
Nancy Pelosi, quien será a partir de enero la presidenta de la Cámara Baja después de ocho años en manos conservadoras, insistió en que el logro de los demócratas de este seis de no tiene que ver con las diferencias partidistas, sino con "conservar los valores constitucionales" de Estados Unidos.
Nancy Pelosi perdió hace ocho años el mazo de la Cámara de Representantes, pero no ha dejado que nadie le quite el título de la mujer más poderosa de Washington, y ahora aspira a recuperar el cargo con el que hizo historia para guiar a un Partido Demócrata todavía en crisis existencial.
Aunque los demócratas aún tienen que elegir a su líder en la Cámara Baja, la victoria del partido en las elecciones legislativas allana el camino para que Pelosi se convierta en el principal rostro de la oposición al presidente Donald Trump.

A sus 78 años, Pelosi es una de las políticas más polémicas del país. Muchos demócratas la consideran la viva encarnación del aparato del partido, una adalid de la vieja guardia que dificulta la regeneración ideológica y generacional de los progresistas.
En un partido que aún busca su rumbo tras la derrota de 2016, a Pelosi no le han surgido rivales serios, y quienes la conocen atribuyen ese triunfo a su "increíble tenacidad", sumada a la férrea disciplina que ha sabido imprimir entre sus filas.
"Las personas verán un Congreso muy distinto al que tenemos hoy", dijo Pelosi tras conocer la victoria demócrata.
La congresista es una máquina de recaudación para los demócratas: ha reunido más de USD 700 millones en donaciones a su partido en los últimos dieciséis años.

Pero a Pelosi le gusta definirse como "un puente" hacia la nueva generación, y ha asegurado que, si preside la Cámara Baja, lo haría como "figura de transición".
"Tengo cosas que hacer. Libros que escribir, lugares que visitar y nietos a los que querer", dijo al diario Los Angeles Times.
Acostumbrada a que los medios comenten sobre sus trajes caros y sus tacones de aguja, Pelosi sospecha que algunos de los ataques más virulentos en su contra tienen un matiz machista, pero evita regodearse en ello.

Tras el descalabro demócrata en los comicios de 2002, Pelosi tomó las riendas del partido, y desde entonces no las ha soltado.
Su llegada al liderazgo se interpretó como un viraje hacia la izquierda, pero ahora se le considera una figura centrista, opuesta a las propuestas de sanidad pública universal y reticente a dar pábulo a quienes piden un juicio político de Trump.
El mayor logro legislativo de Pelosi fue la reforma sanitaria de 2010, aprobada cuando ella era aún presidenta de la Cámara Baja, y está decidida a defenderla incluso como octogenaria, con la ayuda del helado de chocolate negro que desayuna todas las mañanas.
Con información de EFE
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