
El tejocote, conocido científicamente como Crataegus mexicana, forma parte de la tradición gastronómica y medicinal mexicana. Esta fruta, originaria de las zonas montañosas de México, aparece en mercados durante la temporada otoñal y se reconoce por su tamaño pequeño y su color entre amarillo y rojizo. Elegir tejocotes frescos, firmes y sin manchas permite aprovechar mejor sus propiedades.
El consumo del tejocote puede realizarse de diversas formas para beneficiarse de sus nutrientes, entre ellos fibra, vitamina C, calcio y antioxidantes naturales. Incorporar esta fruta como parte de la alimentación diaria resulta sencillo si se aprovechan platillos típicos mexicanos, como el tradicional ponche navideño, en el que el tejocote se hierve junto a otras frutas y especias. Durante este proceso, la fruta libera sus compuestos activos, lo que permite que el consumo de su pulpa aporte sabor y beneficios adicionales al organismo.
Otra práctica habitual en diferentes regiones es ingerir el tejocote como fruta fresca, después de lavar cuidadosamente la cáscara. Algunas personas prefieren quitar la piel y las semillas antes de consumirlo, ya que la textura puede resultar densa. Incluso, existen métodos para preparar tejocotes en almíbar, que requieren cocción prolongada y la incorporación de azúcar y especias, transformando la fruta en un postre de sabor intenso.

A nivel nutricional, el tejocote destaca por ofrecer una fuente considerable de vitamina C, elemento clave para el sistema inmunológico. Además, el contenido de pectina, un tipo de fibra soluble, tiene la capacidad de favorecer la digestión y ayudar al control de los niveles de colesterol. Consumir tejocote frito o deshidratado, aunque menos común, presenta una alternativa para quienes buscan nuevos sabores a partir de ingredientes tradicionales.
Mantener los tejocotes en condiciones adecuadas de almacenamiento, de preferencia en lugares frescos y secos, contribuye a conservar su frescura y calidad. A la hora de cocinarlos, existe la opción de integrarlos en mermeladas y jaleas, en las que la fruta se combina con otros ingredientes locales para obtener productos útiles en desayunos o postres.
Las propiedades medicinales atribuidas al tejocote incluyen efectos favorables para la salud cardiovascular, situación en la que algunos especialistas apuntan su potencial para mantener un flujo sanguíneo saludable, gracias a los antioxidantes presentes en la pulpa y la cáscara. Existen presentaciones en suplementos, aunque su uso requiere previa consulta con profesionales de la salud para evitar reacciones adversas.

Su inclusión en la dieta puede acompañarse de avena, yogur o mezclas de frutos secos. Aunque su popularidad se ha incrementado recientemente, el tejocote mantiene un arraigo profundo en las costumbres alimenticias mexicanas.
Incorporar tejocote en distintas preparaciones culinarias promueve una dieta variada y equilibrada, en la que el consumo de frutas locales como esta contribuye a diversificar los nutrientes. El tejocote se perfila como una opción natural con tradición y beneficios respaldados por la experiencia popular de generaciones.
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