su participación a través de su agencia KCNA, que calificó la intervención como parte del cumplimiento del tratado firmado con el Kremlin en diciembre del año pasado.
El tratado, firmado personalmente por Putin y Kim Jong-un en Pyongyang en junio de 2024, establece una asociación estratégica que incluye un compromiso mutuo de defensa. Desde entonces, ambas capitales han multiplicado los gestos públicos de cercanía, en un contexto de creciente aislamiento internacional y sanciones multilaterales.

En el evento del domingo, Kim no tomó el micrófono. Tampoco hubo comunicados oficiales que detallaran los motivos del funeral o la identidad de los fallecidos. Pero las imágenes —cuidadosamente seleccionadas por la propaganda norcoreana— delinean el contorno de una narrativa: soldados que marchan, caen y son despedidos con honores, mientras la alianza militar con Moscú se celebra con flores, violines y fotografías oficiales.

Después del concierto, Kim, su hija y los representantes rusos recorrieron una muestra fotográfica en el teatro. Más tarde, mantuvieron conversaciones privadas, según reportó la prensa estatal. Entre los temas tratados no se mencionaron ni Ucrania ni el conflicto en curso. La guerra, sin embargo, estaba en cada imagen.
Aunque el régimen de Pyongyang evita mencionar directamente el conflicto, el homenaje público a los soldados caídos, el uso de símbolos rusos en las imágenes y la presencia de altos funcionarios rusos en el evento sugieren una implicación más profunda de Corea del Norte en la guerra que se libra al oeste de su frontera.
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