
En un momento sensible a nivel social, con Donald Trump en el poder impulsando medidas anti diversidad, equidad e igualdad (DEI); las altas casas de estudios de Estados Unidos parecen estar recalculando sus opciones frente a una caída de sus ingresos.
Y es que los migrantes o sus hijos ―incluso los nacidos en ese país— no siempre eran “tan bienvenidos” en ciertos ámbitos de estudios; básicamente una discriminación tan simple como, por ejemplo, no contar con información en otro idioma que no sea el inglés o priorizar ciertas nacionalidades por sobre otras.
Según el último informe de Western Interstate Commission for Higher Education (WICHE), se espera que los graduados de secundaria que son blancos, afroamericanos y asiáticos disminuyan para 2041 en un 26 %, 22% y 10 por ciento, respectivamente. Pero en el caso de los hispanos (en Estados Unidos es habitual usar hispano y latino indistintamente, aunque no son estrictamente sinónimos, dado que uno refiere solo al idioma y el otro a la geografía) se espera todo lo contrario: que para 2041 ese número crezca en un 16 por ciento.
¿Una futura recesión de estudiantes universitarios?

El informe “Knocking at the College Door” (Golpeando a las puertas de la universidad), publicado por WICHE, en diciembre de 2024, pone de relieve un cambio demográfico que no pasa desapercibido para las grandes casas de estudio que empiezan a evaluar la importancia de empatizar con esas nuevas posibles generaciones de estudiantes.
Además de los cambios en la población de Estados Unidos, también destacan el impacto que sigue teniendo el COVID- 19 al analizar la matriculación del rango K-12 y la continuidad de los estudios hasta llegar a la posibilidad de acceder a la educación superior. Una posibilidad donde el factor económico es determinante más allá de los orígenes de los estudiantes.
Según WICHE, a partir del análisis de datos y su método de proyección, Estados Unidos está a punto de obtener el mayor número de graduados de secundaria desde 1979; año en el que comenzaron a relevar este tipo de información. Sin embargo, este pico es justamente eso: la cima de un próximo declive hasta 2041 donde la caída en la natalidad es clave.
Actualmente 1 de cada 3 estudiantes de jardín de infantes hasta los 12 años (lo que se conoce como K-12) en Estados Unidos es latino o hispanoo posee dicha ascendencia. La cifra solía ser de 1 cada 4 hace una década.
Los estados que poseen mayor cantidad de estudiantes “hispanos” son California (56%), Texas (53%) y Florida (38%), de acuerdo a las cifras del National Center for Education Statistics reports de Estados Unidos.
Si bien esta presencia demográfica es importante para repensar la futura matrícula universitaria se abre otro interrogante sobre cómo se cubren costos socioeconómicos, en términos de finanzas y políticas que apuntan a demoler programas de inclusión y diversidad; ya sea de género, étnica o racial.
Cómo pagar una universidad

La ONG “Excelencia in Education” viene realizando desde hace dos décadas un trabajo de seguimiento para entender cómo los estudiantes latinos y/o hispanos ingresan en el circuito de estudios académicos superiores.
En un reciente informe publicado por la organización se destaca que entre las medidas que suelen tomar los estudiantes en cuestión se observan las siguientes estrategias: Trabajar un mínimo de 30 horas mientras se cursa la carrera elegida; matricularse a tiempo parcial o incluso alternar entre universidades para alcanzar la graduación; la elección de universidades públicas en general cercanas a sus domicilios; vivir en la casa familiar fuera del campus; optar por subvenciones- o ayuda federal- en lugar de préstamos.
Un dato importante es que en promedio, un hogar hispano obtiene hasta un 25% menos de ingresos que un hogar “blanco” de características similares (según la oficina de censos de Estados Unidos) lo que impacta directamente en la movilidad social y educativa del sector.
Todas estas cifras y nuevas realidades- además de la revolución en el aprendizaje que se está dando a partir de la inteligencia artificial- hacen repensar a las altas casas de estudios sus formas históricas de considerar qué estudiantes van a llenar sus aulas y qué graduados del mañana van a formar parte de la vida de Estados Unidos. Abrir las puertas y empatizar con otras necesidades puede ser un primer paso.
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