¿Qué ocurre con los personajes cuando nadie los mira? Es una pregunta que, por extraña que pueda parecer, se han hecho muchos artistas. Desde Goya en su aguafuerte El sueño de la razón produce monstruos a los diálogos de Alicia a través del espejo escritos por Lewis Carroll, pasando también por el clásico de Michael Ende La Historia Interminable, donde el olvido de un libro implica que la Nada devore a todos los implicados en su historia.
En Ariel, la nueva película (ya en cines) de Lois Patiño protagonizada por Agustina Muñoz e Irene Escolar, la trama sigue a una actriz que, al visitar una isla de las Azores, se encuentra con que todos sus habitantes un papel de alguno de los personajes de Shakespeare. Romeo y Julieta, Hamlet, Macbeth, La Tempestad... todo cuanto la rodea es un escenario en el que decenas de obras son interpretadas al mismo tiempo. Lo único que existe, por lo tanto, es la palabra (y la voluntad) del escritor. Contra eso, precisamente, es contra lo que la actriz y los personajes deciden rebelarse.
“Lo que propone la película es despertar ese sentimiento: ser consciente de que no somos ni actuamos con tanta libertad como pensamos”, explica Lois Patiño en una entrevista con Infobae. “Estamos mucho más escritos, nos escriben o nos están escribiendo”, y es ese texto el que nos mantiene atrapados. “Vienes de un origen, de una educación, de un camino que ya está marcado”, incide por su parte Irene Escolar, “y creo que, junto a todas estas cosas que nos van acompañando, es realmente difícil saber quién es uno”.

Un personaje dirige a todos los demás
Nos reunimos con el cineasta y la directora unos días antes de que se estrene Ariel. La película nació como un proyecto común entre Patiño y otro director, Matías Piñeiro, del que ya habíamos podido ver el corto Sycorax, donde se siguen los pasos del primer personaje en pisar la isla de la conocida obra de teatro La Tempestad. “Encontramos en esa obra un lugar donde las inquietudes de Matías y las mías se encontraban”, explica el primero. “La leí con el deseo de llevar la obra a otro idioma, de descontextualizarla por completo”.
Finalmente, Matías Piñeiro no pudo participar en el largometraje por problemas de agenda, pero sí trabajó junto a su socio en la escritura del guion y en el trabajo de montaje. “La película tiene cierta aproximación desenfadada que creo que nace de cómo él aborda el tema”, subraya Patiño. En Ariel todo parece ser una obra de teatro pero, en realidad, la película no deja de reivindicarse nunca como un idioma propio. “La voluntad en el proyecto es hacer dialogar palabra y paisaje, ir hacia lo sensorial”.
Con este objetivo, el trabajo de Irene Escolar, que interpreta al shakespeariano espíritu del aire que da nombre a la película, resultó ser clave. “Hay muchas capas metanarrativas todo el rato, se trata de alguien que sabe que es un personaje, que es consciente de su propia condición”, reconoce la actriz. Ariel, en cierto modo, es la directora de la enorme representación que se produce en la isla. “Cuando algo se atasca, ella es la que va allí y lo resuelve”, lo que la convierte en la mano derecha del dramaturgo y, al mismo tiempo, en la única puerta de salida que encuentra la actriz recién llegada: rebelarse contra el autor.

Aspirar a no tener miedo
A lo que aspiran todos los personajes de Ariel es a la libertad, una palabra que se transforma en cada uno, del mismo modo que en cada país o territorio puede cambiar. “Para mí, la libertad en el cine es poder explorar los límites que hay”, reflexiona Patiño. “Todos los medios de expresión son infinitos, pero solo se han explorado hasta cierto punto. Así, como creador intento llenarme de libertad para tratar de ampliar esos límites del lenguaje”.
En su nueva película puede verse, literalmente, desde un primer plano en el que forma y color se fusionan de un modo pocas veces visto. “Los autores que más me interesa son los que intentan romper las fronteras, ya sea desde la palabra, desde los sonidos o la imagen: tienes que llenar tus pensamientos de libertad y profundidad para poder transgredirlo”. Para Escolar, en cambio, la libertad no existe sin los límites. “Los mimbres tienen que estar muy claros para que puedas lanzarte sin red”, resume. “Si no, es imposible hacer nada, ni arriesgar ni sentirte libre, porque para mí, la libertad de la actriz tiene que ver con el riesgo... y con la falta de miedo: la libertad es no tener miedo”.
La actriz, que se encuentra ahora en plena representación de la obra Personas, lugares y cosas en el Teatro Español de Madrid, no es partidaria de concebir la actuación en el teatro y en el cine como universos separados. “Los actores van viajando con su persona de un lado a otro, el resto tiene que ver con la puesta en escena, con cómo llegas al espacio, no necesariamente con hacer más cosas ni cosas más grandes, sino con estar y emanar, algo que pasa en ambos unidos. Por eso, mientras el guion sea bueno y los compañeros también, me gusta todo”.

El poder de la palabra, del espacio y de la ficción
La relación de Patiño y Escolar con la obra de Shakespeare venía de antes. La intérprete, que estudió en Londres y descubrió al escritor leyéndolo en su idioma original, nunca ha interpretado una obra suya. “Se me hace raro leerlo en castellano, porque en Londres estudiábamos su carga poética, la maravilla rítmica que es todo lo que escribe Shakespeare y que en castellano, donde es difícil encontrar buenas traducciones, se pierde”, lamenta.
A pesar de eso, en Ariel los versos de las obras lo llenan todo de belleza, combinándose a la perfección con planos en bosques, laderas y playas en los que la naturaleza parece desbordar la pantalla. “Me pareció una idea hermosísima”, confiesa Escolar, “y luego un día hablé con Agus (Agustina Muñoz) y pensé que era maravillosa, que íbamos a congeniar muy bien porque teníamos energías parecidas”. Si las palabras venían dadas, la identidad de los personajes debía partir del movimiento, del lugar ocupado en el espacio, algo para lo que, explica, se dejaron llevar por la “intuición”.
“Agustina va marcando el tono realista de la historia”, comenta al respecto Patiño, “pero a veces te toca dialogar con actores no profesionales, que son los habitantes que recitan Shakespeare, y ahí se liberan cosas muy diferentes”. Explica el cineasta que él, como cineasta más experimentado en grabar la realidad, no estaba acostumbrado a confiar en el poder de la ficción. No obstante, al ver cómo las dos actrices protagonistas se dejaban llevar por el texto y sus emociones y se iban “apropiando del espacio”, comprendió el potencial que tenía la historia que estaban contando: “Ahí caí rendido a la ficción”, ríe.
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