
La reciente serie Chespirito: sin querer queriendo, estrenada en Max, ha traído de vuelta el enorme interés por el legado de Roberto Gómez Bolaños.
Y entre los muchos momentos memorables que evoca este histórico personaje, hay uno que sorprende por su humildad.
Se trata de la vez que Chespirito, contra reloj, escribió un sketch suelto para salir del paso, sin saber que ese boceto casual se transformaría en el nacimiento de El Chavo del 8, uno de los personajes más entrañables de la televisión en habla hispana.
¿Cuál es el origen del Chavo del 8?
En su autobiografía llamada Sin Querer queriendo, Roberto Gómez Bolaños recuerda que a principios de los 70 -tras cancelar el segmento Los supergenios de Mesa Cuadrada en su programa Chespirito- conservó a actores clave como Rubén Aguirre, María Antonieta de las Nieves y Ramón Valdés.

Aguirre participaba en un sketch llamado Los Chifladitos, pero cuando el famoso recibió una oferta para trabajar en la competencia, Bolaños le dio su apoyo para aceptarla, lo cual dejó un hueco inesperado en la estructura del programa.
“Agobiado por la premura del tiempo”, Chespirito recordó un sketch que había hecho anteriormente, el cuál era una historia suelta y sin continuidad.
Por lo que decidió inspirarse en eso para salir del paso, sin saber que se convertiría en una leyenda.

¿Cómo fue el sketch que dio origen al Chavo del 8?
La historia original -que había sido escenificada dos semanas antes de que Bolaños estuviera en el aprieto de hacer un nuevo sketch- era de un niño pobre en un parque que discutía con un vendedor de globos.
Ese pequeño, interpretado por el mismo Chespirito, tenía una ternura especial. A su vez, el vendedor de globos había sido Ramón Valdés.
El entrañable comediante usó el ‘material sobrante’ inspirarse y hacer otra historia con una estructura similar. El éxito fue tal que, semanas después, Chespirito bautizó al personaje como El Chavo.

Bolaños señala que la gran aceptación de este personaje se lo atribuía a que había algo en él: una mezcla de inocencia y candidez que conmovía.
Incluso, detalló que lejos del clásico “Pepito picarón” de muchos chistes, el Chavo era un niño de verdad: ingenuo, pobre y lleno de fe. Y esa diferencia habría sido lo hizo inolvidable.
Roberto Gómez Bolaños aseguró que él nunca quiso hacerse pasar por un niño al actuar como el Chavo, sino que el público lo aceptara como un adulto que meramente interpretaba a un menor.
Y funcionó, pues poco después, una vecindad se convirtió en el escenario de una familia televisiva que hasta el día de hoy es de las más memorables en la historia no sólo de México, sino de Latinoamérica.
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