Singapur, entre la utopía y la distopía: el extraño combo de potencia económica, alto desarollo y un orden cuasi autoritario

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El hotel Marina Bay Sands, ícono del paisaje urbano de Singapur (Shutterstock)
El hotel Marina Bay Sands, ícono del paisaje urbano de Singapur (Shutterstock)

Singapur está en boca de todos. Cualquier ranking asociado al desarrollo encuentra al país del Sudeste Asiático en los primeros puestos. Sea que mida cuestiones macro o microeconómicas, seguridad pública, innovación o educación, ahí esta Singapur en lo más alto de la tabla. Esto incluye el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas que mide el nivel de vida y el de Percepción de corrupción en el sector público, donde Singapur muestra un lugar envidiable entre los países con menos corrupción del planeta.

La República de Singapur, así es su denominación formal, es más una ciudad Estado que, a diferencia de las europeas, no tiene al pasado como la base de su identidad, sino el futuro. Esto es así, sobre todo, porque es un país que recién en el año 2015 cumplió sus primeros 50 años de vida independiente. Tampoco es extenso su territorio. Todo lo contrario. Singapur se compone de 64 islas que ocupan un poco menos de 720 kilómetros cuadrados lindantes con la península malaya, con la cual está comunicada por puentes.

Singapur, la imaginación al poder

Tratándose de un país de pequeñas dimensiones, su posición geopolítica puede considerarse débil por las diferentes amenazas externas que existen en la región. Sin embargo, transformó esas desventajas en sus mejores armas a partir de una posición privilegiada en los flujos comerciales del continente y de una apertura hacia el mundo sin distinciones ni complejos. Por sus puertos se trasporta el 30 % de todo el comercio asiático, es un gran receptor de inversión extranjera y a la vez es visitada cada vez por más turistas, al punto que esta actividad es uno de los principales ingresos del país.

Condicionada por la falta de territorio y la escasez de recursos naturales, Singapur se concentró en las industrias con valor agregado y con fuertes inversiones en tecnología e innovación. La ciudad cuenta con médicos robots, taxis sin conductor, todo tipo de sensores para evaluar minuto a minuto el nivel de contaminación o el estado del tráfico y una cantidad incontable de cámaras que controlan los pasos de cada ciudadano.

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Pero lo que ha sido clave en el despegue económico del país fue convertirse en un centro financiero global, basado en la calidad de sus recursos humanos y la solidez de sus instituciones financieras, entre ellas un Banco Central, considerado el mejor del mundo.

Una sociedad diversa

Quien recorre las avenidas de Singapur se encuentra frente a una ciudad de diseño, limpia, ordenada y que combina espacios que recuerdan las principales metrópolis occidentales mezcladas con la influencia oriental, especialmente china. La ciudad se corona con la Bahía de Singapur donde se erige el Marina Bay Sands, un paradigmático hotel de 5 estrellas que es un icono de la ciudad con sus tres torres de 200 metros cada una.

La influencia china no es casual. De los casi 6 millones de habitantes, la gran mayoría es de origen chino (73%). La segunda etnia son los malayos, que constituyen casi el 14% de la población y luego los de origen indio, que llegan al 9%. Pero además de ellos, casi el 20% de los habitantes de Singapur son ciudadanos extranjeros no residentes, que se encuentran allí por motivos laborales. Esta diversidad se refleja también en las varias lenguas oficiales: mandarín, malayo, inglés y tamil.

¿Valores asiáticos o autoritarismo secas?

El padre fundador de la Singapur moderna fue Lee Kuan Yew, a la vez Primer Ministro desde 1959 hasta 1990 y quien diseñó un sistema de liberalizacion económica, pero con un alto control social y centralización del poder político.

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Lee Kuan involucró al Estado de Singapur en la vida privada de los ciudadanos, incluyendo reglas para relacionarse entre ellos, normas de limpieza hogareña, prohibiendo arrojar cosas al suelo, comer en el transporte público y hasta impidió mascar chicles. También restringió la libertad de prensa, y diseñó un sistema de justicia que persiguió opositores y que incluye diversos castigos físicos y la pena de muerte por ahorcamiento para quien poseyera más de una limitada cantidad de droga.

Singapur es una república que heredó de su metrópoli británica el sistema parlamentario. Una de las diferencias es que la jefatura del Estado no la ocupa una reina, sino una presidente, cargo reservado a la etnia malaya. Aunque se efectúan elecciones libres periódicamente, el sistema reinante garantiza al partido (y la familia) gobernante la permanencia en el poder a través del uso de los recursos del Estado.

El partido que fundara Lee Kwan –el Partido Acción Popular- ganó así todas las elecciones hasta el día hoy, cuando gobierna su hijo, el actual Primer Ministro, Lee Hsieng Loong, con una mayoría parlamentaria de 83 bancas sobre las 89 disponibles.

En la actualidad, el Estado puede considerar maliciosas las publicaciones en Internet, incluso en Whatsaap y castigar con penas que llegan a una década en prisión. Por todo esto en los rankings sobre libertades individuales Singapur no califica tan bien como en los antes mencionados. Por ejemplo, en el de libertad de prensa de Reporteros sin Fronteras, ocupa los últimos puestos. Además el país es considerado solo "parcialmente libre" en el índice elaborado por Freedom House. Pero esta situación no fue ajena al diseño original del país.

Singapur ha sido propuesto como un modelo de desarrollo basado en la disciplina y el orden. Lee Kuan, sostenía que en Asia oriental existía un contrato social diferente a los países occidentales basado en dos principios: la nación proviene del grupo, lo cual implica que la sociedad está por encima del individuo; y el consenso es superior a las controversias.

La doctrina conocida como "valores asiáticos" buscaba defender el sistema político –cuasi autoritario– de las injerencias externas y conformó una eficaz barrera para detener los reclamos de apertura política, a la vez que sostener el crecimiento económico.

Singapur aparece como un anuncio del futuro que se debate entre la utopía y la distopía. Algunas imágenes pueden parecer salidas de las páginas de Un mundo feliz de Aldous Huxley o la novela de Philip K. Dick que dio origen a la película Blade Runner.

¿Pueden convivir el progreso, el orden y la democracia? Es una pregunta que durante muchas décadas del pasado siglo XX pudo responderse afirmativamente y que el futuro parece poner en duda. Observar con atención el devenir de Singapur nos puede proveer información para anticiparnos a lo que vendrá.