La pareja que recorre toda la costa peninsular limpiando las playas de basura para intentar vivir sin plástico: “Teníamos que pasar a la acción”

La sociedad de consumo ofrece ventajas por la velocidad con la que se pueden adquirir infinidad de productos, pero también provoca consecuencias en el medioambiente. Unas consecuencias cada vez más graves. “Estábamos hartos de ver tantos residuos plásticos”, sentencia Fernando, activistas y fundador, junto a su pareja Patricia, del proyecto ‘Vivir sin plástico’. Y en un intento de lidiar con las grandes cantidades de basura que abarrotan los entornos naturales y disminuir su aporte de materiales no degradables, decidieron dar un cambio a su vida: “Si ves algo que te está molestando, puedes intentar hacer algo para corregirlo, aunque sea a nivel personal. Teníamos que pasar a la acción”, explica Fer, como él mismo se presenta, a Infobae España.

Charlas, pódcast, newsletter, artículos o libros son algunos de los proyectos que han realizado a lo largo de estos 10 años en su asociación, cuando decidieron dejar de consumir tanto plástico e intentar concienciar sobre el impacto de este en el planeta. Tiempo más tarde, optaron por recorrer toda la costa de la península ibérica limpiando las playas de residuos, en colaboración con organizaciones locales: “Lo peor han sido todos los kilos que no hemos podido recoger”, indica Fer. Esta actividad demostró que muchos envases aguantan intactos durante décadas tanto dentro como fuera del agua y que el plástico llega a las costas españolas desde el otro lado del mundo.

Miles de kilómetros y cientos de playas

La ruta comenzó en 2020, exactamente el Día Mundial de los Océanos: 8 de junio. “Tardamos 17 meses en recorrer todo el círculo. Nos los tomamos con calma porque no era solo caminar”, explica Fer sobre esta iniciativa. Pisaron “cientos y cientos de playas” recogiendo todo lo que podían para reducir, dentro de sus posibilidades, la cantidad de basura que se acumula en las orillas de la costa. Empezaron en Irún (País Vasco) y terminaron en noviembre del mes pasado en Portbou (Cataluña): “No fueron más de 5.031 kilómetros”, indica el activista. A veces, la geografía les hacía “dar algunos saltos”, pero en general la pareja fue pisando la arena siempre que podía.

En total estiman que recogieron 2.900 kilos de basura, una cantidad que califica Fer como “muy poca”: “Si nos hubiésemos puesto a recoger todo lo que veíamos, estaríamos aún en Coruña. Te das cuenta de que es imposible quitarlo todo”, destaca. No todas las zonas eran iguales, algunas contaban con más residuos que otras: “Nos sorprendió muchísimo”, exclama el activista.

Esto se debe a que la industria de los envases plásticos de un solo uso creció exponencialmente desde finales de los 90, que fue cuando se instaló el primer contenedor amarillo en España. Ya lo avisó el naturalista español Félix Rodríguez de la Fuente: “Hay quien llama a la nuestra la cultura de la basura, de los desperdicios”.

En un principio, en el País Vasco, coincidiendo con los meses de verano, que es cuando “la playa está más cuidada”, no encontraron demasiada basura. “Empezamos a meternos más en otoño y en las costas más salvajes como Galicia o Portugal empezamos a ver muchísima”, explica Fernando. Pero esta cuestión no se limita aquí, sino que se extiende a Andalucía y otras comunidades: “En la desembocadura del Segura, en la Comunidad Valenciana, eso es una vergüenza”, critica.

No hay fronteras para los envases

El problema de los restos que se quedan en las playas no son los orgánicos, que aunque puedan ser molestos acaban degradándose. En cambio, el plástico tarda en desaparecer cientos de años, según Greenpeace. Igualmente, este se convierte en microplásticos que terminan en el estómago de los animales, pudiendo causarles la muerte. Patricia y Fernando pudieron constatar con sus propios ojos numerosos objetos que han resistido al tiempo: “Encontramos botes de champú o de crema Nivea de los años 60. También etiquetas que se les pone a las langostas en Canadá”, narra Fer.

Pese a la inquietud que le causa tener que dejar atrás cantidades de residuos por no ser viable su recogida, cuenta fascinado las cosas que el mar deja en sus costas: “En una de las playas encontramos un mensaje en una botella de una adolescente de Nueva Jersey y conseguimos contactar con ella”. Sin embargo, esto queda en una anécdota cuando toca enfrentarse a la realidad: “Vimos cosas de otros países. Esto demuestra que no hay fronteras para el plástico”, desliza Fernando. En un futuro esperan realizar una exposición con los objetos curiosos encontrados y publicar un libro narrando la experiencia.

Una vida sin plástico

Si bien actualmente es casi imposible reducir al completo el uso de envases desechables, esta pareja de activistas hace todo lo posible por perseguir su meta: “Podemos decir que hemos reducido un 98% o 99% [el uso de plástico], pero siempre hay alguna cosa inevitable”. Cumplir con el máximo porcentaje “no es fácil”, ya que cualquier pequeño elemento en un producto está elaborado con plástico de un solo uso, como el tapón de las botellas de aceite, aunque estas sean de vidrio. Esto sin contar los móviles, herramientas o utensilios que se utilizan cada día.

El plástico ha ofrecido ventajas para conservar alimentos o almacenar productos, pero su consumo ha llegado a ser excesivo, provocando graves consecuencias en la naturaleza. A nivel estatal, los países han tenido que tomar partido e imponer límites con nuevas leyes como la Ley de Residuos y Suelos Contaminados de 2022 en España. En este sentido, Fernando lo tiene claro: “Es algo en lo que tienes que poner mucho de tu parte. Nos lo ponen muy difícil, pero se puede vivir sin plástico”.