Los toros de Salvador Domecq arruinaron un festejo soporífero

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Antonio Castañares

Mérida, 25 abr (EFE).- Dentro del encaste Domecq, siempre se ha considerado a la rama de Salvador Domecq como la reserva de casta y bravura a la que han acudido los ganaderos que querían aportar esas virtudes a sus vacadas. Por eso se esperaba la corrida de Mérida, que a la postre ha resultado soporifera.

Uno tras otro saltaban esos toros al ruedo, y uno tras otro daban cuenta de sus pocas fuerzas y de su ausencia de raza. Eran las suyas embestidas sosas y sin emplearse en los engaños. Además, con un rejoneador por delante, la lidia de los siete toros, reloj en mano, duró tres horas y media.

Borja Jiménez abrió la terna de los toreros de a pie, y dentro de lo malo, sorteó los dos toros que medio embistieron y parecía que tenían un hálito de vida. Su primero era terciado pero de armónicas hechuras. A la postre fue un animal de muy poca transmisión y la faena tuvo nula emoción. Se pegó un arrimón al final, lo agradeció el público y paseó una oreja ligerita.

Su segundo quería ir hacia delante pero lo hacía rebrincado por falta de fuerzas. De cansina embestida, le fue sacando los muletazos en series de no excesivo remate pero sin dejarse tocar la tela. Al final en la corta distancia, fue premiado con otra oreja que le abría la puerta grande.

El lote de Ginés Marín fue fiel reflejo de lo deslucido del encierro de la vacada gaditana. Su primero se echó en dos ocasiones a lo largo de la faena de muleta, fue un toro muy descastado y los medios muletazos tuvieron que ser de uno en uno.

Su segundo estaba también muy justo de fuerzas. Deslucido, le costaba un mundo tenerse en pie. Le sostuvo Ginés Marín en una faena larga también de medios pases. Media estocada y dos orejas.

David de Miranda cerraba la terna a pie. Blando el cuarto, lo tuvo que llevar siempre por alto, con lo que eso desluce el toreo. Fue una desgracia de toro.

Devuelto por inválido el segundo de su lote, fue toda una odisea que ese animal volviera a los corrales. Al final lo tuvo que matar el torero.

Al sobrero, le faltó ritmo. Tomaba la muleta, iba y venía pero no había profundidad en aquella embestida descastada. Faena larga de poco lucimiento y oreja.

Abrió el festejo el rejoneador Adrián Venegas, quien lidió un toro de Campos Peña. Manso el animal, lo mas entonado resultaron las preparaciones en el tercio de banderillas, cuando el joven de Almendralejo cabalgaba a dos pistas.

FICHA DEL FESTEJO.-

Un toro para rejones de Campos Peña, lidiado en primer lugar, y seis para lidia a pie de Salvador Domecq, sobrero el sexto y cinqueños todos.

Manso y reservón el 1°; muy parado el 2°; descastado el 3°; sin fuerzas ni celo el 4°; noble y de poca transmisión el 5°; blando y deslucido el 6°; se movió sin clase el 7°. Pesos: 488, 435, 460, 4445, 460, 475 y 465 kilos.

Adrián Venegas. Dos pinchazos y un rejón de muerte (Vuelta).

Borja Jiménez, de berenjena y oro. Estocada (Oreja); pinchazo y estocada (Oreja tras aviso).

Ginés Marín, de salmón y oro. Pinchazo y estocada (Ovación); media estocada (Dos orejas)

David de Miranda, de verde botella y oro. Casi entera (Ovación); estocada y descabello (Oreja).

Mérida, menos de un cuarto de plaza cubierta. Borja Jiménez y Ginés Marín salieron a hombros. EFE

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