
El aroma agradable de un bebé es característico en ellos y está relacionado con la naturaleza de su sudor y la actividad de las bacterias presentes en su piel. Ana Molina, dermatóloga, explicó en el programa televisivo Buenos días Madrid, que el sudor, en su esencia, es inodoro.
La mayoría de las personas producen dos tipos de sudor: el sudor ecrino, que está compuesto principalmente por agua y sal (99%) y es el más común en la infancia, y el sudor apocrino, que empieza a desarrollarse con la llegada de la pubertad. Este sudor ecrino, que es inodoro, es el que predomina en los bebés y, por lo tanto, su piel carece de compuestos que produzcan un olor fuerte.
Por otro lado, un estudio publicado en Communications Chemistry analizó la composición química del sudor de bebés y adolescentes. La investigación mostró que los bebés emiten aldehídos, un compuesto, que tiene aromas cítricos y jabonosos, lo que contribuye a la percepción de su olor agradable. En contraste, en los adolescentes se encuentran ácidos carboxílicos y esteroides naturales que producen un olor más fuerte y menos placentero.

Cambios en la pubertad
Durante la pubertad, el cuerpo produce hormonas llamadas andrógenos que activan unas glándulas llamadas apocrinas. Estas glándulas generan un tipo de sudor con algo de grasa (lípidos). A diferencia del sudor que producen los bebés, que es principalmente agua y no huele, este sudor contiene grasa que cambia el olor corporal.
Las bacterias que viven en la piel se alimentan de esa grasa presente en el sudor y, al descomponerla, generan sustancias que huelen. Esto es lo que causa el típico olor corporal de adolescentes y adultos. La dermatóloga explica: “Las bacterias de nuestra piel se alimentan de sustancias presentes en nuestro sudor (...) lo que olemos es el excremento de bacterias”.

Después de la pubertad, se producen más ácidos carboxílicos y otras sustancias que hacen que el olor sea más fuerte y a veces desagradable. Por otro lado, las grasas del sudor se oxidan con el tiempo, creando olores característicos en los adultos. El estudio encontró que este cambio en el olor es parte del proceso natural de la piel y está relacionado con la actividad de las glándulas sebáceas.
Las glándulas apocrinas se encuentran en zonas específicas del cuerpo como las axilas y los genitales, y producen un sudor más graso que interactúa con bacterias y genera olores más fuertes. Esto también puede causar manchas amarillas en la ropa. En los bebés, la baja actividad de estas glándulas hace que su olor sea más suave y agradable.
Olor vincular
El olor agradable de los bebés tiene un papel clave en el vínculo entre padres e hijos. Según Ilona Croy, psicóloga en la Universidad Friedrich Schiller de Jena y coautora del estudio, este aroma “dulce y meloso” facilita el apego y el cuidado de los padres hacia sus hijos. Además, el olor de los bebés activa los centros de recompensa del cerebro.

Esto ocurre tanto en las mujeres que han sido madres como en aquellas que no, indicando que el aroma del bebé genera placer y fortalece el lazo emocional. Charles Spence, psicólogo de la Universidad de Oxford, sugiere que esta respuesta podría tener bases evolutivas para promover el cuidado de los bebés, lo que es esencial en el desarrollo de un vínculo emocional y afectivo entre el cuidador y el bebé.
Desde una perspectiva evolutiva, el olor suave de los bebés ayuda a crear un vínculo emocional con los padres, incentivando su cuidado. Al crecer el niño, los cambios en su olor podrían coincidir con la búsqueda de independencia.
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