
Casi 150 días después de aquel 23 de enero en el que las autoridades chinas decidieron imponer un confinamiento estricto sobre la ciudad de Wuhan que se prolongó durante once semanas, el impacto sobre los negocios sigue siendo casi como al principio.
Los hoteles del centro de la ciudad, que al principio del brote sirvieron como hospitales improvisados y espacios para el personal de salud, la tasa de ocupación volvió alrededor del 90% del nivel en el que estaban el año pasado para la misma época, pero el precio de la habitación cayó en un 50%, hasta un promedio de USD 29 la noche.
“Las ganancias son muy escasas... todavía estamos tratando de compensar las pérdidas”, dijo Wang Dandan, ciudadano chino que se mudó a Wuhan justo antes de la pandemia a trabajar en el sector hotelero al sitio SCMP. “El propietario nos ha instado muchas veces a que paguemos el alquiler, pero ahora no podemos permitirnos hacerlo, realmente no tenemos dinero”.

Gran parte de Wuhan parece haber vuelto a la normalidad. Las calles están surcadas por autobuses y taxis, los restaurantes tienen comensales y los parques temáticos están llenos de visitantes que aprovechan la decisión del gobierno no cobrar tarifas deingreso. El martes, las 2.800 escuelas intermedias, primarias y jardines de infancia de Wuhan abrieron sus puertas a 1,4 millones de alumnos, según el gobierno local.
Si bien aún hay numerosas preguntas sin responder sobre los orígenes del brote de Covid-19 y sobre la actuación de las autoridades, el gobierno de Beijing promocionó la recuperación de la ciudad como una prueba de que su respuesta ante el coronavirus fue mejor que la de las democracias occidentales.
Pero incluso cuando las actividades económicas y sociales de esta ciudad central de 11 millones de habitantes se normalizaron superficialmente, los testimonios de residentes locales muestran que las profundas cicatrices psicológicas y el daño económico podría tardar meses y hasta años en sanar.

El producto interno bruto de Wuhan se contrajo un 20% en la primera mitad del año, mientras que las estadísticas oficiales registraron unas 4.000 muertes como consecuencia del Covid-19.
El mercado mayorista de mariscos de Huanan, el epicentro inicial del brote, es un recordatorio del episodio: el mercado húmedo permanece cerrado, con las entradas bloqueadas por cercas azules y las tiendas cubiertas por cortinas negras.
Por casi dos kilómetros a la redonda, el área del mercado se ha convertido en una zona prohibida a la que pocas personas están dispuestas a ingresar. Docenas de tiendas, incluidas farmacias, restaurantes y cibercafés, están cerradas y cubiertas con carteles que anuncian su alquiler o venta. En la puerta de vidrio de un restaurante, un aviso dice que la tienda estará “cerrada temporalmente desde la tarde del 3 de enero” debido a la desinfección general.
El mercado se suspendió el 1 de enero para realizar una limpieza profunda y las autoridades dieron la alarma sobre la infección de persona a persona en todo el país el 20 de enero.

A pocos kilómetros de distancia, en una tienda de albóndigas dirigida por una pareja de la provincia de Heilongjiang, uno de los propietarios contó al sitio SCMP que el pequeño restaurante reanudó sus actividades en mayo cuando pensó que la situación era segura. Sin embargo, se quejó de que el volumen de negocios se había reducido a la mitad en comparación con los días previos a la pandemia.
“No sé si es porque la gente ya no quiere salir a comer, o es porque no tienen mucho dinero después de varios meses sin trabajo”, dijo la mujer, que se identificó con el apellido Xu.
Con todo, en la mayoría de los lugares, incluidos los centros comerciales, ya no se practican controles de temperatura corporal ni escaneo de la situación de la salud. En general, hasta los carteles sobre el coronavirus están desapareciendo de los espacios públicos, y las advertencias sobre la prevención de virus apenas se ven en los anuncios.

Pero si bien lo peor del brote podría haber pasado para los residentes, todavía hay una amargura persistente en algunos rincones. Wang Yan, un nativo de Wuhan que formó parte de la fuerza laboral que construyó el Hospital Huoshenshan en apenas días, dijo que la pandemia no es algo que pueda olvidarse fácilmente.
El hospital, que dejó de funcionar el 14 de abril, a menudo se presenta como un monumento a la eficiencia de China, pero Wang afirmó que no había nada de qué enorgullecerse. Se montó sólo cuando los hospitales de Wuhan estaban desbordados de pacientes, mucha gente moría indefensa en su casa y la ciudad estaba presa de la ira y la desesperación, dijo.
“Se basó en el hecho de que toda la ciudad se estaba derrumbando”, dijo, Wang, excéptico.
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