
Como una coincidencia histórica, Gustavo Petro nació el mismo día en el que, diez años después se fundaría el M-19. Una guerrilla urbana que marcaría su juventud, forjaría su carácter y pensamiento para tres décadas después de entregar las armas ser quien llegaría al poder por la vía democrática.
Su militancia, como reconoció en un discurso ya posesionado en el Palacio de La Moneda, le arrebató su adolescencia y su juventud. En 1986, la casualidad que parecía dictada por el destino le hizo poner por delante de su cumpleaños la conmemoración del nacimiento del Movimiento 19 de Abril y lo llevó a pasar esa fecha sin su familia y en los calabozos de la cárcel La Picota.
Petro fue detenido en Zipaquirá el 24 de octubre de 1985 cuando el Ejército se tomó el barrio de invasión Bolívar 83 que él había ayudado a construir. Tenía 25 años cuando, según cuenta en su libro Una vida muchas vidas, fue juzgado y torturado por el poder militar.

Terminó en la cárcel La Modelo y las primeras visiones, dice, lo atemorizaron debido a los rostros jóvenes y el hacinamiento de la prisión. Allí asegura haber tenido que padecer baños de agua helada, humillaciones y permanecer encerrado en jaulas. Esas condiciones llevaron a que en diciembre estallara una violenta asonada de la que fue elegido como uno de los líderes para negociar un pliego de peticiones.
Pero a raíz de los hechos fue trasladado a Ibagué, donde los miembros del M-19 presos intentaron un intento de fuga que lo llevó a ser señalado como un preso peligroso. Lo trasladaron a la cárcel de Zipaquirá en la que solo duró unas cuatro horas por gente que rodeó el penal y terminó finalmente en La Picota.
Los administradores carcelarios consideraban a Petro un líder de insurrecciones, por lo que al llegar a la prisión ubicada en Usme, lo mantuvieron aislado. No podía participar de actividades y se quedaba solo mientras los demás salían del pabellón, por lo que decidió iniciar una huelga de hambre que estalló el día de su cumpleaños.

Ese día, los miembros del M-19 presos organizaron la conmemoración del Movimiento. Tomaron las sábanas para hacer las banderas de la Anapo, el movimiento al que, como considera el mito fundacional, le robaron las elecciones de 1970 cuando Gustavo Rojas Pinilla era el candidato más opcionado, pero que tras un proceso de conteo lleno de irregularidades, resultó perdiendo. Con las banderas hechizas del Eme y otras de Colombia, se pararon en el Patio 2 de La Picota para hacer una parada militar.

“Petro, como era en ese momento miembro de la dirección nacional, era quien estaba a cargo de la parada militar. Había llegado el papá de Gustavo a celebrarle el cumpleaños, pero cuando la guardia vio que nosotros sacamos la bandera de Colombia y del M-19, se vino el comandante y dijo: “Esto no lo pueden hacer””, recordó a Infobae Colombia, Javier Forero, militante preso que estuvo con el ahora presidente en ese momento.
“Comandante, hablemos. Nosotros vamos a celebrar el día del Movimiento 19 de Abril, usted verá en qué condiciones quiere que sea”, le dijo Petro al comandante de la guardia carcelaria. La respuesta fue negativa: “Si ustedes lo hacen, se van para el calabozo. Usted verá”, le dijo el encargado de la vigilancia.

Petro, viendo los ánimos de sus compañeros, decidió evitar la confrontación porque en ocasiones anteriores ante la negativa habrían sacado las tablas de los camarotes para pelear. En cambio, dijo: “Le propongo una salida. Nosotros nos vamos para el calabozo después de que hagamos el acto”. El comandante le preguntó si estaba seguro y el entonces militante afloró su voluntad indeclinable: “Sí, nosotros cumplimos nuestra palabra”.
“Efectivamente hicimos la parada militar y Gustavo se echó su discurso. El papá le había llevado una torta para celebrar el cumpleaños, no la pudimos partir y todos terminamos en los calabozos de La Picota. Se iban a llevar únicamente a Gustavo y dijimos: si se va él, nos vamos todos”, recuerda Forero. Petro asegura que el calabozo era un espacio completamente aislado y muy difícil de soportar.
Tras salir del castigo, las condiciones cambiaron y le permitieron participar de los talleres en los que se formó en carpintería para hacer caballos alados de madera y a aprendió a cocinar. En esa cárcel conoció a su primer hijo, Nicolás, a quien no volvió a ver hasta mucho tiempo después. Estuvo preso 16 meses en total. Una vez en libertad pasó varios meses esperando órdenes de la dirección del M-19 en los que conoció Bogotá. La decisión posterior fue su paso a la clandestinidad absoluta.
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