
El 19 de septiembre de 1985, a las 07:19 horas, un sismo de magnitud 8.1 sacudió a la Ciudad de México y dejó tras de sí un escenario de devastación sin precedentes. Uno de los sectores más afectados fue el sistema hospitalario, que, lejos de representar un refugio, se convirtió en uno de los epicentros de la tragedia. El Hospital Juárez de México fue, sin duda, el rostro más doloroso de esta catástrofe.
La Torre de Hospitalización de este histórico hospital —una estructura de 12 pisos ubicada entre las calles Jesús María, Fray Servando Teresa de Mier, Colegio Médico Militar e Izazaga— colapsó completamente, dejando bajo sus escombros a más de mil personas, entre pacientes, médicos, enfermeras y trabajadores.
Las labores de rescate fueron particularmente difíciles debido al diseño y acceso limitado al edificio. A pesar de ello, entre el 22 y el 26 de septiembre, los rescatistas lograron salvar a 14 recién nacidos, conocidos desde entonces como “los niños milagro”.
Uno de ellos fue Jesús Francisco Santamaría, quien sobrevivió cinco días sepultado con una varilla incrustada en el costado. Fue sometido a 12 cirugías y, al perder a su madre en el sismo, creció con sus tíos. Cuando lo encontraron, tenía sus puños apretados; en una de sus manos sostenía una medalla con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Su historia simboliza la esperanza en medio de la devastación.
De acuerdo con datos de El Universal, 561 personas murieron en el Hospital Juárez, de las cuales 266 eran trabajadores del hospital, incluyendo 44 médicos especialistas y residentes. En honor a ellos, sobrevivientes y colegas mantienen viva la memoria con actos conmemorativos y monumentos.

“Fue mucho lo que perdimos en ese día. Compañeros y amigos con quienes compartíamos afanes”, recuerda Silvia Navarrete Camacho, jefa de los Servicios de Enfermería.
Otros hospitales también sufrieron daños severos. El Hospital General de México, uno de los más grandes del país, vio colapsar dos de sus edificios principales, donde se ubicaban gineco-obstetricia y residencias médicas. En este lugar se registraron 305 fallecimientos. Mientras tanto, el Centro Médico Nacional quedó seriamente dañado, aunque su personal logró evacuar a tiempo a los pacientes.
La magnitud del desastre médico dejó en evidencia las vulnerabilidades estructurales y la falta de preparación para una emergencia de esa escala. En total, se estiman más de 30 mil heridos, 150 mil damnificados y miles de vidas perdidas. Las cifras oficiales de aquél entonces estimaron entre 2 mil 500 y 7 mil muertos, pero organizaciones como la CEPAL calculan hasta 26 mil decesos, y fuentes no oficiales hablan de más de 50 mil.
En memoria de las víctimas no identificadas, fue erigido un monumento con seis columnas en la fosa común del Panteón Civil San Lorenzo Tezonco, con la inscripción: “A nuestros seres queridos”. Allí, también descansan los restos de personal médico del Hospital Juárez y de otros hospitales colapsados.
“A la enfermera del Hospital Juárez”, se lee en el epitafio de una de las tumbas que se muestran solitarias en el Lote 14 de ese cementerio.
Según testimonios, el sistema de salud se vio tan afectado por la caída de importantes centros médicos y por la excesiva cantidad de heridos, que fue necesario resultar a estudiantes del área de la salud para atender la emergencia.

Civiles trabajaron con ayuda de paramédicos y topos para sacar heridos de los escombros y carros particulares funcionaron como ambulancias y coches fúnebres que trasladaron a cientos de lastimados y fallecidos.
Es sistema de salud no solo se vio afectado en el área prehospitalaria y hospitalaria, sino que también se habla sobre el sistema de procesos funerarios, salubridad y de administración de panteones que se vio rebasado por la cantidad de decesos.
Muchos cuerpos fueron albergados en espacios abiertos para la identificación de cuerpos como el Parque Delta y muchos cuerpos ni siquiera eran enterrados en ataúdes convencionales, sino en cajas de madera improvisadas.
Tan solo 32 años después, el 19 de septiembre de 2017, otro sismo de magnitud 7.1 volvió a sacudir la Ciudad de México, lo cuál, dejó un nuevo impacto, aunque no al nivel de los hechos ocurridos en 1985, con gran relevancia para el país. En este acontecimiento, la Clínica 25 Zaragoza del IMSS tuvo que ser derrumbada y reconstruida por los daños estructurales que sufrió. Aún se espera que abra nuevamente sus puertas.
A 40 años del desastre, el recuerdo permanece vivo. El sismo de 1985 no solo fracturó estructuras, también marcó para siempre la memoria de quienes salvaron vidas y de quienes las perdieron haciendo su trabajo.
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