
El desarrollo de los ballenatos de ballena jorobada en el Pacífico Norte representó un desafío energético extraordinario: tras nacer, estos cetáceos requirieron 38 veces más energía para crecer que durante la gestación.
Así lo reveló un estudio internacional liderado por el Instituto de Biología Marina de la Universidad de Hawái, cuyos resultados se publicaron en la revista Marine Ecology Progress Series. Este hallazgo, basado en técnicas innovadoras y datos inéditos, adquirió relevancia ante el cambio climático y las presiones humanas, ya que la disminución del tamaño corporal y los nacimientos plantearon importantes retos para la conservación de la especie.
El equipo investigador, dirigido por Martin van Aswegen de la Universidad de Hawái junto con la Alaska Whale Foundation y otras instituciones, cuantificó por primera vez el costo energético del crecimiento en ballenas jorobadas del Pacífico Norte.

El análisis incluyó datos recolectados entre 2018 y 2022 en zonas de reproducción de Hawái y áreas de alimentación del sureste de Alaska. Se integraron mediciones morfométricas tomadas con drones, registros históricos de la caza comercial y muestras biológicas post mortem, lo que permitió una estimación precisa de la masa corporal y de los requerimientos energéticos desde el nacimiento hasta los 50 años de edad.
Según el estudio, el crecimiento postnatal exigió aproximadamente 38 veces más energía que el crecimiento prenatal. Los ballenatos necesitaron entre seis y ocho veces más energía diaria que los adultos, y el 30% de su crecimiento total se registró antes del primer año de vida. Además, más del 60% de las necesidades energéticas vitales se concentraron en los primeros 150 días después de nacer.
Este periodo coincidió con la fase de lactancia, cuando las hembras adultas ayunaron en las zonas de reproducción de Hawái antes de migrar nuevamente a las áreas de alimentación en Alaska.

Durante ese tiempo, las madres dependieron de sus reservas acumuladas durante meses previos para cubrir tanto sus propias necesidades como las de sus crías en crecimiento acelerado. La investigación destaca que en un solo año, una hembra aportó hasta un tercio del costo energético total de crecimiento que su cría requirió a lo largo de su vida.
La capacidad de la madre para criar un ballenato grande y fuerte, más resistente a la inanición y al estrés ambiental, dependió en gran medida de sus propias reservas energéticas. Las hembras de menor tamaño, con menos reservas, enfrentaron limitaciones que afectaron tanto la frecuencia de reproducción como la inversión para sus crías.
“Este estudio resolvió una pieza clave del rompecabezas energético al estimar el costo de ser una ballena jorobada en el Pacífico Norte: el costo del crecimiento”, explicó Martin van Aswegen, según informó la Universidad de Hawái.
Y agregó: “Al cuantificar las demandas energéticas para crecer rápido y fuerte, proporcionamos información esencial sobre cómo las presiones externas, incluidas el cambio climático y la perturbación humana, pueden afectar la supervivencia y resiliencia de estos gigantes oceánicos”.

El análisis detectó además tendencias preocupantes: las ballenas jorobadas adultas actuales presentaron una longitud corporal entre 30 y 60 centímetros (1–2 pies) menor que las registradas en el siglo XX. La región experimentó una caída del 76,5% en los avistamientos de parejas madre-cría y una disminución estimada del 80% en la tasa bruta de nacimientos en Hawái entre 2013 y 2018, de acuerdo con datos de la Universidad de Hawái.
Estas reducciones coincidieron con la ola de calor marina más prolongada registrada a nivel mundial, lo que sugiere que la escasez de alimento impidió a las madres acumular energía suficiente para enfrentar la lactancia y el crecimiento de sus crías. Los efectos resultaron especialmente notorios en ballenatos y juveniles, sumamente vulnerables por sus altos requerimientos energéticos.
A partir de este escenario, el estudio resaltó la necesidad de comprender cómo las hembras reproductoras acumularon y distribuyeron la energía para afrontar los costos asociados con la gestación y la lactancia.

Lars Bejder, director del Programa de Investigación de Mamíferos Marinos de la Universidad de Hawái y coautor principal, afirmó: “Si las ballenas jorobadas debieron sobrevivir a amenazas como olas de calor extremas y otros factores vinculados a la actividad humana, necesitamos entender con precisión cómo las hembras reproductoras acumularon y asignaron energía para sostener los costos exponenciales de la gestación y la lactancia”.
La obtención de estos datos fue posible gracias a la implementación de una metodología basada en drones, que capturaron imágenes aéreas de alta resolución de más de 1.500 ballenas jorobadas en Hawái y el sureste de Alaska. Esta técnica permitió medir la longitud y el volumen corporal de cetáceos vivos, lo que superó las limitaciones de registros provenientes de la caza comercial.
Los científicos integraron estas mediciones con bases de datos de salud de ballenas, registros de avistamientos a largo plazo y muestras biológicas, logrando una visión completa de las necesidades energéticas de la especie durante todo su ciclo vital.

“Este enfoque no invasivo nos proporcionó un panorama muy poco habitual de la biología de las ballenas en su entorno natural, en lugar de depender exclusivamente de datos históricos de la caza”, señaló van Aswegen en el comunicado de la Universidad de Hawái.
La base de datos de salud de ballenas jorobadas, que superó las 12.000 mediciones de 8.500 individuos en el Pacífico Norte, ya se utilizó en diversos proyectos y colaboraciones internacionales.
La investigación concluyó que el tamaño corporal resultó un factor crucial en la biología y la supervivencia de las ballenas jorobadas, ya que impactó en su metabolismo, reproducción y capacidad migratoria.
La reducción del tamaño corporal y la disminución de nacimientos, asociadas al cambio climático y a la actividad humana, constituyeron amenazas directas para la viabilidad de la especie. El uso de tecnologías como los drones y la integración de datos de salud y comportamiento permitió mejorar la comprensión de estos desafíos y diseñar estrategias de conservación más eficaces.
Finalmente, la información recopilada sentó una base fundamental para orientar acciones urgentes de conservación que demanda el futuro de la población de ballenas jorobadas del Pacífico Norte.
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