
En los últimos seis meses, Nicaragua ha tenido cuatro embajadores en Cuba. Uno de ellos permaneció en el cargo solo 12 días. Lo mismo sucedió en la Organización de Estados Americanos (OEA) y algo similar en Honduras y Venezuela. Casi todas las semanas La Gaceta, diario oficial, anuncia cambios en embajadas. Y quienes hoy son anunciados en nuevos cargos, un par de semanas más adelante son destituidos.
Un periodista nicaragüense aconseja, en broma, a los nuevos embajadores “no deshacer la maleta ni acomodarse en el cargo” porque pronto les tocará viajar de regreso.
“¡NUEVO RECORD! En seis meses Nicaragua ha tenido cuatro embajadores en Cuba: Wilfredo Jarquín, Reynaldo Lacayo, Sidhartha Marín (12 días en el cargo), Luis Cabrera (12 años). Ha sido una relación histórica y hoy es histérica. Parece que incluso La Habana ha pedido moderación en DD.HH. al régimen”, expuso en Twitter, el ex embajador nicaragüense en la OEA Arturo McFields.
Tras esta alta rotación de embajadores nicaragüenses en el mundo está, a criterio de muchos, la mano de Rosario Murillo, considerada “la canciller de facto” de Nicaragua desde 2018, por encima del ministro de Relaciones Exteriores, Denis Moncada, quien ha quedado relegado a actividades protocolarias.
Rosario Murillo es vicepresidenta de la República por segundo periodo, vocera del régimen, esposa de Daniel Ortega, y desde hace cuatro años asumió la dirección de las relaciones internacionales de Nicaragua sin que medie un nombramiento formal.
Pero el sello de Murillo va más allá de los nombramientos y destituciones del personal exterior, sino que se manifiesta también a través de un nuevo lenguaje diplomático cargado de insultos, la expulsión o prohibición de ingreso de los embajadores de España, El Vaticano, Colombia y Taiwán en Nicaragua y la toma de las sedes diplomáticas de Taiwán y la OEA, entre otros gestos que se le atribuyen.
“A partir de 2018 hubo un cambio en la manera en que se manejaban las relaciones internacionales”, señala McFields, quien se desempeñó como embajador plenipotenciario de Nicaragua ante la OEA hasta el 23 de marzo pasado, cuando denunció como “una dictadura”. al gobierno de Ortega. “Hay un desconocimiento absoluto de la diplomacia”.
“Cuando vos no te adaptás a los cambios, podés ser a veces despedido o ´bypaseado´ (ignorado), o seguir en el cargo, pero no tenés ningún rol más que recibir cartas credenciales”, añade para explicar la alta rotación en el servicio exterior de Nicaragua y el papel del canciller Moncada. “Por ejemplo, una cancillería saludable, cada dos o tres años, rota sus embajadores, pero no en una semana o en un mes”.
El sello de la primera dama está más visible aún en el lenguaje diplomático nicaragüense que incorpora a las notas de Cancillería su habitual virulencia, palabras propias de la jerga de Murillo y su peculiar forma de acentuar algunas palabras y usar el signo de arroba para aludir a dos géneros en sus escritos.
“Absténgase, Señor Sullivan, de seguir violentando nuestra Concordia Nacional, y renuncie a querer imponer su vulgar, rastrera, aberrante, insolente, innoble, abominable y decadente Política yanqui, que declaramos, una vez más, nada grata para l@s nicaragüenses”, expuso (sic) una nota de Cancillería luego que el embajador de Estados Unidos en Nicaragua, Kevin Sullivan, felicitara en un tuit los 25 años de la revista independiente Confidencial, el 11 de octubre del año pasado.
Tres meses antes, la ministra española de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, recibió una carta de cancillería nicaragüense con un tono similar. “Mostrando una ignorancia atrevida, y una ferocidad impropia para la diplomacia, la señora González se dirige al presidente de un pueblo libre y soberano, con voz de alguacil, sin percatarse en su perorata delirante de trasnochada mandamás que llevamos siglos sin dominio español, además de nunca haber reconocido bondad alguna en esos furibundos crímenes hispánicos, crímenes de lesa humanidad”, expuso la misiva a la funcionaria española.
Las cartas de Cancillería, dice una experta en semiótica, tienen el mismo tono furibundo que utiliza la señora Murillo en sus intervenciones del mediodía. “Si se revisa el texto escrito se verá su huella por todos lados. Rosario Murillo es la única persona en el mundo que acentúa el “és”, que llama “Nuestramérica” a América Latina y usa el símbolo de “@” para representar masculino y femenino a la vez. Eso mismo se ve en sus poemas, en sus escritos, se ve en los textos y a veces hasta en los discursos de Cancillería”, dice la fuente.
Según alguien que trabajó cercana a Murillo y que pide se proteja su identidad, ella “reacciona por impulso” a la información que recibe. “Ella no escribe, tiene un escribano. Si algo le molesta le dicta. Empieza a soltar sus insultos. Lo aprueba y le dice que lo mande ya. Inmediatamente llama a Cancillería (para decir) que está mandando un comunicado, ordena que lo manden a todas las embajadas, que las embajadas lo distribuyan y que envíen verificación de que lo enviaron porque algunos embajadores sienten vergüenza de enviar esos textos”.

Según esta fuente, el aislamiento que vive el régimen exacerba el estado de ánimo de Murillo. “Quienes trabajan con ella saben que no se le puede decir la verdad si es mala noticia. Hay que diluirle la información. Ser honesto con ella tiene un precio: ser despedido. Algunos han dicho que son de confianza y le pueden decir la verdad. ¡Qué va! ¡Despedidos! Con ella nada es seguro, menos la honestidad”.
McFields coincide en que la confianza es un factor clave en la escogencia de los funcionarios del servicio exterior. “A partir de las protestas de 2018 nadie es lo suficientemente bueno para ejercer la diplomacia”, apunta.
Dice que hay cinco embajadas en las que se pone especial atención porque son consideradas “la joya de la corona”: Estados Unidos, la primera, Venezuela, Rusia, ahora China —antes era Taiwán— y Cuba. “Son guardadas y resguardadas con puño de hierro por parte del Ejecutivo, porque son carteras muy delicadas en las que no se confía en nadie. No se confía en los embajadores y no se confía en el ministerio de Relaciones Exteriores, o en el ministro”. En algunos casos, agrega, los embajadores no saben lo que está pasando, las relaciones se mantienen a un nivel más alto que el embajador y el canciller.
“Hay conceptos esenciales de diplomacia que realmente desaparecieron, fueron decapitados, a partir del 2018. Cosas tan sencillas como la reciprocidad en diplomacia. Alguien emite un pronunciamiento A y vos respondés con un pronunciamiento B. Eso se terminó, alguien emite un pronunciamiento A y vos salís con una respuesta desproporcionada y con un lenguaje de insulto”, señala McFields.
Dice que otro “principio diplomático” perdido, “que se enseña en el primer día de clases, es la inviolabilidad de las sedes diplomáticas”.
El régimen nicaragüense confiscó las sedes diplomáticas de Taiwán, en diciembre del 2021, y de la OEA, el 24 de abril pasado, acciones que si bien reflejan el deterioro de la gestión diplomática difícilmente se le podrían atribuir a Murillo.
La diplomacia nicaragüense, agrega, carece también de presencia internacional porque Daniel Ortega pocas veces sale de Nicaragua. “Jefe de Estado que no hace relaciones diplomáticas al más alto nivel, no está funcionando. Los jefes de Estado deben de viajar por Latinoamérica o por sus áreas estratégicas de relaciones diplomáticas. Cuando vos no hacés presencia y no viajás, perdés ese contacto personal y llega un momento que solo conoces a los presidentes de los años 80, funcionarios de la vieja era. Al régimen no lo quiere nadie o no lo conoce nadie. Gente como Manuel López Obrador (México) no siente nada por Ortega porque nunca lo ha visto, nunca ha platicado con él, nunca se han abrazado”.
“Ellos han pagado un precio alto por esa ausencia”, remata McFields.
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