
En una televisión que prioriza la información argentina y la ficción turca ningún productor se atrevería a proponer la emisión de clásicos teatrales. Hoy resulta impensado que una emisora emita obras de Moliere, Miller y Dostoievski, dirigidas por Campanella y Lucrecia Martel y protagonizadas por Darín, Francella, Cecilia Roth y Mercedes Morán. Sin embargo hubo una época que la pantalla ofrecía a María Vaner y Oscar Ferrigno actuando en Los Miserables de Víctor Hugo, a Rodolfo Bebán y Graciela Borges en Los sueños en el desván dirigidos por Alejandro Doria y hasta una primera edición televisiva -antes de ser un clásico de los cines- de Esperando la carroza, con China Zorrilla y Pepe Soriano. Esa televisión existió y ese ciclo también. Fue Alta Comedia.
El ciclo de unitarios semanales se pudo ver los sábados a las 22 por Canal 9. Transitó una primera etapa entre 1970 y 1974 y otra de 1990 a 1996. En ambas épocas el dueño de la emisora era Alejandro Romay, ese hombre que captaba como pocos el gusto popular pero que también sabía que a las audiencias se le podía brindar algo más que “palo y a la bolsa”.
Si algo distinguía entre todo lo que distinguía a Romay es que no solo fue un hacedor, también siempre estaba dispuesto a reunirse y escuchar. Así fue como recibió a Martín Clutet, uno de los directores de televisión más destacados. Clutet le propuso hacer producciones con adaptaciones de grandes clásicos teatrales y así competir contra las películas extranjeras que proyectaban otros canales. Romay primero dudó pero luego aceptó el desafío.
El Zar sabía que parafraseando el dicho “detrás de todo gran hombre hay un gran… equipo” y por eso su director de Producción era Mario Bovcon, hombre fundamental al momento de transformar las ideas en realizaciones. Desde el principio se buscó la excelencia. “Queríamos que en cada programa estuvieran los mejores. Cada emisión contaba con no menos de doce figuras. Pero además se convocaba a los mejores directores y autores”, le cuenta Bovcon a Teleshow desde Miami donde reside.
Un breve repaso muestra que por Alta Comedia pasó un seleccionado. En su primera etapa actuaron las figuras más famosas y prestigiosas de los 70 como Lautaro Murúa, Iris Láinez, Nélida Lobato, Ana María Campoy, Raúl Rossi, Irma Roy, Rodolfo Bebán, María Rosa Gallo y Graciela Borges. En la segunda protagonizaron Alicia Bruzzo, Patricia Palmer, Antonio Grimau, Arturo Bonín, Inda Ledesma entre otras grandes figuras y los jovencísimos Pablo Rago, Adriana Salonia, Leticia Brédice y Carolina Fal entre otros.
Con su voz inigualable y esa amabilidad para responder siempre, Graciela Borges le cuenta a Teleshow: “Hacer Alta comedia con María Herminia Avellaneda y con Alejandro Doria fue maravilloso, ensayando los días que debía ensayarse y filmando con tanto amor y tanto respeto y tanta admiración por estos directores. Para mí fue una experiencia impresionante y muy amorosa por lo bien que salía ese producto. Era muy buscada la guía de la interpretación de cada uno. Además los compañeros fueron realmente maravillosos. Hice cosas que me gustaron muchísimo. Joyas preciosas que deberían volver a emitirse”.
Bovcon asegura que ninguno de las decenas de actores convocados a participar se negó a hacerlo. El programa reunía prestigio y popularidad y era tal la calidad de la propuesta que incluso figuras de renombre pedían participar. “En pleno éxito Leonardo Favio se ofreció a componer la música de uno de los unitarios”, recuerda quien fuera la mano derecha de Romay.
Andrea Salonia participó en 18 capítulos de la segunda etapa y señala “Que te llamaran para actuar en Alta Comedia era como el examen de ingreso a trabajar con los grandes actores. Nunca voy a olvidar dos que hice, uno con Alicia Bruzzo y otro con Ulises Dumont. Para mí era como estar tocando el cielo con las manos, actuar junto a dos actores maravillosos, extraordinarios, a los que admiraba profundamente. Para los actores jóvenes en ese momento darnos el lujo de trabajar con ellos era una escuela impresionante. Siempre estaré muy agradecida a Mario Bovcon que me consideró y a Alejandro Romay”.
La felicidad y el orgullo por la convocatoria, no era solo de los actores jóvenes, también de los que ya habían logrado una trayectoria de prestigio, entre ellos Pablo Alarcón. “Hacer Alta comedia era todo un orgullo, porque hacían grandes textos, clásicos y adaptaciones de novelas. Cada vez que te llamaban sabías que tenías en manos un texto interesante y que acreditaba en tu currículum haber hecho tal obra”.
Alarcón recuerda para Teleshow que “Primero, llamaban a los mejores actores, a los protagonistas y yo hice algunos. Despues, a los personajes chicos, también hice muchos, pero sabías que trabajabas con Narciso Ibáñez Menta, con Norman Leandro, con grandes actores”. Alarcón remarca que no solo se convocaba a los mejores artistas, también “a los grandes directores como Alejandro Doria, Diana Álvarez, Carlos Muñoz. No solo era un director de cámara, hacían puesta en escena y dirección de cámaras”.
El actor cuenta con nostalgia que participó de “muchísimas, muchísimas, diría, que una por mes, una cada dos meses, cuando podía. El día que grababa Alta Comedia, el canal me permitía no grabar la novela si la estaba haciendo”. Del detrás de cámara recuerda que la mayoría de las escenas se grababan en interiores porque no existía tanta tecnología que permitiera grabar en exteriores. Por eso fuera de estudio las escenas como andar a caballo o salir de un coche eran generalmente mudas. A Alarcón le gustaría volver a ver sus actuaciones pero era tan precaria la tecnología, que los tapes se borraban para reutilizarlos. “Estuve buscando alguna Alta Comedia que haya hecho, pero no, no encontré”. Para finalizar destaca del trabajo de Bovcon que no solo era un directivo del canal que elegía los temas sino “una gran persona, un caballero y amigo”.
Con una televisión que todavía emitía en blanco y negro el programa suplía con pasión y profesionalismo lo que le faltaba de tecnología. Bovcon recuerda que en tiempo sin edición digital la tarea de compaginación era titánica. “Los camarógrafos grababan en fílmico. El trabajo de compaginación era enorme porque había que cortar las escenas grabadas y empalmar las secuencias para contar la historia sin que se notaran esos empalmes. Por eso los directores como Doria se quedaban horas luego de grabar en la sala de compaginación”.
Sin posibilidad de hacer cine, directores como Doria decidieron hacerlo en Alta Comedia. Las jornadas de grabación duraban no menos de doce horas y se trataba de filmar de corrido con la menor edición posible. El elenco no solo aprendía sus textos sino se preocupaba por decirlos como se les pedía. Si en la jornada no se terminaba de filmar, Bovcon debía recurrir a todo su profesionalismo. “Me tocaba decidir si se seguía filmando lo que implicaba un gran costo de horas extras o se continuaba al otro día. Esto también era un problema porque muchos actores ya tenían pautado otro trabajo”.
El ex Director de Producción comparte una anécdota que muestra el compromiso que existía de los artistas pero también del público. “En El ángel desnudo, María de los Ángeles Medrano debía grabar una escena de desnuda. Eso implicaba desalojar el estudio, cambiar la iluminación y otros cuidados lo que demoró la grabación. Lautaro Murúa que era otro de los protagonistas ya había realizado sus tomas y viajó a Mar del Plata. Pero se necesitaba repetir algunas escenas y como no había celulares le pedimos ayuda a la Policía para rastrearlo”, relata. Fue así que pudieron localizarlo y el actor lejos de enojarse, volvió, grabó lo que se precisaba y otra vez retomó la ruta 2 porque como afirma Bovcon “era más importante la pasión que la capitalización”.
Esa pasión pero también la capacidad argentina de hacer mucho con poco se ponía en práctica en cada capítulo. “Decidimos realizar una adaptación de Los Miserables, la obra de Víctor Hugo”, rememora Bovcon y sigue “Horacio Meyrialle se encargó del texto y soñaba con una puesta estilo Hollywood”. Pero estaban en Buenos Aires y filmar en las alcantarillas de París no entraba en el presupuesto. Fueron a la Municipalidad y obtuvieron permiso para grabar en las cloacas del siglo XIX que pasan por debajo de la Avenida Córdoba. “Bajamos a filmar con Raúl Rossi y Oscar Ferrigno y vemos que a medida que iluminábamos una zona una marea se alejaba. Pensábamos que sería agua sucia y no. Era una marea pero de cucarachas”. Para grabar Rasputín, el ojo entrenado de Doria logró que los Bosques de Palermo parecieran la campiña rusa. Los asesores de vestuario eran los vestuaristas del Teatro Colón.
Con un costo que hoy rondaría los 500 mil dólares cada capítulo era la mezcla exacta de excelencia y popularidad. El rating y la repercusión en la calle lo demostraban. Sin embargo, Alta Comedia se levantó en 1974 cuando el canal fue intervenido para retomar en 1990 sin pena pero con gloria. El ciclo siguió hasta 1996 cuando los ciclos de humor de Tinelli y las comedias familiares como Grande Pa y Amigos son los Amigos coparon la pantalla y las preferencias. El rating dejó de acompañar la propuesta que finalmente se levantó.
Hoy un ciclo como Alta Comedia parece imposible y no solo por costos. “La tele cambió y se dedica a la información y al entretenimiento”, analiza con conocimiento Bovcon. “La programación prioriza la información de todo tipo y en espectáculos interesan más los personajes mediáticos que las propuestas artísticas. La ficción está relegada a una proporción ínfima y se priorizan las propuestas extranjeras. Si bien hay plataformas de ficción no con formato de telenovela. Romay logró vender sus ficciones a todo el mundo” y cierra “Fue un precursor pero no tuvo continuadores”. Y lo suyo no es opinión sino un triste dato.
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