
La vida de las vedettes en México ciertamente es una tema lleno de excentricidades. Su mayor hito fue en los años setenta, en ese entonces la vida nocturna era el atractivo principal para los capitalinos. Antes de ser vistas meramente como un show con tintes sexuales, ellas surgen por necesidades teatrales. Datan desde principios de los años veinte como parte de los espectáculos cómicos.
Eran llamadas tiples o rumberas al principio, sin embargo rápidamente eran ensombrecidas, pues a inicios del siglo pasado, se les consideraba “indecentes” por su poco vestuario. Años más tarde, el submundo del cabaret y el cine de ficheras les dio un lugar protagónico. Incluso, hace más de 50 años se les conocía como “las dueñas de la noche” y las de los “sueños prohibidos”.
A finales de los años sesenta dejarían huella famosas como La princesa Yamal, Gloríela, Rosy Mendoza y la Princesa Lea. Ellas ya no solo eran vistas como un show de atractivo sexual, sus funciones en centros nocturnos acaparaban los espacios estelares.
Sin embargo, una de las más importantes figuras fue Gina Montes, de quien este lunes 5 de febrero se dio a conocer sobre su fallecimiento en la ciudad de Nueva York, lugar en el que vivió sus últimos años. De acuerdo con información compartida por la periodista María Luisa Valdés Doria, la famosa vedette falleció desde el pasado sábado 27 de enero a consecuencia de algún tipo de cáncer.

El vedetismo se volvió un negocio rentable, entre más popularidad ganaba, mayores producciones habían, los escenarios eran más elaborados, los vestuarios, más caros aún. Los lugares donde las exóticas se presentaban era muy exclusivos en ese entonces, luego pasaron a la infamia. En su momento, El Capri, El Imperial, La Concordia, Las Fabulosas, El Can-Can y el Savoy, eran los lugares predilectos para ver los shows de Lyn May, Wanda Seux, Olga Breeskin y de la propia Gina Montes.
Contrario a la creencia popular en el que la vedette solo recibía ganancias y lujos por parte de sus fanáticos, la competencia en el país las llevó a invertir no solo en ellas. Suficiente era ya competir con modelos extranjeras, vestían a todo su staff. En palabras de Breeskin en una entrevista que hace años dio a TV Azteca, “todo redundaba en sus cajas registradoras”.
No había mala inversión, solo un eterno concurso por ver quién daba el mejor espectáculo. Ello también les valió ser seducidas por gente poderosa, principalmente actores políticos y productores. Uno de los más famosos seguidores de las vedettes fue Arturo Durazo Moreno y sus cercanos.
Sin embargo, el ser pretendidas por figuras de la esfera política les trajo consecuencias. Una de tantas víctimas fue la famosa vedette brasileña Gina Montes. Carlos Castañeda Mayoral era parte de los más cercanos a Durazo cuando fue jefe del departamento de Policía en las presidencia de José López Portillo, puso sus ojos sobre la extranjera.
Lo que sucedió con Gina fue un “boom” sin precedentes, pues ella destacó siendo que tan pronto llegó a México, su belleza le dio un lugar en el programa de comedia La Carabina de Ambrosio. Ahí su escultural figura le dio muchos pretendientes y un mito que perduró por décadas. Pues siempre se le asoció románticamente con “El Negro” Durazo. Desmentiría este rumor a inicios de los años dos mil.
“Lo vi una vez, nunca hablé con él, no le toqué la mano, fue a verme a un show”, dijo en una emisión en La Historia detrás del Mito.

De acuerdo con el libro Lo Negro del Negro Durazo, Castañeda era un funcionario corrupto, exjefe de personal de la Procuraduría de la república, tenía nexos con la mafia, usaba el dinero de la corporación para ostentar una vida de lujos y dar costosos regalos a las vedettes, también era acusado de realizaba trata de blancas.
“Me daba joyas, me daba muchas flores, me trataba muy bien, era muy linda persona, íbamos a buenos restaurantes, aunque nunca medio para mi casa”, dijo la famosa en entrevista para TV Azteca.
Según el libro que revela los más turbios secretos de Durazo, Gina tuvo que huir del país, ello por temor a represalias, pues más tarde se daría a conocer que se embarazó de un músico llamado Carlos Macías. “Pierdo mi apartamento, pido que regalen todo lo mío, vendo lo que puedo. Le doy mi carro a mi secretario”, reveló sobre una de sus experiencias más amargas.

Gina Montes tuvo que trabajar de cocinera y bordadora, entre otras cosas, para salir adelante. Después de quedar en la infamia, y el exilio, solo le quedó rentar sus servicios en lo que podía. Jamás sintió vergüenza de ello, llegó a precisar.
En entrevista con Televisa Espectáculos, la ex vedette reveló que nada de lo que se dijo de ella ha sido verdad.”No he estado en mafias, no he sido secuestrada ni he estado loca, y sí en mis 5 sentidos, trabajando para salir adelante en la vida.”
Montes contó que en su momento se empleó varias veces como sirvienta y no sentía pena de decirlo. " Me fui a vivir a Nueva York. Allá trabajé en cosas que jamás imaginé. Fui chofer, cocinera, bordaba ropa, en fin, aprendí mucho y tuve la fuerza necesaria para trabajar y sacar adelante a mi hija”.
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